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Más allá de su impacto mediático, no obstante, los premios Nobel en ciencias se otorgan a trabajos que en no pocas ocasiones han representado descubrimientos y avances que han cambiando nuestra vida. El descubrimiento del grafeno –que está compuesto de átomos de carbono, al igual que el grafito que se encuentra en la punta de los lápices– les representó a Andrei Geim y Konstantin Novoselov, investigadores de la Universidad de Manchester, el Premio Nobel de Física 2010. El grafeno se presenta en la forma de láminas de carbono extremadamente delgadas, con un espesor de exactamente un átomo –y que es, por supuesto, el menor posible–. El descubrimiento del grafeno se llevó a cabo de una manera asombrosamente simple: arrancando láminas de este material de un pedazo de grafito por medio de una cinta adhesiva.
El grafeno en un material con propiedades inusuales derivadas en gran medida de su extrema delgadez. Si pudiéramos reducir nuestro tamaño hasta alcanzar dimensiones atómicas e hiciéramos de una lámina de grafeno nuestro hábitat, nos encontraríamos con una situación extraña, tal como la descrita por el escritor inglés Edwin A. Abbot en su libro “Flatland” –que podríamos traducir como “Mundo plano”–, publicado en 1884. “Flatland” es un mundo de dos dimensiones que contrasta con el nuestro tridimensional en donde podemos distinguir entre el largo, el ancho y el alto de un objeto. En “Flatland” solamente existen largo y ancho, y sus habitantes, con formas de triángulos, cuadrados, pentágonos y en general de polígonos planos –con un número de lados según su categoría social–, no conciben la tercera dimensión. De este modo, entre ellos se perciben solamente como líneas rectas. Al igual que “Flatland”, el grafeno es un mundo en donde todo ocurre en dos dimensiones.
Se piensa que el grafeno podría tener un sinnúmero de aplicaciones, entre ellas la de sustituir al silicio en la fabricación de los “chips” que se utilizan, por ejemplo, en los procesadores y las memorias de las computadoras. En un “chip” se requiere controlar corrientes eléctricas muy pequeñas por medio de compuertas eléctricas diminutas. Un “chip” integra millones de estas compuertas, las cuales adquieren dimensiones cada vez más reducidas en la medida que avanza la tecnología. Se piensa, sin embargo, que ésta alcanzará pronto un límite, más allá del cual el silicio –el elemento base en la fabricación de los “chips” – tendrá que ser sustituido por otro material. Una de los candidatos para este propósito es precisamente el grafeno, que potencialmente podría ser la base de “chips” con características superiores a los actuales de silicio.
Las promesas tecnológicas del grafeno, sin embargo, son tomadas con cautela por los expertos, pues su extrema delgadez lo convierte en un material muy difícil de manipular. En el pasado hemos visto no pocos casos de descubrimientos científicos que prometen grandes aplicaciones que a la postre han resultado difíciles de concretar. Entre estos contamos a la superconductividad de alta temperatura –motivo del Premio Nobel de Física 1987– y a la fusión nuclear. Aquella prometía la fabricación de conductores de electricidad con cero resistencia para un sinnúmero de aplicaciones, lo que no se ha logrado, mientras que la fusión nuclear ha ofrecido ya por muchas décadas energía ilimitada a partir del agua de mar, sin tampoco obtener resultados prácticos.
Hay incluso quienes no reaccionaron de manera entusiasta al premio Nobel otorgado a Geim y Novoselov. En un artículo publicado en el número del pasado 8 de octubre de la revista “Science”, que llevó por título: “Todavía en su infancia, un cristal bidimensional recibe un premio”, se señala que dicho premio constituye una anomalía si se le compara con otros reconocimientos pasados, los cuales premiaron el descubrimiento de un nuevo efecto físico o un desarrollo que en el curso de décadas llevó a aplicaciones ubicuas. Por su lado, Walter de Heer, del Instituto Tecnológico de Georgia, en declaraciones a la revista “Scientific American”, consideró que el premio es prematuro y que el grafeno todavía necesita demostrar su potencial tecnológico.
Resulta, pues, que en el presente año no solamente el Premio Nobel de la Paz ha suscitado controversia.
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