El primer laboratorio científico de la historia

Reconocimiento facial



Durante el campeonato de mundial de fútbol celebrado en Inglaterra en el año 1966, el equipo de Corea del Norte derrotó 1-0 a Italia, que era uno de los equipos más fuertes de la competencia. Posteriormente, en cuartos de final, aunque Corea del Norte perdió 5-3 con Portugal –equipo que finalizó en tercer lugar en el campeonato–, tuvo a los portugueses 3-0 abajo en algún momento del partido.

Antes de todo esto no se sabía nada de Corea del Norte en cuanto a fútbol, de modo que su actuación en Inglaterra –había también empatado con Chile– fue grandemente sorpresiva. Así, no tardó en surgir una broma según la cual los coreanos habían ganado debido a que durante la interrupción del medio tiempo el entrenador había sustituido por completo a los jugadores por otros de refresco sin que nadie, incluido el árbitro, se hubiera dado cuenta.

Esta broma tiene su base en un hecho real, pues si bien tenemos grandes habilidades para identificar por medio de su cara a aquellas personas con las que tenemos alguna familiaridad, hacerlo con personas otra raza nos resulta más difícil.

Esto es, por supuesto, general y válido para todo el mundo, incluidos los coreanos. Así, si el fútbol se hubiera originado en Corea del Norte en lugar de Inglaterra y si el campeonato del mundo de 1966 se hubiera realizado en aquel país y no en este último, bien pudiera haberse originado la misma broma pero en sentido inverso. Esto, si se hubieran dado una serie de victorias de cierto equipo desconocido de la región occidental del planeta sobre un equipo fuerte del Asia oriental.

Los expertos saben que el cerebro humano tiene una región especializada en el reconocimiento facial de personas. Es decir, si un estímulo visual proviene de la cara de una persona el cerebro procesa la información de una manera diferente a como lo hace si el estímulo proviene de cualquier otro objeto. Esta característica la compartimos con otros mamíferos y es posible que esto no sea sorprendente. En cambio, si es de sorprender que en un artículo publicado el pasado jueves en la revista “Science” por un grupo de investigadores de la Universidad de Michigan en Ann Arbor, se llega a la conclusión que cierta especie de avispas – “polistes fuscatus”– también la comparte.

Los experimentos reportados en dicho artículo fueron realizados con avispas que se sabe pueden identificarse visualmente entre ellas de manera individual por medio de marcas faciales que varían de un individuo a otro. Las pruebas se realizaron en un túnel en forma de T con una altura suficientemente baja para no permitir el vuelo de las avispas, que de esta manera son obligadas a permanecer en contacto con el piso durante todo el experimento. Esto último es importante pues como parte del mismo las avispas son sujetas a choques eléctricos como un medio de obligarlas a tomar decisiones. Para este propósito se electrifica el piso del túnel, con la excepción de una “zona segura” en uno de los brazos de la T.

El experimento consiste en entrenar a las avispas para encontrar en que brazo de la T se encuentra la zona segura, la cual, sin embargo, se cambia de manera aleatoria hacia uno u otro lado de la T en cada prueba. Cada avispa repite la prueba 40 veces.

Al inicio del experimento la avispa es colocada en la antesala del túnel en la parte inferior de la T. Después de un cierto tiempo de adaptación, se abre la puerta de acceso y se le permite la entrada al túnel, al fondo de cual hay dos imágenes de avispas de su misma especie, una en cada brazo de la T. La imagen que se coloca en la región de la zona segura siempre es la misma, de modo que ésta constituye la clave para llegar a dicha zona.

Una vez en el fondo del túnel la avispa tiene que decidirse si va hacia la izquierda o hacia la derecha en busca de la zona segura. Si sabe reconocer las caras de avispa en las imágenes que le son mostradas, entonces rápidamente aprenderá a encontrar el camino hacia la seguridad. De otro modo tendrá siempre un 50% de probabilidad de llegar a la zona equivocada.

Además de llevar a cabo pruebas con imágenes de avispas de su misma especie, también se realizaron pruebas con imágenes de otros insectos, o bien con imágenes de avispas de su misma especie pero deformadas de alguna manera –quitándole la antenas, por ejemplo.

Como resultado de los experimentos, encontraron que cuando se utilizaron imágenes de individuos de su misma especie, las avispas equivocaron menos frecuentemente el camino hacia la seguridad, que cuando se cambiaron estas imágenes por otras deformadas o de especies diferentes. Esto demuestra que las avispas “polistes fuscatus” son especialistas en reconocimiento de caras de avispas al igual que lo somos nosotros de caras humanas.

Queda por averiguar si las “polistes fuscatus” también hacen chistes a costa de otras avispas diferentes a ellas mismas.

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