El primer laboratorio científico de la historia

Una tarea nada fácil



Tuve la oportunidad de asistir la semana que acaba de terminar a la Conferencia Iberoamericana de Óptica que se celebró en la ciudad de Lima, Perú, y que reunió por una semana a especialistas de países de América Latina, España y Portugal. Es quizá pertinente hacer la aclaración que la óptica es una disciplina muy amplia que se refiere no solamente al diseño de aparatos e instrumentos ópticos, tales como microscopios y telescopios, sino que también es la ciencia que ha dado origen a un gran número de tecnologías y dispositivos de una gran complejidad, entre los que se encuentran los láseres y las fibras ópticas que se emplean en los sistemas actuales de telecomunicaciones, los sensores de luz usados en las cámaras fotográficas digitales y que han reemplazado al negativo fotográfico, y las pantallas planas para televisores y computadoras, por mencionar solamente algunas de sus muchas aplicaciones. En la conferencia de Lima se presentaron 370 ponencias y carteles y se impartieron 12 conferencias plenarias.

Casi de manera coincidente con la celebración de la Conferencia Iberoamericana de Óptica, la revista “The Economist” publicó en su número del pasado 11 de septiembre un extenso reporte sobre América Latina. Dicho reporte llevó por título “El patio trasero de nadie: el ascenso de América Latina”, y para ilustrarlo “The Economist” destacó en su portada un mapa de todo el Continente Americano dibujado de cabeza, con la Patagonia en la parte superior y Canadá y los Estados Unidos en la parte inferior. Así, América Latina habría dejado de ser –o estaría a punto de hacerlo– el patio trasero de los Estados Unidos, como comúnmente se caracteriza a la región.

América Latina latina ha tenido en los últimos años un crecimiento económico acelerado. Según cifras de “The Economist”, el país latinoamericano que en este respecto lleva la delantera es Panamá, cuyo producto Interno Bruto (PIB) creció a un 5.8 % anual promedio en la última década, seguido de Perú con un 5.1 %. Otros países latinoamericanos con altos porcentajes de crecimiento del PIB son: Ecuador (4.8 %), Colombia (3.8 %), Chile y Bolivia, ambos con un crecimiento del 3.7 %, Venezuela con 3.5 %, y Argentina y Brasil con un 3.3 % –México no está bien situado en este respecto: de los 18 países latinoamericanos incluidos en el reporte de “The Economist”, México ocupa el último lugar con un lejano 1.8 %–. La demanda de materias primas y alimentos por la rápida expansión económica de Asia, notablemente de China, han contribuido a dicho crecimiento.

Tomando como ejemplo al Perú, notamos que es el primer productor mundial de plata y el segundo de cobre, además de que se encuentra entre los cinco mayores productores mundiales de zinc, plomo y oro. Asimismo, es el primer productor de harina de pescado, y exportador importante de productos agrícolas. Perú se ha beneficiado por el incremento al precio de sus productos de exportación en fechas recientes, y el gran número de obras viales de reciente construcción que es posible encontrar en la ciudad de Lima es indicativo del auge económico que experimenta el País.

A pesar de su crecimiento económico reciente, no obstante, América Latina no muestra un desarrollo educativo a la par, indispensable, tal como lo señala “The Economist, para lograr una estabilidad económica menos dependiente del valor de las materias primas. En efecto, en la prueba PISA practicada en el año de 2006 por la OCDE para medir el grado de conocimiento que sobre ciencia tienen los estudiantes del nivel secundario –incluyendo su habilidad para usar el conocimiento científico para resolver problemas de la vida diaria–, los seis países latinoamericanos examinados –Argentina, Brasil, Chile, Colombia, México y Uruguay– tuvieron un desempeño mediocre: de 57 países participantes, el mejor colocado fue Chile que ocupó el lugar número 40.

El volumen de la actividad científica que se lleva a cabo en Latinoamérica es igualmente insuficiente. Tenemos, por ejemplo, que el número de artículos científicos publicados en la región es solamente un 4 % del total publicado a nivel mundial. El poco peso específico que tiene la ciencia latinoamericana se vio reflejado en el Congreso Iberoamericano de Óptica, pues de las doce conferencias plenarias que se presentaron, solamente una estuvo a cargo de un investigador latinoamericano –de una institución mexicana, por cierto–; las once restantes fueron impartidas por especialistas de países desarrollados.

Hay que notar, no obstante, que la contribución científica de Latinoamérica está creciendo rápidamente y que su porcentaje de artículos publicados con respecto al total mundial se cuadruplicó en los últimos 30 años. De este modo, habría que esperar que el subdesarrollo científico latinoamericano pueda superarse en un futuro no muy lejano. El conocimiento que en esta materia se desarrolle en nuestros países, sin embargo, no podrá ser aprovechado si no se integra al aparato productivo, aspecto que en el que Latinoamérica –con la excepción en cierto grado de Brasil– todavía está en desventaja con respecto al mundo desarrollado. Mantener al mapa de América de cabeza no será entonces tarea fácil.

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