El primer laboratorio científico de la historia

Tarjetas postales de un lugar remoto



Tal como se tenía planeado, el pasado 6 de agosto el explorador “Curiosity” ingresó de manera controlada a la atmósfera del planeta Marte y se posó suavemente y sin novedad sobre su superficie mediante una complicada maniobra. Una vez en tierra firme, el explorador inició el procedimiento previsto para ponerse en forma e iniciar su misión de exploración de dos años. Ha comenzado por enviar fotografías de la superficie marciana, primero en blanco y negro, y luego en color y alta definición.

No es “Curiosity” el primer explorador en arribar a Marte. Lo precedieron los gemelos “Spirit” y “Opportunity” en 2003. De hecho, este último aun está activo recorriendo la superficie marciana y enviando datos e imágenes a la Tierra. El “Curiosity” es, no obstante, un explorador más grande y complejo que los exploradores gemelos que tienen el tamaño de un carrito de golf y un peso de unos 180 kilogramos. En comparación, el “Curiosity” pesa casi una tonelada y su tamaño se acerca al de un automóvil pequeño.

Marte ha recibido naves terrestres desde los años setenta. Las primeras no eran vehículos exploradores y solo pretendían descender suavemente a la superficie marciana. Este fue el caso de la nave soviética Mars 2, que se convirtió en 1971 en el primer objeto enviado desde la Tierra en alcanzar la superficie de Marte. Cabe señalar, no obstante, que no lo hizo de manera suave por una falla en su computadora y terminó estrellándose en el suelo marciano. A la Mars 2 siguió la Mars 3 que sí logró aterrizar de manera suave, aunque falló al poco tiempo y no pudo enviar datos científicos a la Tierra.

La primera nave espacial que, además de posarse suavemente en la superficie marciana pudo establecer comunicación con nuestro planeta, fue la norteamericana ”Viking 1”, la cual fue seguida por la “Viking 2”, igualmente exitosa. De estas dos misiones provienen las primeras imágenes de la superficie de Marte. A las naves “Viking” siguieron otras misiones con el mismo destino. Algunas tuvieron éxito y otras fracasaron, pero con el descenso de “Curiosity” suman ya doce naves terrestres que de una u otra manera han alcanzado la superficie de nuestro planeta vecino.

En estas circunstancias, de existir los marcianos estarían sin duda alarmados por lo que deben interpretar como indicios de una invasión interplanetaria. Podría haber incluso marcianos que aseguren haber avistado en el cielo un objeto que asemejaba a un platillo volador, y que no sería otra cosa que la cápsula dentro de la cual ingresó el “Curiosity” a la atmósfera marciana.

De haber marcianos cabría la posibilidad de que existiera un equivalente de H.G. Wells que relate en su novela La Guerra de los Mundos la invasión de su planeta por habitantes del planeta azul vecino, quienes llegarían equipados con máquinas infernales capaces de destruir todo a su paso mediante rayos de fuego. Nuestros vecinos planetarios sin duda verían en los objetos caídos del cielo a lo largo de los últimos 40 años un indicio de la inminencia de la invasión terrestre anticipada por dicha novela.

Desde que fue observado a través de un telescopio, se fantaseó con la posibilidad de que Marte albergara vida inteligente. Uno de los máximos entusiastas de esta posibilidad fue el astrónomo norteamericano Percival Lowell, quien se tomó en serio las observaciones del también astrónomo Giovanni Schiaparelli que indicaban la existencia de canales sobre la superficie de Marte. Lowell especuló que dichos canales fueron construidos por una civilización marciana para transportar agua desde los polos hasta el ecuador del planeta.

Las ideas de Schiaparelli y Lowell tuvieron vigencia durante la última década del Siglo XIX y la primera del Siglo XX –y posiblemente influenciaron a H.G. Wells que publicó la Guerra de los Mundos en 1898–. Dichas ideas, sin embargo, no sobrevivieron por mucho tiempo e incluso el mismo Lowell tuvo que admitir que posiblemente fueran erróneas. Hoy en día tenemos una razonable seguridad de que lo son y de que no hay vida inteligente en Marte. Las naves que han logrado arribar a su superficie lo muestran como un lugar árido y seco, sin el menor rastro de vida, aunque la podría haber a nivel microbiano.

Es fascinante, sin embargo, ver la similitud del paisaje marciano mostrado en la panorámica enviada hace unos días por el “Curiosity” con un desierto en nuestro planeta. Dicha fascinación persiste aun después de razonar que la similitud es en realidad sólo aparente, y que la superficie de Marte es un lugar inhóspito, incapaz de albergar vida superior tal como la conocemos en la Tierra.

En estas circunstancias, es poco probable que exista un H.G. Wells en Marte y que alguien allá se haya alarmado por el arribo del “Curiosity”. Aun si éste hubiera sido el caso, la preocupación habría sido en vano, pues en la Tierra no estamos en estos momentos en posibilidades, ya no digamos organizar una invasión de Marte, sino incluso de enviar una misión tripulada.

Así, tendremos en las décadas por venir que conformarnos con la información y las tarjetas postales que desde Marte nos lleguen a control remoto. Lo que, por otro lado, no es poca cosa.

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