Hogar, dulce hogar

¿Habitantes del Medioevo?



En días pasados los medios de comunicación dieron a conocer los resultados de una encuesta sobre percepción pública de la ciencia en México. La encuesta fue llevada a cabo en forma conjunta por el CONACyT y el INEGI en el año 2009. Como resultado, entre otras cosas, ahora sabemos que más de un 80% de nuestros compatriotas piensa que confiamos mucho en la fe y muy poco en la ciencia. Sabemos también que casi un 60% piensa que los científicos pueden ser “peligrosos” –no está claro en que sentido– debido a sus conocimientos. En una aparente contradicción, sin embargo, cerca del 80% opina que en México debería haber más personas trabajando en áreas de investigación.

Como quiera que sea y al margen de encuestas, contradicciones o interpretaciones, es claro que en nuestro País están muy extendidas las creencias y prácticas que se califican como no científicas, incluyendo la cura de enfermedades con hierbas y conjuros, la astrología y las dietas mágicas.

La revista “Science” hizo eco de la encuesta del CONACyT en un artículo publicado el pasado 5 de enero al que tituló, “Encuesta: los mexicanos afirman creer en espíritus, no en ciencia”. Si bien el cuerpo de artículo describe de manera razonablemente equilibrada los resultados de dicha encuesta, el título resulta algo tendencioso, pues las creencias y prácticas esotéricas no son exclusivas de nuestro País.

En días pasados, por ejemplo, nos enteramos por los medios de comunicación que las brujas en Rumania están muy irritadas porque a partir del pasado primero de enero tienen que pagar impuestos por las ganancias que les genere su práctica. Argumentan que ganan muy poco –unos 110 pesos por consulta– y que gravarlas resulta estúpido. Su irritación es tal que han amenazado con lanzar hechizos y conjuros sobre el Presidente rumano, incluyendo el uso de excremento de gato y perros muertos. Amenazan también con arrojar mandrágora en el Rio Danubio. El Presidente, por su lado, aparentemente se viste de morado ciertos días de la semana para mantener a raya al diablo.

En los Estados Unidos las prácticas esotéricas no son tampoco algo inusual. En una encuesta Gallup del año 2005 se encontró que tres de cada cuatro estadounidenses cree en la existencia de los fenómenos paranormales. Así, un 41% de la población estadounidense cree en la percepción extrasensorial, un 37% en las casas encantadas, un 32% en fantasmas y espíritus, y un 25% en la astrología. Las creencias esotéricas no son, entonces, enteramente producto de un pobre nivel educativo –como el que desgraciadamente tiene nuestro País– y se presentan igualmente en los países desarrollados.

La brujería, la caza de fantasmas o la astrología son actividades que por lo general no pretenden pasar por científicas –por más que, en su caso, esta última haya sido el antecedente de la física moderna–. En una encuesta realizada en el año 2008 por la Fundación Nacional de la Ciencia norteamericana, por ejemplo, el 63% de los encuestados manifestó que la astrología “no tenía nada de científica”, mientras que el 28% creía que era “algo científica”. En contraste, otras áreas como el creacionismo o los esfuerzos para negar el cambio climático, que no siguen una metodología científica, sí tienen esta pretensión. Este tipo de áreas, que califican como seudociencias tienen en los Estados Unidos un buen número de seguidores, no obstante que es el país que lleva el liderazgo tecnológico en el mundo.

En este punto es interesante recordar el llamado incidente de Roswell, que involucró el supuesto accidente de una nave extraterrestre en Roswell, Nuevo México en 1947. De acuerdo con esta historia, que fue alimentada con propósitos probablemente comerciales, la fuerza área norteamericana estaría en posesión de la nave accidentada, incluyendo los cadáveres de sus ocupantes. Lo curioso es que Roswell no está muy lejos de Trinity Site, en donde se llevó a cabo en julio de 1945 la primera explosión atómica de la historia. Resulta curioso porque la explosión en Trinity Site –que fue resultado del mayor esfuerzo científico jamás realizado– no hay duda que ocurrió, a diferencia del incidente de Roswell que se manejó a base de rumores y suposiciones. No obstante, para algunas personas son igualmente reales ambos episodios.

México es un país que tiene ciertamente muchas carencias educativas que resultan en creencias y prácticas esotéricas. Éstas, no obstante, no son exclusivas del mundo en desarrollo y de ahí que el título del artículo de “Science”, que busca caracterizarnos como habitantes del Medioevo, no es de apreciarse.

No es afortunado tampoco el último párrafo que reza: “De acuerdo con la encuesta mexicana, los científicos son tanto temidos como respetados, quizás no de manera diferente a los viejos sacerdotes aztecas.” Es desafortunado porque, para empezar, la mayor parte de los mexicanos no son descendientes de los aztecas sino de otros grupos indígenas.

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