El primer laboratorio científico de la historia

Las mariposas de Fukushima



Una caricatura publicada por la revista “Life” en febrero de 1896 muestra a un granjero que, sonriente y portando una guadaña, posa para un fotógrafo que le pide que por favor sonría. El granjero, sin embargo, no posa para una fotografía ordinaria, sino para una que emplea los entonces recién descubiertos rayos x. Esto nos queda claro porque en un recuadro de la caricatura se incluye otra que muestra el esqueleto de granjero en la misma posición sosteniendo la guadaña.

La caricatura posiblemente no tendría nada de extraordinario de no ser porque fue publicada muy poco tiempo después del descubrimiento de los rayos x. En efecto, fue el 28 de diciembre de 1895 el día en que Wilhelm Roentgen anunció el descubrimiento de rayos invisibles que podían atravesar materiales opacos y que denominó rayos x, para indicar que tenían una naturaleza desconocida. Para probar la existencia de estos rayos, Roentgen mostró con una imagen de rayos x de su esposa obtenida unos días antes, en la que podían verse claramente los huesos de su mano.

Con esto, Roentgen ponía al descubierto la existencia de unos rayos misteriosos capaces de atravesar paredes, al mismo tiempo que evidenciaba el enorme potencial de los mismos para el diagnostico médico. Con estos dos ingredientes, no es de extrañar que los rayos x hayan capturado de manera instantánea la atención del público, que hacía toda clase de especulaciones acerca de los mismos y acudía a presenciar demostraciones del asombroso fenómeno.

Desde el punto de vista médico, los rayos x proporcionaron una herramienta poderosa para observar el interior del cuerpo humano, herramienta que los médicos adoptaron en cuestión de meses. Desde una perspectiva científica, el descubrimiento de los rayos x es el punto de inicio de los grandes descubrimientos que se dieron en el ámbito de la física en las primeras décadas del Siglo XX, y que en el curso de cinco lustros condujeron al desarrollo de la bomba nuclear primero, y a las centrales nucleares para la generación de electricidad después.

Como sabemos, la operación de los reactores nucleares genera desechos radiactivos que emiten rayos invisibles –uno de ellos de naturaleza similar a los rayos x pero más energético– que pueden provocar diversos problemas de salud. Entre éstos se cuentan el cáncer y las mutaciones genéticas. La seguridad de la centrales nucleares es entonces un aspecto preocupante, como nos lo demuestran los accidentes nucleares que se han producido en la últimas décadas, el último en Fukushima en marzo de 2011.

En un artículo publicado día 9 de presente mes en la revista “Scientific Reports” por científicos japoneses, se describe un estudio llevado a cabo con mariposas recogidas en diversos lugares alrededor de la planta de Fukushima. El objetivo del estudio fue determinar si la liberación de radiación por el accidente en la planta había producido anormalidades físicas en las mariposas y si éstas eran producto de cambios en el DNA que condujeran a mutaciones heredables entre generaciones.

Para este propósito, primeramente se recogieron 144 mariposas dos meses después del accidente. Se observó que un 12% de este primer grupo de mariposas presentaba anormalidades, ya sea en las patas, las antenas, los ojos, o las alas. Con el objeto de determinar si la radiación había producido mutaciones genéticas, se aparearon las mariposas del primer grupo con otras que no habían sufrido exposición a la radiación. El experimento se llevó a cabo en Okinawa, que está a casi 2,000 kilómetros de Fukushima y hasta donde no pudo haber llegado la radiación del accidente nuclear. Se encontró que un 18% de las mariposas de la nueva generación presentaron anormalidades. Además, este porcentaje se incrementó hasta el 33% en una siguiente generación. Así, el resultado de los experimentos indica que la exposición a la radiación produjo cambios en el DNA de las mariposas que resultaron mutaciones heredables de una generación a otra.

En otro experimento, se formó un segundo grupo de mariposas recogidas en los alrededores de Fukushima seis meses después del accidente y se determinó su porcentaje de anormalidades. Éste resultó ser más del doble del que mostraron las mariposas del primer grupo, recogidas cuatro meses antes. Aun más, cuando se aparearon las mariposas del segundo grupo, la descendencia resultó con escalofriante porcentaje de anormalidades de casi un 60%. Todo esto habría sido consecuencia de una mayor exposición a las radiaciones.

A poco más de un siglo del descubrimiento de los rayos x, las radiaciones invisibles de alta energía han mostrado su utilidad en un gran número de áreas, incluyendo la medicina, la industria y la investigación científica. Representan, al mismo tiempo, un gran peligro para la salud. En el caso de las centrales nucleares, las radiaciones invisibles constituyen un subproducto extremadamente peligroso. A tal grado que han convertido a la industria núcleo-electricidad en una industria altamente controvertida.

Para mayor información, favor de consultar con las mariposas de Fukushima.

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