Hogar, dulce hogar

Género y cambio climático



¿Cree usted en el cambio climático? ¿Está convencido de que la temperatura de la Tierra se está elevando por causa nuestra? ¿Está preocupado porque considera que el cambio climático es un peligro real que afecta no solamente a las focas o a los osos polares sino a todos los habitantes de la Tierra –incluyéndonos a nosotros, los humanos– y que amenaza con cambiar nuestra forma de vida? Cada persona a la que se hicieran estas preguntas tendría, por supuesto, sus propias respuestas. No obstante, de acuerdo a un estudio publicado por Aaron McCright de la Universidad Estatal de Michigan en el número de septiembre del presente año de la revista “Population and Environment, es más probable obtener respuestas afirmativas si las preguntas se dirigen a una representante del género femenino; esto al menos entre la población estadounidense.

El estudio referido se realizó con resultados de encuestas Gallup llevadas a cabo en los años 2001-2008. De acuerdo al mismo, el 59 % de las mujeres consultadas afirmaron creer que el cambio climático es algo real, en comparación con solamente el 54 % de los hombres que así lo piensan. Igualmente, el 64 % de las mujeres tienen la convicción de que el cambio climático es producto de las actividades humanas, mientras que sólo el 59 % de los hombres comparten esta opinión. Se encontró, asimismo, que el 37 % de las mujeres encuestadas piensan que el cambio climático amenaza su forma de vida, frente al 28 % de los hombres que tienen esta convicción. En contraste, si bien las mujeres resultan estar mejor informadas acerca de las evidencias científicas que apoyan el cambio climático, muestran menos confianza que los hombres en la compresión de las mismas.

Por otro lado, y al margen de las diferencias de opinión entre hombres y mujeres en la población norteamericana en lo que respecta al cambio climático, existe un buen porcentaje –si bien minoritario– de escépticos que no consideran que dicho cambio sea real; o bien que, de existir, obedece a causas naturales y no humanas.

La creencia del público en el calentamiento global se vio afectada por el robo de información del servidor de la Unidad de Investigación sobre el Clima de la Universidad de East Anglia en el Reino Unido, ocurrida en noviembre de 2009, y que dio origen al llamado “Climagate”. La información sustraída fue distribuida por la red Internet e incluyó correos electrónicos intercambiados entre científicos del clima en varios centros de investigación del mundo, en los cuales los activistas anti-cambio climático quisieron ver evidencias de prácticas anticientíficas que intentaban presentar un panorama agravado sobre el cambio climático. Aunque las acusaciones no pudieron ser comprobadas, el Climagate alentó el escepticismo en el público sobre la realidad del calentamiento global.

El último invierno, en el que se tuvieron temperaturas por debajo de lo normal en buena parte del hemisferio norte, incluyendo nuestro país, no ayudó tampoco a generar la precepción entre el público de que la temperatura de nuestro planeta está incrementándose. De haber vivido en el Ártico, no obstante, hubiéramos tenido la percepción contraria, pues en el pasado invierno allí hubo temperaturas superiores a las acostumbradas. Experiencias similares las vivimos en los últimos meses en San Luís Potosí, en donde tuvimos un invierno con días muy fríos y un mes de mayo con altas temperaturas.

Hay evidencias científicas sólidas de que la temperatura promedio de la Tierra se está incrementando por el uso indiscriminado que hemos hecho de los combustibles fósiles desde el inicio de la revolución industrial. Habrá en ciertas regiones del mundo inviernos más fríos que los normales, lo mismo que veranos más calientes, pero en promedio la temperatura terrestre está elevándose lentamente.

Ningún resultado científico, por otro lado, es absolutamente concluyente y será siempre susceptible de ser refutado por nuevas evidencias. Hasta ahora, sin embargo, el consenso en la comunidad científica es que el calentamiento global es un hecho real, que ha sido provocado por actividades humanas, y que si no se atenúa llevará a un incremento de la temperatura terrestre de varios grados centígrados en el año 2100, con consecuencias desastrosas para el mundo.

De manera natural, por los grandes costos económicos que implica transitar hacia una economía libre de combustibles fósiles, al igual que por los intereses que serían afectados en el proceso, hay instancias en donde el cambio climático no goza de simpatías como lo demuestra el episodio del Climagate. En estas circunstancias, la opinión pública será fundamental para reducir las emisiones de dióxido de carbono a la atmósfera y sacar de apuros a nuestro planeta.

Cuando esto se logre, el mundo estará en deuda con el género femenino que mayoritariamente se inclina por creer en el cambio climático –aunque, para ser justos, en este respecto el género masculino no se queda demasiado atrás.

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