El primer laboratorio científico de la historia

¿Cruda espacial?



Con el aterrizaje de la nave espacial Atlantis el pasado 21 de julio a las 5:57, tiempo de Florida, se puso fin a la era de los transbordadores espaciales, la cual se había iniciado el 12 de abril de 1981 con el lanzamiento del transbordador “Columbia”. Durante esta era, que se extendió por treinta años, se llevaron a cabo un total de 135 misiones al espacio con resultados contrastantes. Un recuento, en cifras, de los logros del programa de transbordadores espaciales fue publicado hace unos días por la revista “Scientific American” en su edición electrónica. Apunta, por ejemplo, que a través de dicho programa se colocaron en órbita más de 1,600 toneladas de carga, al mismo tiempo que se regresaron a la Tierra más de 100 toneladas de desechos. Los transbordadores también contribuyeron sustancialmente a la construcción de la Estación Espacial Internacional, además de que pusieron en órbita el telescopio espacial.

El programa de transbordadores espaciales, no obstante, constituye posiblemente el más controvertido de los programas que ha llevado a cabo la agencia espacial norteamericana. Esto no solamente por el saldo trágico que arrojó –de cinco vehículos construidos con capacidad de vuelo orbital se perdieron dos, el “Challenger” en 1986 y el “Columbia” en 2003, con un total de 14 muertos–, sino porque no se alcanzaron todos los resultados esperados. Y sobre todo, por el costo final del programa, que alcanzó la asombrosa cifra de 200,000 millones de dólares. Si dividimos esta cantidad por el total de misiones llevadas a cabo obtenemos una cifra todavía más notable: un costo de cerca de 1,500 millones de dólares por misión.

Estas cifras –por su enorme magnitud– son difíciles de apreciar sin hacer algunas comparaciones ilustrativas. Podemos notar, por ejemplo, que el costo por misión del programa de transbordadores es equivalente al costo de construcción de la torre Khalifa en Dubai –que con sus 828 metros de altura es con mucho el edificio más alto del mundo–. Notamos también que dicho costo es mayor a lo que se invirtió para construir el nuevo estadio de los Dallas Cowboys en Arlington, Texas.

Podemos igualmente señalar que, asumiendo un costo de construcción por unidad de un millón de pesos, lo invertido en el programa de transbordadores hubiera bastado para construir más de dos millones de casas habitación, cantidad suficiente para alojar a la población de una ciudad varias veces más grande que la ciudad de San Luis Potosí.

El retiro de los transbordadores espaciales, por otro lado, ha dejado a los Estados Unidos sin la capacidad de realizar vuelos espaciales tripulados. Para este propósito, la NASA está desarrollando la cápsula “Orion” que podrá alojar a cuatro astronautas en misiones de hasta tres semanas. Este proyecto, sin embargo, tomará algunos años en cristalizar y la actual crisis económica por la que atraviesan los Estados Unidos no es prometedora en este sentido.

El gobierno norteamericano confía igualmente, en el desarrollo de naves espaciales comerciales para la realización de vuelos orbitales tripulados. La iniciativa privada norteamericana, no obstante, sólo cuenta en la actualidad con la capacidad para realizar vuelos suborbitales de hasta unos cien kilómetros de altura. Para enviar astronautas a la Estación Espacial Internacional en un futuro cercano, los Estados Unidos tendrán entonces que depender de Rusia, que es el único país que los puede realizar de manera rutinaria.

El proyecto de transbordadores espaciales no queda bien parado, según la opinión de sus críticos, comparado con proyectos anteriores de gran envergadura altamente exitosos. Dos de estos, el proyecto “Manhattan”, que desarrolló la bomba atómica en la etapa final de la Segunda Guerra Mundial y el proyecto “Apollo”, que llevó a los norteamericanos a la Luna, tuvieron un costo menor que el proyecto de transbordadores espaciales. En particular, en el proyecto “Manhattan” se invirtió el equivalente a unos 20,000 millones de dólares actuales; es decir, apenas un décimo de lo que costó el programa que finalizó el pasado 21 de julio.

El concepto empleando en el transbordador espacial” –es decir, una nave orbital reusable, con alas que le permiten regresar a la superficie de la Tierra y aterrizar como un avión– no ha sobrevivido. Así, el concepto de la nave “Orion” está más cercano a las naves “Apollo” que a los transbordadores espaciales, que demostraron se caros y peligrosos.

Al final, tal parece que la NASA, está sufriendo una “cruda espacial” después de la fiesta y borrachera presupuestal que significó el programa de transbordadores espaciales. La fiesta, por lo demás, no resulto todo lo divertido que se esperaba.

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