El primer laboratorio científico de la historia

Vecinos lejanos



“¿Su nombre? preguntaron voces ocultas. Sale, contestó, mareado y con nauseas. Leonard Sale. ¿Ocupación? urgieron las voces. ¡Hombre del espacio! replicó, solo en la noche. Bienvenido, dijeron las voces. Bienvenido, bienvenido. Desaparecieron.”

Así escribe Ray Bradbury al inicio de su cuento de ciencia ficción “Tal vez soñar” –publicado originalmente en 1948 con el título de “Dormido en Armagedón”–, en el que relata el trágico destino de Leonard Sale, un astronauta cuya nave se accidentó en el espacio y terminó en la superficie de un asteroide. A su llegada al asteroide –que estaría situado entre las órbitas de Marte y Júpiter–, Sale descubrió que le era imposible dormir, pues apenas cerraba los ojos los nativos del lugar –de naturaleza puramente espiritual– tomaban su cerebro como campo de batalla para dirimir una batalla definitiva y largamente retrasada. Al final el sueño lo venció, no obstante sus esfuerzos para permanecer despierto en espera de ser rescatado, lo que le significó la muerte.

La posibilidad de vida extraterrestre es algo que ejerce una gran fascinación y ha sido tema de innumerables cuentos y novelas de ciencia ficción. Una de las más famosas es “La guerra de los mundos”, escrita por George H. Wells en 1898 –en donde describe la invasión de la Tierra por los marcianos– y cuya dramatización en la radio por Orson Welles en 1938 provocó pánico en la ciudad de Nueva York. Esto, a pesar de que al inicio de la trasmisión se advirtió que se trataba de una ficción, lo que revela nuestra fácil disposición para aceptar la existencia de vida extraterrestre.

Los extraterrestres, por otro lado, no son solamente motivo de fascinación para el lego sino que también lo son para los expertos. El proyecto SETI –siglas de Search for Extraterrestrial Intelligence– se ha ocupado desde la década de los años 1970 de escudriñar el cielo en busca de señales de radio provenientes de una civilización interestelar avanzada. El programa SETI, que no ha producido todavía resultados positivos, fue originalmente apoyado por la NASA y actualmente está a cargo de la Universidad de California Berkeley. Cinco millones de computadoras en todo el mundo, conectadas en una red a través de Internet, están contribuyendo actualmente al proyecto SETI.

En otro esfuerzo para descubrir vida extraterrestre, en marzo de 2009 la NASA puso en órbita alrededor del Sol la nave Kepler, que tiene como objetivo específico el descubrimiento de exoplanetas –es decir, de planetas orbitando estrellas fuera del sistema solar– con condiciones para desarrollar vida. Para que sea capaz de sustentar vida, un planeta debe estar a una distancia adecuada de su estrella, dentro de la llamada zona habitable, de manera que permita la existencia de agua líquida, que es esencial para la vida tal como la conocemos. El planeta no debe estar ni muy cerca de la estrella, lo que lo haría demasiado caliente, ni tan lejos que lo convierta en un lugar muy frío.

Actualmente se sabe de la existencia de un medio millar de exoplanetas, la mayor parte de los cuales son planetas gigantes al estilo de Júpiter. Esto último, sin embargo, no significa que los planetas pequeños, del tamaño de la Tierra, sean poco abundantes, sino que refleja el hecho de que estos son más difíciles de detectar. En efecto, en un artículo publicado el pasado 29 de octubre en la revista “Science” por investigadores de universidades en los Estados Unidos, China y Japón, se concluye que en realidad los planetas pequeños son más comunes que los de mayor tamaño, y que probablemente una cuarta parte de todas las estrellas cuenten con un planeta de un tamaño comparable al tamaño de la Tierra, si bien demasiado cerca de la estrella para desarrollar vida.

Habrá, sin embargo, planetas de tamaño comparable a la Tierra que estén dentro de la zona habitable. En relación a esto, el artículo referido anteriormente predice que la nave Kepler, que está buscando planetas en unas 156,000 estrellas, encontrará al término de su misión de 120 a 260 planetas similares a la Tierra con capacidad de desarrollar vida.

Dado el enorme número de estrellas que podemos observar, muy probablemente encontraremos, tarde o temprano, evidencia de la existencia de vida –o de condiciones para su desarrollo– fuera del sistema solar. Las enormes distancias interestelares impedirían, sin embargo, un contacto directo entre civilizaciones. En nuestra vecindad inmediata hay ciertas probabilidades de encontrar vida en Marte. Contemplando esto, la NASA tiene actualmente en curso varios proyectos de exploración de este planeta. La vida que pudiera encontrarse en Marte, o en otros lugares del sistema solar, sin embargo, sería sólo a nivel microbiano.

Las posibilidades de establecer contactos con nuestros vecinos lejanos, tal como nos los describen las novelas de ciencia ficción, son entonces muy remotas y quedan solamente en el campo de nuestra fantasía.

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