El primer laboratorio científico de la historia

La cresta de la ola



Con más de 1200 millones de habitantes –el 17% de la población mundial–, la India es después de China el segundo país más poblado de la Tierra. Además, puesto que el crecimiento demográfico chino es menos acelerado que el de la India, se espera que este último país se convierta en el curso de unas pocas décadas en el más poblado del planeta. En términos demográficos la India es un país gigantesco que, a manera de comparación, tiene una población diez veces más grande que la de México.

La India está, además, en camino de convertirse en una potencia científica y tecnológica; de hecho, aun ahora destaca en algunos campos. Es, por ejemplo, miembro del selecto grupo de países que poseen armas nucleares, membresía que alcanzó en el año 1975 cuando detonó su primera bomba nuclear.

En otros logros tecnológicos, en el año 1980 la India puso en órbita un satélite empleando un cohete propio, mientras que en 2008 logró colocar en una órbita lunar una sonda para el estudio de nuestro satélite, la cual pudo identificar por primera vez moléculas de agua en su superficie. La India cuenta también con un programa espacial vigoroso que incluye planes para poner astronautas en órbita terrestre –e incluso más allá–, lo mismo que planes para colocar un vehículo explorador en la superficie lunar y enviar una sonda a Marte.

En actualidad, buscando expandirse más allá de lo nuclear y lo espacial, la India está haciendo esfuerzos para desarrollarse de manera amplia en todas las áreas científicas y tecnológicas. En el número de la revista “Science” publicado esta semana aparecieron varios artículos, que incluyen una entrevista hecha al Primer Ministro indio Manmoahan Singh, en donde se da cuenta de estos esfuerzos.

Entre otros indicadores del progreso científico de la India mencionados por “Science”, tenemos que entre los años 2000 y 2010 este país duplicó el número de artículos científicos publicados hasta alcanzar 40,000 por año. El impacto que éstos tuvieron –medido por el número de veces que fueron citados por otros autores– también creció de manera significativa.

Un factor que limita el desarrollo científico de la India es la falta de investigadores. Para paliar este déficit, entre otros esfuerzos se está buscando repatriar a científicos indios trabajando en el extranjero. Para esto, les están ofreciendo condiciones de trabajo atractivas que incluyen abundantes recursos para investigación y salarios competitivos. Al respecto, de acuerdo con el director del Instituto Indio de Ciencia, Educación e Investigación en Pune –citado por “Science”–, “Un profesor que empieza su carrera puede ser más rico en la India que en los Estados Unidos”.

Sin embargo, no todo es miel sobre hojuelas para los investigadores en la India y “Science” registra quejas en relación a esto. Algunas de estas quejas –que para nada resultan sorprendentes en nuestro país– tienen que ver con una excesiva burocracia que lo mismo entorpece la importación de insumos para la investigación que impone al investigador frecuentes reportes del progreso de su trabajo. En este respecto, un investigador comenta: “Me evalúan como si estuviera construyendo una carretera. Quieren un reporte cada 3 kilómetros”.

La India planea incrementar substancialmente en el futuro inmediato los recursos dedicados a la ciencia. De acuerdo con “Science”, durante el Congreso Científico Indio celebrado el mes pasado, el Primer Ministro Singh dio a conocer un plan a cinco años para doblar el gasto indio en investigación y desarrollo, hasta alcanzar el 2% del PIB en el año 2017. Esto representaría 8,000 millones de dólares anuales.

La ciencia, tal como la conocemos, se originó en Europa en los siglos XVI y XVII. Posteriormente, a lo largo del los siglos XIX y XX –una vez que se hubieron acumulado suficientes conocimientos cientìficos– nació la tecnología moderna que se apoya en la ciencia. Esta tecnología hace uso de conocimientos científicos para crear ingenios altamente sofisticados –cada vez en mayor grado–, que de otro modo hubieran sido imposibles, no solamente de fabricar, sino incluso de concebir. De estos ingenios científicos tenemos hoy en día numerosos ejemplos, que han cambiado drásticamente nuestras condiciones de vida en todos los órdenes.

A lo largo de la segunda mitad del siglo pasado, cuando el impacto de la tecnología científica se hizo más intenso, el centro de gravedad de la ciencia –o al menos uno de sus centros– se movió de su cuna en Europa hacia el oeste –los Estados Unidos–. Ahora, en el Siglo XXI, tal parece que dicho centro proseguirá su viaje hacia el oeste y se estacionará en las décadas por venir en los países asiáticos. Entre éstos destacan China y la India, tanto por constituir entre ambos más de un tercio de la población del mundo, como por su vigorosa política de desarrollo científico.

En nuestro continente, con la excepción de Brasil que, aunque tarde, “se puso las pilas”, en América Latina estamos viendo pasar la ola científica en su viaje hacia el oeste sin que nos hayamos montado en la misma. Suponiendo que lo hiciera ¿Tendremos que esperar en México a que pase por segunda vez?

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