El primer laboratorio científico de la historia

Nada es perfecto




En un sonado caso ocurrido hace algunos años, el médico británico Andrew Wakefield fue acusado de conducta científica inadecuada en relación a un artículo publicado en 1998 por él y otros 12 autores en la revista médica “The Lancet”. Una investigación llevada a cabo por el Consejo Médico General británico encontró que Wakefield había llevado a cabo prácticas profesionales deshonestas y lo despojó de la posibilidad de ejercer la medicina en Gran Bretaña. “The Lancet”, por su parte, retiró en febrero de 2010 dicho artículo de sus récords. El artículo de Wakefield y colaboradores se sumó así al creciente número de reportes científicos que han sido retirados de circulación después de haberse comprobado que sus autores habían incurrido en prácticas inadecuadas que invalidaban sus conclusiones.

El affaire Wakefield, sin embargo, no constituyó simplemente un caso más de malas prácticas científicas comprobadas; esto, por las repercusiones sociales que tuvo. En efecto, entre las conclusiones del artículo se establecía la posibilidad de que la vacuna triple contra el sarampión, las paperas y la rubeola pudieran provocar en los niños autismo y problemas gastrointestinales severos. Estas conclusiones de manera natural causaron alarma entre la población y reluctancia al uso de la vacuna. Incluso se temió que por esto último se desatara una epidemia de sarampión en la Gran Bretaña. El caso Wakefield fue tan notorio que fue incluido por la revista Time en su lista de grandes fraudes científicos.

Para decidir sobre aceptar o rechazar la publicación de un artículo de investigación que le ha sido enviado, el editor de una revista científica busca la opinión de expertos en el tema. Esta práctica en principio permite filtrar artículos con fallas metodológicas que no apoyen sólidamente sus resultados y conclusiones. El mecanismo no es, sin embargo, perfecto y en ocasiones se publican artículos con errores –intencionales o no– e incluso con datos fabricados para apoyar una cierta conclusión deseada.

Hay un buen número de incentivos para que esto ocurra. El investigador en la actualidad está bajo una gran presión para conseguir fondos para sostener su actividad, los cuales se obtienen sobre la base de sus resultados de investigación previos reflejados en su producción científica. Esto lo pone en competencia con otros colegas e incluso puede amenazar la estabilidad de su puesto de trabajo. No es sorprendente, entonces, que se den casos de prácticas científicas impropias y que se publiquen artículos de investigación con datos alterados o de plano fabricados. Estos artículos, si son detectados, pueden ser retirados de circulación por la revista que los publicó.

En un artículo aparecido esta semana en la revista norteamericana “Proceedings of the National Academy of Sciences”, publicada por un grupo de investigadores encabezados por Arturo Casadevall del Albert Einstein Medical College de la ciudad de Nueva York, se analiza el fenómeno del retiro de artículos científicos. Casadevall y colaboradores analizan las causas del retiro de 2047 artículos del área biomédica indexados en PubMed, que incluye más de 25 millones de registros a partir de 1940. Encuentran que de los 2047 artículos estudiados, el 21 % fue retirado debido a que contenían errores. En contraste, el 47 % lo fue por fraude científico, el 14 % porque constituía trabajo duplicado y el 10 % por plagio. Los investigadores encontraron, además, que el número de artículos retirados por todas las causas está en aumento y que el fraude científico, que es la causa mayoritaria, se ha incrementado por un factor 10 desde 1975.

Casadevall y colaboradores analizan, además, la distribución geográfica de los artículos retirados. Encuentran que la lista de países con más artículos caídos en desgracia es encabezada por los Estados Unidos, lo que resulta natural, pues es con mucho el país con mayor número de publicaciones. A los Estados Unidos le siguen en número de artículos retirados Alemania, Japón y China, países que descuellan igualmente en el número de artículos que publican.

Es interesante hacer notar, sin embargo, que si bien los Estados Unidos encabezan la lista de artículos retirados por todas las causas, el peso específico que este país tiene en el número de retiros por causa de fraude científico es notablemente grande. Esto podría significar que las presiones que sufren los científicos norteamericanos son correspondientemente mayores a las de sus contrapartes, incluso en países desarrollados.

El fraude científico es posiblemente inevitable, pues después de todo la ciencia es una actividad practicada por los humanos con todas sus limitaciones. Sin embargo, aun con este aspecto negativo, la práctica científica con toda su cauda de aplicaciones ha demostrado ser enormemente redituable para nosotros. Después de todo, un resultado científico fraudulento con el tiempo será de manera inevitable detectado y corregido.

Aunque en tanto esto último suceda, el fraude científico pueda tener consecuencias negativas, como el caso Wakefield lo ha demostrado. Por lo demás, nada es perfecto, ni aun la ciencia.

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