El primer laboratorio científico de la historia

30,000 años de soledad



En su portada del número de enero del año 2000, la revista “Scientific American” mostraba la imagen de un humano primitivo vestido con pieles, junto a la de otro igualmente vestido pero con rasgos anatómicos claramente diferentes. Junto a las imágenes se podía leer el texto “No estuvimos solos”. La portada hace alusión a uno de los artículos en el interior de la revista en la que se apunta que a lo largo de los últimos dos millones de años posiblemente hayamos compartido nuestro hábitat con otras especies cercanas parientes nuestras. Esto con la excepción de los últimos 30,000 años, durante los cuales habríamos estado solos en el planeta después de la desaparición del Neandertal.

Es sabido que los humanos modernos convivieron en Europa por diez mil años con los Neandertales. Estudios genéticos de fósiles Neandertal incluso indican que ambas especies se cruzaron y mezclaron sus genes. Hace unos 30,000, sin embargo, mientras nuestra especie florecía, los Neandertales se extinguieron por razones inciertas. En este sentido se especula que no pudieron sobrevivir al encuentro con los humanos modernos mejor equipados intelectualmente

Los Neandertales no han sido, por otro lado, los únicos parientes cercanos con los que hayamos convivido –en algunos casos de manera estrecha, según la genética–. En efecto, en 2010 un grupo internacional de científicos encabezado por investigadores del Instituto Max Planck de Antropología Evolutiva en Alemania, anunció el descubrimiento de restos fósiles de una muchacha de más de 50,000 años de antigüedad, en una cueva en el sur de Siberia. Los restos son de una especie distinta a la especie Neandertal pero cercanamente emparentada, que ha llegado a ser conocida como Denisovana por el nombre de la cueva en la que fueron encontrados dichos restos.

Los restos de la muchacha Denisovana en si no son espectaculares, pues apenas consisten de un pequeño fragmento del dedo meñique. No obstante han resultado de gran importancia, pues su ADN ha sido relativamente bien conservado por el frio imperante en la cueva en la que permanecieron por decenas de miles de años y que promedia cero grados centígrados a lo largo del año. Esto, juntamente con una nueva técnica para descifrar el código genético desarrollada en el Instituto Max Planck, ha hecho posible que obtener la información genética de la muchacha Denisovana con una precisión tal que es posible compararla con la de una especie viva. Así, a pesar de solo contar con un fragmento de hueso, podemos saber que tenía piel morena, y pelo y ojos café. Los resultados del estudio han sido reportados esta semana en la revista “Science” por el mismo grupo de investigadores que originalmente anunció el descubrimiento en la cueva siberiana.

Al igual que con los Neandertales, el genoma de los Denisovanos indica que en algún momento se cruzaron con los humanos modernos. También, del mismo modo que los primeros, los Denisovanos se extinguieron por razones aún por determinar, pero que pudieron tener que ver con una desigual competencia con nuestra especie. Una comparación del genoma de la cueva siberiana con el nuestro puede arrojar luz al respecto. Svante Päävo, uno de los autores del artículo de referencia, hace notar que los Denisovanos muestran cambios en genes asociados al “alambrado” del cerebro y del sistema nervioso, y que es tentador especular que lo que llevó a los humanos modernos fue un cambio en las conexiones cerebrales.

La técnica empleada para descifrar el genoma Denisovano será aplicada en el futuro a otras muestras fósiles, en particular a los fósiles Neandertales lo que sin duda permitirá hacer comparaciones precisas entre el genoma humano moderno con el de especies extinguidas. Otro candidato en este respecto es el fósil de una misteriosa especie de enanos –“hobbits”– de un metro de altura descubierta en 2003 en una isla de Indonesia y que habría sobrevivido aislada hasta hace unos 12,000 años.

El descifrar el código genético de especie extintas nos ayudará a entender que es lo que nos ha hecho tan exitosos, al punto de terminar como la especie dominante –solitaria– en la Tierra después de millones de años de evolución. El periodo de tiempo durante el cual hemos estado solos con seguridad será actualizado en el futuro en la medida en que avancen las investigaciones. Que lo hemos estado por miles de años es, no obstante, un hecho que difícilmente será puesto en duda.

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