El primer laboratorio científico de la historia

País de terremotos



El terremoto del pasado 11 de marzo que devastó la costa pacífica de Tohoku, en el norte de la isla japonesa de Honshu, y que ha sido el más violento experimentado por Japón desde que se llevan registros, podría ser seguido por otro sismo de magnitud equivalente pero con el agravante de que su epicentro estaría más cercano a la región de Tokio –que concentra a un cuarto de la población japonesa–. Esta posibilidad es considerada en un artículo publicado esta semana en la revista “Science” por un grupo de investigadores de los Estados Unidos y de Francia, encabezados por Mark Simons del Instituto Tecnológico de California.

Los sismos de gran magnitud se producen por las fallas geológicas a lo largo de la frontera entre dos placas tectónicas. Como es conocido, la corteza de la Tierra está constituida por placas que están en permanente movimiento, chocando ente ellas, alejándose y/o “frotándose” una contra la otra. De este modo, en las fronteras entre dos placas se producen grandes esfuerzos, acumulándose paulatinamente una gran cantidad de energía, la cual al liberarse repentinamente provoca un sismo cuya magnitud depende de la energía almacenada en la falla antes de su ruptura. Así, entre más tiempo se mantenga estable una falla geológica sin producir un temblor, mayor será la probabilidad de que en el momento de su ruptura se produzca un terremoto de gran magnitud.

El Japón está localizado en la confluencia de cuatro placas tectónicas y por lo mismo es uno de los países con más actividad sísmica del mundo. El terremoto del 11 de marzo pasado tuvo su epicentro cerca de la frontera entre la placa tectónica del Pacífico y la placa de Ojotsk en la región de océano pacífico enfrente de la costa de Tohoku. Estas dos placas se mueven una contra la otra, con el resultado de que la placa del Pacífico se hunde al mismo tiempo que se desliza por debajo de la placa de Ojotsk. Hacemos notar que sobre esta última placa está asentada la parte norte de la isla de Honshu.

La costa noreste de la isla de Honshu ha tenido históricamente una gran actividad sísmica, con sismos de magnitudes 7 y 8, por la falla debida a las placas del pacífico y de Ojotsk. Esta falla se extiende en el océano pacífico hacia el sur hasta la altura de la ciudad de Tokio. Los expertos, sin embargo, fueron tomados por sorpresa por la magnitud del sismo del 11 de marzo, que ha sido el más intenso desde que se llevan registros y que significó movimientos de las placas tectónicas hasta de 60 metros en algunos lugares. Es, de hecho, necesario remontarse en los registros históricos hasta el año 869 de nuestra Era para encontrarse, en la misma región, con un sismo de magnitud comparable –con tsunami incluido– a la del terremoto de Tohoku de marzo pasado.

Lo anterior ha llevado a postular a Simons y colaboradores que existen puntos a lo largo de la falla enfrente de la costa pacífica japonesa que son capaces de acumular enormes energías a lo largo de cientos o miles de años antes de experimentar una ruptura, algo que antes del sismo del 11 de marzo no era considerado como una posibilidad. Lo que resulta alarmante, de acuerdo a Simons, sin embargo, es la posibilidad de que algo como esto pueda estar ocurriendo en el segmento sur de la falla que produjo el terremoto de Tohoku, lo que podría producir un sismo de magnitud comparable al del 11 de marzo, pero a una menor distancia de Tokio, lo que podría tener serias consecuencias.

Reconoce, sin embargo, que el conocimiento de las fallas geológicas sobre las cuales está asentado el archipiélago japonés no es lo suficientemente sólido –sobre todo después del sismo no esperado de Tohoku y que desconcertó a los expertos– para ofrecer una predicción confiable al respecto.

Como quiera que sea, echando un vistazo a la distribución de placas tectónicas sobre la superficie terrestre –que puede ser fácilmente consultada en Internet–, uno no puede dejar de concluir que la localización geográfica del Japón, asentado en las inmediaciones de cuatro fronteras tectónicas, difícilmente podría haber sido peor. Esto ha forzado al Japón a realizar esfuerzos para mitigar el impacto de los frecuentes terremotos que sufre.

Y si a una localización geográfica poco afortunada añadimos el que Japón, además de ser un país montañoso y con una alta densidad de población, no es de ninguna manera un país rico en recursos naturales –lo que incluye los energéticos–, no puede uno dejar de admirar su éxito como país, no obstante los problemas que ahora enfrenta por el sismo del pasado mes de marzo.

Japón, efectivamente, no es un país rico en recursos naturales. Excepto, por supuesto, en japoneses –si los clasificamos como recursos naturales– de los cuales tiene 130 millones. Eso posiblemente haya hecho la diferencia.

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