El primer laboratorio científico de la historia

Dime tu código genético y te diré cómo eres



El cuento corto “Los crímenes de la calle Morgue”, publicado en 1841 por el escritor norteamericano Edgar Allan Poe, es considerado el primer relato del género policiaco, género que después se popularizó con escritores como Arthur Conan Doyle creador de Sherlock Holmes. En dicho cuento, Poe relata el brutal asesinato de una anciana señora y su hija ocurrido en un departamento en el cuarto piso de un edificio situado en la calle Morgue de París. La anciana fue degollada mientras que a su hija la encontraron estrangulada y boca abajo dentro del tiro de la chimenea. Los crímenes se cometieron con un enorme despliegue de fuerza. Tal que fueron necesarios cinco hombres para sacar el cadáver atrapado en la chimenea.

Lo más extraño del caso fue que los vecinos, que llegaron al lugar de los hechos instantes después de cometidos los crímenes, e incluso escucharon los gritos de las víctimas, no encontraron a nadie dentro del departamento. Éste, además, no tenía aparentemente otra salida que la puerta por la que entraron los vecinos y por la cual no pudo escapar el culpable.

El misterio fue resuelto por Auguste Dupin –antecesor directo de Sherlock Holmes– empleando una combinación de observación, razonamiento inductivo y conocimiento enciclopédico. El culpable resultó ser un orangután de Borneo llevado a París por un marinero y del cual había logrado escapar. Dado que los orangutanes en su hábitat natural viven en las ramas de los árboles, el simio del relato no tuvo demasiada dificultad para trepar por el cable de un pararrayos hasta la atura de una ventana del departamento de sus víctimas y de ahí saltar al interior del mismo.

De haber vivido en la época actual, es posible que Poe no hubiera recurrido a Dupin y a sus poderes inductivos para resolver el misterio de la calle Morgue. En su lugar, podría quizá haber recurrido a un análisis de ADN del manojo de cabellos que la policía encontró en las manos de la anciana muerta y que en su desesperación arrancó a su atacante. Dado que los orangutanes divergieron de la línea evolutiva que dio origen a nuestra especie hace más de 10 millones de años, el análisis de ADN hubiera indicado sin ambigüedad que no se trataba de cabellos humanos y que muy probablemente pertenecían a un orangután. Esto hubiera reducido considerablemente el grupo de sospechosos y facilitado encontrar al culpable.

El uso del análisis de ADN en la investigación de delitos se ha desarrollado rápidamente en los últimos años. Una aplicación extendida consiste en comparar el ADN recogido en el lugar del crimen con el ADN de delincuentes fichados con anterioridad. De encontrarse una coincidencia, y dado que el ADN constituye una “huella digital” para cada persona, el culpable habría sido identificado con una gran probabilidad. Igualmente, la coincidencia del ADN encontrado en el lugar del crimen con el de un sospechoso será una prueba de su culpabilidad.

Recientemente, un grupo de investigadores encabezado por Manfred Kayser del “Erasmus Medical Center” en Róterdam, Holanda, desarrolló un método para predecir simultáneamente el color de los ojos y del cabello de una persona a partir de un análisis de su ADN. Dicho método fue probado con 1500 personas de tres diferentes partes de Europa y tuvo una precisión de 70-90% en la predicción del color del cabello –rubio, café, rojo o negro–. La técnica tiene aplicaciones para la identificación del culpable de un crimen en caso de que no exista un sospechoso, pues reduce el grupo dentro del cual hay que buscarlo. Los resultados fueron publicados el pasado 22 de agosto en la revista “Forensic Science International: Genetics”.

Conocer el color de ojos y de cabello del culpable reduce sin duda el número de sospechosos entre los cuales hay que buscarlo, pero esta información no es aun tan específica como pudiera desearse. En este sentido, en un artículo aparecido esta semana en la revista “PLOS Genetics”, encabezado por el mismo grupo de investigación referido líneas arriba, se describen los resultados de un estudio llevado a cabo para determinar que parte o partes del genoma humano determinan tal o cual rasgo facial.

La investigación se llevó a cabo con más de 5000 personas de origen europeo. Sus características faciales fueron extraídas por medio de imágenes de resonancia magnética, mismas que se correlacionaron con sus respectivos genomas. Como resultado, se pudieron identificar cinco genes que determinan características faciales tales como el ancho de la cara, la separación entre los ojos y lo pronunciado de la nariz.

La identificación de todos los genes que determinan la cara de una persona está todavía muy lejos de alcanzarse y los resultados presentes son apenas los primeros pasos en esta dirección. Una vez que se haya alcanzado éxito, sin embargo, la ciencia forense tendrá una herramienta poderosa a su disposición. Podría preverse, por ejemplo, que mediante el análisis del ADN recogido en el lugar del crimen una computadora sea capaz de crear un retrato del culpable que pueda llevar a su captura. Esto sería equivalente a la actual práctica de elaborar retratos hablados mediante la información proporcionada por testigos, pero sin los inherentes elementos subjetivos.

La ciencia forense ciertamente ha avanzado enormidades desde los tiempos de Edgar Allan Poe. Con seguridad, no obstante, avanzará mucho más en el futuro.

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