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Entre estos avances destaca el descubrimiento de la estructura del átomo y el desarrollo de las teorías que la explican. Con estos conocimientos los físicos predijeron y comprobaron que el rompimiento –fisión– de ciertos átomos pesados –uranio y plutonio– libera una gran cantidad de energía y aventuraron la posibilidad de construir una bomba con una potencia sin precedentes. Esto, mediante la liberación incontrolada de la energía almacenada en una cierta masa de uranio o plutonio.
En esta perspectiva, los científicos trabajando en el proyecto Manhattan se dieron a la tarea de idear métodos para fabricar una bomba nuclear. Desafortunadamente tuvieron éxito y construyeron en primera instancia, no una, sino tres bombas. Una de ellas fue arrojada por los norteamericanos sobre la ciudad de Hiroshima a las 8:15 horas del día 6 de agosto de 1945. Otra había sido detonada a manera de prueba en el desierto de Nuevo México tres semanas antes. La última explotó sobre la ciudad de Nagasaki el 9 de agosto de 1945.
Además de la destrucción de Hiroshima y Nagasaki, se estima que hasta diciembre de 1945 los ataques nucleares a ambas ciudades produjeron en conjunto entre 150,000 y 250,000 muertes. Estos números resultan abrumadores, no se diga después de leer los escalofriantes testimonios de los sobrevivientes al ataque nuclear, que Dante bien podría haber suscrito. Adicionalmente, unas 280,000 personas fueron expuestas a la radiación, sufriendo de sus efectos a lo largo de su vida en mayor o menor medida.
El proyecto Manhattan que llevó a la fabricación de la bomba nuclear fue establecido por el presidente Roosevelt como un medio para defender a los Estados Unidos de un desarrollo similar por parte de Alemania. Este país, no obstante, nunca desarrolló armas nucleares y de hecho se rindió a los aliados meses antes de que los Estados Unidos hubieran fabricado su primera bomba nuclear. En estas condiciones el objetivo del gobierno norteamericano para el desarrollo final y uso de la bomba fue el de obligar a Japón a aceptar una rendición inmediata y evitar así la muerte de más soldados norteamericanos.
Esto último, sin embargo, ha sido muy controvertido y hay quienes aseguran que el uso de las armas atómicas en Hiroshima y Nagasaki fue injustificado, pues Japón en esos momentos estaba prácticamente derrotado y a punto de rendirse.
En contraste con el bombardeo de Hiroshima y Nagasaki, el próximo arribo del explorador “Curiosity” de casi una tonelada de peso a la superficie de Marte, constituirá –de resultar exitoso– una realización tecnológica con pocos puntos de controversia. El “Curiosity” descenderá mediante una complicada maniobra que requerirá de un control preciso de cada una de sus etapas, control que será llevado a cabo por la computadora a bordo del explorador. Así, sin la existencia de las computadoras, el “Curiosity” no podría haberse concebido.
Las computadoras, no obstante, son solamente un eslabón de la cadena de desarrollos científicos y tecnológicos que hacen posible a un ingenio como el “Curiosity”, pues éstas no habrían existido sin la electrónica. A su vez, al igual que la tecnología nuclear, la electrónica es en último término también producto de la física de la primera mitad el Siglo XX. De este modo, podemos considerar que la bomba atómica y el “Curiosity” tienen antecesores comunes, lo que es en realidad el caso de un buen número de las tecnologías presentes que tanto han impactado nuestra vida.
Este impacto, por otro lado, algunas veces ha sido para bien y otras para mal. Una tecnología, por supuesto, no es intrínsecamente buena o mala y sólo será una u otra cosa en función de la aplicación que le demos. Ciertamente, mal empleada puede resultar negativa por más virtudes que pueda tener. Desde esta perspectiva todas las tecnologías son iguales, aunque, haciendo de uso de la frase de George Orwell, podríamos afirmar que si bien todas las tecnologías son iguales, algunas son más iguales que otras.
Este quizá sea el caso de la tecnología nuclear a la que el presidente Truman, al anunciar la explosión nuclear sobre Hiroshima, calificó como ”fuerza tremenda para el avance de la civilización lo mismo que para su destrucción”. Al cabo de los años, tal parece que la energía nuclear, si bien ciertamente constituye una fuerza tremenda, presenta demasiados problemas para basar sobre la misma el avance de la civilización, al mismo tiempo que representa un peligro para su destrucción. Tanto los bombardeos de Hiroshima y Nagasaki, como los accidentes de Chernobyl y Fukushima, así nos lo indican.
Interesante
6 de agosto
Arma nuclear
Bomba atómica
Bombardeos atómicos sobre Hiroshima y Nagasaki
Efectos de las armas nucleares
Energía nuclear
Guerra nuclear
Nagasaki
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San Luis Potosí
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