El primer laboratorio científico de la historia

Parientes en peligro de extinción



Según noticias aparecidas en la prensa británica en días pasados, en restaurantes y puestos callejeros de la Gran Bretaña se vende de manera ilegal carne de chimpancé. Ésta es transportada al país desde las selvas ecuatoriales africanas a través de una “conexión francesa” vía el aeropuerto Charles de Gaulle de Paris. De acuerdo con Marcus Rowcliffe, investigador de la Sociedad Zoológica de Londres –citado por el diario británico “Daily Mail”–, cinco toneladas de carne “salvaje” –“bushmeat”– llegan semanalmente de África al aeropuerto parisino para su distribución en Europa. Del total, un 1% corresponde a carne de grandes simios: gorilas y chimpancés. La carne de chimpancé, según Rowcliffe, no solamente se destina al consumo en restaurantes y puestos de comida, sino que también se le da usos medicinales y como un símbolo de estatus social.

La reacción de los británicos a las informaciones anteriores, tal como fueron expresadas en comentarios enviados al diario “Daily Mail”, van desde expresiones de desagrado por una práctica calificada de “caníbal”, pues “los chimpancés son 99% humanos”, hasta comentarios racistas como el de un lector que escribió que “si los africanos o britanico-africanos querían comer carne salvaje se regresaran al África en donde abunda”, afirmando al mismo tiempo que “los británicos no comen ese tipo de carne”.

Otro lector que vivió en Gran Bretaña se congratula de haber dejado a “ese país olvidado por Dios” y cambiado su residencia a Nueva Zelanda, nación en donde “se cuida al medio ambiente y a las especies en peligro de extinción”. Un lector más no se sorprende y afirma que la venta de carne selvática “se ha dado por mucho tiempo”, carne que “por cierto apesta y deja un horrendo mal aliento”. No faltó tampoco quien lo tomara a broma, como aquel lector que escribió que “ahora entiende cómo es que puede treparse a los árboles a bajar al gato”, lo que pensaba “se debía a las vitaminas”.

Todo este asunto podría efectivamente tomarse a broma si no fuera porque involucra a una especie animal que está en peligro de extinción. En relación a esto, la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (UICN) tiene incluido al chimpancé en su Lista Roja de especies en peligro. Calcula que en la actualidad hay una población total entre 170,000 y 300,000, la cual, sin embargo, se está reduciendo a un ritmo acelerado. La UICN estima que en un lapso de tres generaciones –60 años– la población total de chimpancés se ha reducido en más de un 50%.

Entre las causas del declive de la población de chimpancés citadas por UICN sobresale el incremento en las actividades de tala de árboles y de minería en la región del centro y oeste de África que ha devastado su hábitat natural. Estas actividades, además, han resultado en la construcción de caminos que han abierto a la caza del chimpancé regiones que antes eran inaccesibles y en las que se mantenían protegidos. Otra causa importante del declive en el número de chimpancés son las enfermedades como el Ébola que ha provocado en algunas regiones una reducción de población de hasta un 90%.

La caza de chimpancés puede ser vista también desde otro ángulo. Se sabe que entre los primates, el chimpancé es nuestro pariente más cercano, del que nos separamos evolutivamente en tiempos relativamente recientes –hace unos cinco millones de años–. Compartimos de esta manera el 99% del ADN. Por lo mismo, compartimos también otras cosas, y al igual que nosotros los chimpancés viven en grupo, utilizan herramientas, tienen conciencia de sí mismos y son capaces de manejar símbolos –cazan, además, otros primates que ocupan evolutivamente un nivel inferior–. Se ha incluso planteado que las sociedades de chimpancés pudieran reflejar de algún modo una etapa temprana en el desarrollo social humano, lo que haría patente nuestra cercanía como especies. Dados los puntos de coincidencia entre chimpancés y humanos –con todo y las enormes diferencias en sofisticación intelectual que existe entre ambas especies–, es entendible que algunos califiquen la caza de chimpancés como un “asesinato” y al acto de consumir su carne como uno de canibalismo.

Los problemas de extinción que enfrentan los chimpancés por la caza indiscriminada y la destrucción de su hábitat –compartida por los otros grandes simios, gorilas y orangutanes, mas graves incluso en el caso de estos últimos–, amenaza con acabar con nuestros parientes vivos más cercanos. Nos privaríamos así de la oportunidad de estudiar en vivo una especie cercana a la nuestra que pudiera ayudarnos a entender nuestra propia evolución.

Así, lo mejor que podemos hacer como especie es evitar consumir carne de chimpancé. Con esto le haremos un gran favor a las generaciones futuras. Evitaríamos además un posible mal aliento y la sensación de que cometemos un acto de canibalismo, aun ante la posibilidad de que disminuyera nuestra agilidad para trepar árboles.

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