El primer laboratorio científico de la historia

¿Tsunami energético?



Después de la puesta en marcha de las primeras plantas nucleares comerciales para la generación de electricidad en la década de los años cincuenta, hubo un gran optimismo en que la energía nuclear resolvería todos los problemas energéticos que se preveía ocurrirían en el futuro ante el eventual agotamiento de los combustibles fósiles. De acuerdo con esta visión, la energía nuclear creció rápidamente hasta alcanzar los 400 reactores en operación en la década de los años ochenta. Esta visión, sin embargo, ha cambiado y en el último cuarto de siglo el ritmo de crecimiento de la industria nucleoeléctrica se ha frenado considerablemente. En efecto, en la actualidad existen en operación 440 reactores nucleares que implican un incremento de sólo un 10 % en los últimos veinticinco años.

Como quiera que sea, la industria nuclear –localizada en 30 países, incluido México–, produce el 14 % de la electricidad consumida a nivel global. El primer país generador de energía nucleoeléctrica es Estados Unidos, con 104 reactores nucleares en operación que le proporcionan alrededor del 20% de la electricidad que consume. Francia, con 58 reactores es el segundo país en este rubro en el mundo, mismos que le generan el 80% de la electricidad consumida. Japón, que al igual que Francia no tiene petróleo, ha impulsado fuertemente la energía nuclear en su territorio y es el tercer país con más centrales nucleares.

Si bien, según los expertos, existen varias causas para la baja en el ritmo de crecimiento de la industria nuclear, se considera que una de ellas fue el accidente de la planta nuclear “Three Mile Island” en el estado de Pensilvania, Estados Unidos, ocurrido en el año de 1979. En dicho accidente, se produjo la fusión parcial del núcleo del reactor por una falla en el sistema de enfriamiento, lo que originó una fuga de radiactividad. Aunque el reactor pudo ser finalmente controlado, el accidente dio argumentos a quienes se oponen a la operación comercial de los reactores nucleares por considerarlos peligrosos.

Los problemas que está enfrentando la central nuclear de Fukushima después del sismo que golpeó a Japón el pasado 11 de marzo, han avivado el debate sobre la seguridad de la industria nuclear. En este contexto, la canciller alemana Angela Merkel aboga por abandonar la energía nuclear e ir por las energías renovables lo antes posible. En los Estados Unidos, el presidente Obama ha ordenado una revisión detallada de las 104 plantas nucleares norteamericanas. En Japón, en donde el tema nuclear es muy sensible por ser el único país que ha sufrido un bombardeo con armas atómicas, la resistencia a las plantas nucleares crecerá con seguridad en cuanto pase la emergencia.

Japón es un país que no tiene petróleo y que es en consecuencia vulnerable a las fluctuaciones en el mercado petrolero mundial. Es entendible entonces que, al igual que Francia que no tiene tampoco petróleo, haya recurrido a la núcleoelectricidad para satisfacer sus necesidades energéticas. Esto a pesar de estar asentado en una de las regiones de más alta actividad sísmica en el planeta. Después de todo, Japón cuenta con una gran capacidad tecnológica y una cultura de prevención de desastres que, entre otras cosas, le ha llevado a construir altos edificios en Tokio que resistieron al cuarto sismo más intenso desde que se lleva registro, así como a implementar un sofisticado sistema de alerta de sismos que seguramente –pese al elevado número de víctimas que aumenta cada día– salvó muchas vidas.

Dado lo anterior, no es clara la razón por la que la central nuclear de Fukushima estaba en una situación tan vulnerable. Como se ha informado, los reactores nucleares de dicha central se apagaron automáticamente en el momento del sismo como se suponía debía ser. Con esto se activó la planta diesel de emergencia para mantener funcionando el sistema de enfriamiento, esencial para evitar el sobrecalentamiento y eventual fusión del núcleo del reactor. Con el tsunami que siguió al sismo, sin embargo, se dañó dicha planta, lo que activó un tercer sistema de respaldo a base de baterías. Éste funcionó solamente por ocho horas, al final de las cuales se desató el maremágnum que ha llevado a intentar enfriar a los reactores casi a cubetazos de agua.

Podríamos quizás preguntarnos sobre la conveniencia de instalar un reactor nuclear en la costa con una protección mínima contra las olas, en un país que ha sido históricamente tierra de sismos y tsunamis –palabra está última incluso de origen japonés–. Al respecto, nos viene a la mente la “La gran ola de Kanagawa”, pintura universalmente conocida de Hokusai, artista japonés del Siglo XIX, en la que se muestra, con el monte Fuji, al fondo, una gigantesca ola a punto de engullir a tres embarcaciones. Tal parece que el desastre de Fukushima podría haberse evitado y en cambio se tiene una industria nuclear amenazada con cambios drásticos de políticas energéticas alrededor del mundo.

¿Constituirá Fukushima un tsunami para la energía nuclear como se empieza a vislumbrar?

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