El primer laboratorio científico de la historia

El cine en la prehistoria



En el año 1824, el médico inglés John Ayrton Paris demostró ante miembros del Colegio Real de Médicos en Londres el fenómeno de persistencia retiniana. Para este propósito, empleó un dispositivo muy simple conocido como taumátropo, que consiste de un disco de cartón con una imagen dibujada en cada una de sus caras y dos cuerdas insertadas en dos perforaciones en puntos opuestos a lo largo de su periferia. El disco se pone a oscilar sobre un eje en su superficie girando las cuerdas con los dedos índice y pulgar, mostrando de manera alternada la imagen en cada una de sus caras. De este modo, ya que el ojo retiene por un corto tiempo las imágenes en la retina, las dos figuras en el disco se funden en una sola y se produce un efecto de movimiento.

En realidad, el fenómeno que demostró Paris se explica hoy en día en términos diferentes a los de la persistencia de imágenes en la retina. Dicho fenómeno, no obstante, es real y constituye el fundamento del cinematógrafo –inventado por los hermanos Lumiere al despuntar el Siglo XX–, que es a su vez la base de toda la industria cinematográfica y la parafernalia que existe alrededor de la misma.

En este contexto, se considera que el taumátropo del Siglo XIX –que se convirtió en un juguete muy popular en la época– fue el primer dispositivo exitoso para representar objetos en movimiento, y que como tal constituye el primer y humilde antecedente del cinematógrafo.

Al menos esto es lo que se creía hasta que los investigadores franceses Marc Azema y Floret Riviere descubrieron pinturas rupestres realizadas en el Paleolítico, algunas hace 30,000 años, en las que se representan animales en movimiento. En un artículo publicado recientemente en la revista “Antiquity”, en el que se resumen 20 años de investigaciones en cuevas del sur de Francia, Azema y Riviere refieren que en el Paleolítico el movimiento se representó empleando dos técnicas: una por medio de la superposición de varias imágenes sucesivas, y otra colocando en línea, yuxtapuestas, imágenes sucesivas.

Los investigadores encontraron numerosos casos de empleo de la primera técnica. En un caso, por ejemplo, se muestra un bisonte con ocho patas, representando dos estados del movimiento del animal. En otro caso se observan cinco imágenes superpuestas de un caballo, cada una en una posición diferente, tanto de las patas como de la cabeza y la cola. El efecto más acusado de movimiento se observa cuando se iluminan las pinturas con una antorcha moviéndose a lo largo de la pared. Estas pinturas y la cueva que las aloja constituirían de este modo un cinematógrafo de la Edad de Piedra.

Como un ejemplo de la segunda técnica para representar movimiento, Azema y Riviere citan el descubrimiento de una costilla de un animal bovino del final del Paleolítico, en la cual fueron grabadas en línea, de derecha a izquierda, las imágenes sucesivas de un león en carrera.

Sin embargo, lo que posiblemente resulta más impactante es haber descubierto que el traumátropo, cuya invención algunos atribuyen a John Ayrton y otros al astrónomo John Heschel, no fue producto de ninguno de los dos, ni de alguno de sus contemporáneos, sino de un remoto y desconocido antecesor nuestro de la Edad de Piedra.

En efecto, Azema y Riviere, hacen referencia a un disco de hueso descubierto en el siglo XIX en el yacimiento arqueológico de Laugerie-Bassie en el sur de Francia. A este disco, de unos 3.1 cm de diámetro, le fue grabada la imagen de un antílope en cada una de sus caras. En una de éstas, el antílope se muestra parado y en la otra yaciendo sobre sus patas dobladas, como estuviera muerto. Al igual que con los modernos traumátropos, si se hace girar el disco rápidamente y de manera repetida por 180 grados, se tiene una ilusión de movimiento en la que el antílope cae y se vuelve a erguir de forma repetitiva.

Al disco le fue también practicado un orificio en su centro el cual, según los investigadores, cumplía la misma función que cumplen el par de orificios en los dispositivos modernos; es decir, servía para insertar un tendón de animal y hacer girar al disco rápidamente.

Resulta sorprendente que los hombres de la Edad de Piedra hayan concebido y logrado introducir el sentido del movimiento en sus obras artísticas. Por otro lado, resulta igualmente sorprendente y lamentable que esta habilidad de alguna manera se haya perdido para el arte en los milenios subsecuentes.

Como quiera que sea, si bien ahora es claro que tendremos que ir cuando menos 10,000 años hacia el pasado para encontrar los primeros antecedentes del cinematógrafo, también habremos de reconocer que no por mucho madrugar amanece más temprano. Es decir, aun si nuestra civilización hubiera mantenido desde la prehistoria el secreto del cinematógrafo, el desarrollo del mismo tal como lo conocemos hubiera tenido de cualquier manera que esperar hasta el Siglo XX a que dieran las condiciones tecnológicas adecuadas.

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