Hogar, dulce hogar

Sin novedades bajo el sol



La portada de la revista “Science” de la presente semana muestra la imagen de un edificio de Beirut destruido en 2006 por un bombardeo de la fuerzas de defensa de Israel. La portada anticipa una sección especial en la que se analizan diferentes aspectos de los conflictos entre humanos y la violencia que de éstos deriva. En dicha sección se incluyen artículos, tanto de investigación como de divulgación, que analizan, entre otros muchos temas, los conflictos de origen racial y religioso, los sacrificios humanos, el uso militar de aviones dirigidos a control remoto, el terrorismo y la posibilidad de vivir en paz.

Un artículo que nos resulta particularmente impactante –por la similitud con acontecimientos actuales en nuestro país– es el que describe el hallazgo de una serie de tumbas masivas cerca del sitio conocido como Tel Brak en el noreste de Siria, cerca de la frontera con Irak El descubrimiento fue realizado con arqueólogos británicos en el año 2006. Una de estas tumbas, de unos 3 por 20 metros, contiene los restos de 150 personas jóvenes, con edades que fluctuaban al morir entre los 20 y los 35 años. Lo sorprendente del caso es que esto ocurrió en la Edad del Cobre, hace casi 6000 años.

Los investigadores especulan que las tumbas masivas de Tel Brak pudieron haber tenido su origen en enfrentamientos militares entre el centro urbano de Tel Brak y las ciudades del sur de Irak. Esto se apoya en que las tumbas no contenían restos ni de mujeres ni de niños o personas mayores, y sólo de jóvenes aptos para la guerra.

Aunque no hay indicios de quienes fueron los vencedores, lo que sí queda claro es que quienesquiera que hayan sido festejaron la victoria con una gran comida, que incluyó la matanza de 75 vacas y 300 borregos y chivos. Esto se sabe porque junto a los restos humanos fueron encontrados aquellos del festín, incluyendo los platos empleados en el mismo.

Un asunto que se pone en perspectiva en otro de los artículos de la edición especial de “Science” es la relación que hay entre la violencia y la vida en los centros urbanos –de los cuales Tel Brak es un ejemplo temprano–, cuya aparición implicó estructuras sociales más complejas que aquellas de los grupos nómadas. Habría dos puntos de vista en este respecto. Aquel según el cual la violencia disminuye con la urbanización, de modo que hoy en día la probabilidad de morir asesinado es considerablemente menor que antes de la aparición de las ciudades.

En contraposición, hay quién señala que existen en la actualidad sociedades pequeñas en las que la violencia es muy reducida, como ocurre con los indios Pueblo de Nuevo México, con apenas dos asesinatos en un año por cada 100,000 habitantes; esto en contraste con las ciudades de Baltimore y Detroit en donde el número correspondiente es de 34 homicidios anuales.

Al margen de esta controversia, sin embargo, no podemos negar que la violencia va y viene independientemente del desarrollo urbano. En México la padecimos durante buena parte del Siglo XIX e inicio del XX. Posteriormente gozamos de un periodo de paz relativa que duró el resto del siglo, para finalmente ser testigos de un resurgimiento violento en los últimos años. Todo esto al mismo tiempo que México se convertía en una país cada vez más urbano.

Por otro lado, independientemente de cualquier otra característica que se le quiera adjudicar, el conocimiento científico tiene un valor utilitario. Es decir, si conociéramos las leyes que gobiernan a un determinado fenómeno natural, podríamos, en principio, desarrollar una tecnología para controlarlo, e incluso ponerlo a trabajar en nuestro beneficio. Esto último es evidente con la tecnología electrónica que nos ha proporcionado desde las computadoras hasta los sistemas de telecomunicación que han cambiado nuestra vida.

Si bien entre las tecnologías de más impacto están aquellas relacionadas con ciencias como la Física la Química o la Biología, se esperaría que un mayor conocimiento de los fenómenos sociales y sus causas ayudaran a prevenir la violencia entre humanos. Al respecto, en una editorial que forma parte del número especial sobre conflictos humanos “Science” escribe: “Nuestra especie tiene una larga historia de desconfianza hacia los extranjeros, de desprecio para aquellos que no son de nuestro grupo y de pelear unos contra otros de muchas maneras y en muchos lugares, usando la tecnología más mortífera disponible al momento. Este número especial de “Science” sobre conflictos entre humanos ilustra el papel que tiene la comunidad científica en la adquisición de un entendimiento profundo sobre la historia evolutiva de estos conflictos y, lo más importante, demuestra como la ciencia puede identificar los mayores factores de riesgo que llevan a la violencia masiva”.

En tanto la ciencia toma un papel más activo en la prevención de conflictos humanos, una reflexión sobre Tel Brak nos lleva a concluir que en cuestión de violencia no hay nada nuevo bajo el sol. Al menos no desde hace unos seis mil años.

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