El primer laboratorio científico de la historia

Un día sin láseres



Hace medio siglo, para ser más precisos el 16 de mayo de 1960, nació el láser en los laboratorios Hughes de Mailbu, California, y con esto uno de los inventos que más han cambiado nuestra vida cotidiana. Esta afirmación, que podría quizá parecer exagerada, es, no obstante, precisa. Una manera de apreciar la importancia de los láseres hoy en día es imaginando que desaparecen de manera repentina de la faz de la Tierra. De este modo nos harían sentir su ausencia y se volverían paradójicamente visibles –de manera similar a como lo hicieron los latinos californianos en la comedia hollywoodense “Un día sin mexicanos”.

Sin láseres no podríamos, por ejemplo, escuchar música en nuestro aparato de discos compactos, que emplea precisamente un láser para reproducir los sonidos codificados en el disco. Si tal fuera nuestro propósito, tendríamos probablemente que desempolvar nuestra antigua grabadora –si es que todavía la conservamos– y nuestros viejos casetes de audio –los que hayan sobrevivido al maltrato al que frecuentemente eran sometidos durante su reproducción–. Una cosa similar nos sucedería si pretendiésemos ver una película en un formato DVD o Blu-ray: tendríamos que recurrir a los obsoletos casetes de video VHS.

En los supermercados estaríamos probablemente obligados a hacer largas colas en la caja registradora, pues la lectora de barras –que con un rápido vistazo a la etiqueta del producto determina su precio y su clasificación– depende de los láseres para funcionar y si éstos desaparecieran la cajera tendría que ingresar manualmente el precio y la descripción de los productos que deseáramos adquirir.

Y sin embargo, si bien es mucho más conveniente escuchar música o ver una película en un formato de disco que en uno de audio o de video casete –y siempre es, por supuesto, preferible salir rápidamente del supermercado a hacer largas colas–, en donde los láseres han tenido su mayor impacto es en el ámbito de las telecomunicaciones, particularmente en la red Internet. De hecho, sin los láseres no existiría esta red –al menos no con la extensión que tiene ahora– y en consecuencia no podríamos consultar la página del clima con datos para el día de hoy, ni podríamos “chatear” –lo que, como tantas cosas, tiene aspectos positivos y negativos–, a veces a miles de kilómetros de distancia. No podríamos tampoco hacer transferencias bancarias de manera instantánea, ni acceder de manera también instantánea a una enciclopedia masiva –la “wikipedia”– que está en continuo proceso de evolución y autocorrección. De hecho, un día sin láseres equivaldría en buena medida a un día sin internet.

No existirían tampoco aplicaciones médicas de los láseres tales como la cirugía oftálmica para corrección de la miopía o el tratamiento de tumores, ni aplicaciones industriales que emplean láseres de alta potencia para cortar metales con gran precisión.

En la primera semana del presente mes de abril se celebró la décima segunda edición de la semana académica del Instituto de Investigación en Comunicación Óptica de la UASLP. Haciendo honor a la importancia de los láseres, esta vez el ciclo de conferencias giró alrededor del tema “El láser y sus aplicaciones” y se contó con la participación de destacados conferencistas, nacionales y extranjeros.

Uno de estos conferencistas fue el Dr. Daniel Malacara, quien es uno de los pioneros de la Óptica en nuestro País. El Dr. Malacara, fundador y primer director del Centro de Investigaciones en Óptica de la ciudad de León, Guanajuato, nos habló sobre la exitosa fabricación de láseres en nuestro País, proyecto que él llevó a cabo hace ya casi medio siglo en la UNAM, muy poco tiempo después de la invención de este dispositivo en California. Aunque no perseguía fines comerciales –los láseres fueron fabricados como herramientas para su laboratorio de investigación, pues el costo de un láser en la década de los sesentas hacia prohibitiva su adquisición comercial– se vendieron varios láseres a instituciones mexicanas, notablemente el Instituto Mexicano del Petróleo.

Como lo expuso en su conferencia, la fabricación de láseres en México en una época tan temprana pudo haber dado origen a una industria mexicana de este tipo de dispositivos. No se dio, ya que el Dr. Malacara fue invitado por el Dr. Guillermo Haro a incorporarse al entonces recién creado Instituto Nacional de Astrofísica, Óptica y Electrónica en Tonantzintla, Puebla, ofrecimiento que aceptó dejando su laboratorio en la Ciudad de México. Una cosa por otra, pero perdimos de este modo la posibilidad de contar en México con una industria de láseres, dispositivos que, sin exageración, se cuentan entre los desarrollos tecnológicos que más han contribuido a dar forma a la época actual.

En efecto, tan omnipresentes son los láseres hoy en día, que si de manera repentina desaparecieran de la faz de la Tierra –al igual que los mexicanos en California– no cabe duda de que serían perfectamente visibles.

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