El primer laboratorio científico de la historia

Las secuelas del terremoto



La madrugada del 6 de abril de 2009, un terremoto de magnitud 6.3 en la escala de Richter devastó el pueblo medieval de L´Aquila en la región de Abruzzo en el centro de Italia, matando a 309 de sus habitantes y dejando sin casa a otros 65,000. El sismo de L´Aquila alcanzó notoriedad sobre todo porque, como parte de sus secuelas, seis distinguidos geofísicos italianos, además de Bernardo De Bernardinis, Subdirector del Departamento de Protección Civil, fueron sujetos a juicio acusados de homicidio imprudencial por no haber alertado adecuadamente a la población de L´Aquila sobre los riesgos sísmicos que enfrentaba.

Después de un año de juicio, esta semana los acusados fueron condenados a seis años de cárcel. A muchos esta sentencia les pareció excesiva, incluyendo al fiscal que había solicitado solamente cuatro años de cárcel como castigo.

Los sentenciados formaron parte de la comisión de protección civil que evaluó los riesgos sísmicos para la población de L´Aquila en los días anteriores al 6 de abril de 2009. En los meses previos a esta fecha, la región de Abruzzo fue sacudida por un gran número de temblores de pequeña magnitud que mantuvieron alarmada a la población. De acuerdo con un artículo aparecido en la revista “Nature” en septiembre de 2011, en enero de 2009 se sintieron en L´Aquila 69 temblores, en febrero fueron 70, 100 en marzo y 57 durante los primeros días de abril.

En ese mismo artículo se hace un recuento de los acontecimientos anteriores y posteriores al terremoto del 6 de abril. Un actor clave para los mismos fue un geofísico aficionado de nombre Giampaolo Guliani, quién contribuyó grandemente a aumentar la alarma entre la población de L´Aquila, difundiendo predicciones sobre la inminente ocurrencia de un terremoto de gran magnitud. Las predicciones de Guliani, quien había trabajado por 20 años como técnico científico en un laboratorio nacional cercano a L´Aquila, se basaron en la medición de los niveles de gas radón, que presumiblemente aumentan previo a la ocurrencia de un terremoto, lo que, sin embargo, no es aceptado por la comunidad científica.

Guliani provocó un grado tal de alarma entre la población, que el 30 de marzo fue impedido legalmente para seguir manifestándose. El Departamento de Protección Civil, además, convocó a una reunión urgente de la comisión de riesgos en L´Aquila, con el fin de proporcionar a los ciudadanos “toda la información de que dispone la comunidad científica sobre la actividad sísmica de la últimas semanas”.

En la reunión de dicha comisión se mencionó que aunque la probabilidad de que hubiera un sismo de gran magnitud en L´Aquila –como el de 1703, que destruyó a la ciudad– era pequeña, no podía descartarse totalmente. No obstante, en declaraciones a la prensa, De Bernardinis manifestó que la situación en L´Aquila era ciertamente normal y que no representaba un peligro. Además, refiriéndose al gran número de temblores que se habían presentado por meses, expresó que “la comunidad científica me asegura que, por el contrario, se tiene una situación favorable debido a la descarga continua de energía”.

Esta última afirmación ha sido muy cuestionada por los expertos, incluyendo a los miembros de la comisión de riesgos, como carente de bases científicas. Ha sido también un punto central para aquellos que acusan a la comisión de riesgos de no haber alertado a los ciudadanos sobre la posibilidad de que ocurriera un gran temblor en el corto plazo y que, por el contrario, hubiera emitido una declaración –a través de De Bernardinis– que los hizo bajar la guardia con resultados funestos.

Por su parte y de manera sorprendente, Guliani predijo el sismo del 6 de abril un día antes y alertó como pudo a sus conciudadanos de los riegos que corrían. Tal parece, no obstante, que Guliani no tenía una seguridad absoluta de que el terremoto fuera a ocurrir. Así, aunque el 5 de abril afirmaba que un sismo se presentaría en un plazo de 24 horas, la noche de ese día durmió en su casa con su familia, si bien –según un artículo publicado en 2010 por el periódico británico “The Guardian”– lo hizo vestido y con las puertas y las ventanas abiertas para salir corriendo en caso de que empezara a temblar.

El caso es que, como coinciden la mayor parte de los expertos, los terremotos son impredecibles y en estas circunstancias resulta sorprendente que alguien pueda ser condenado a una pena de cárcel por no alertar sobre los peligros de algo que no se tiene la seguridad que va a ocurrir. Ciertamente los expertos italianos no son acusados de no haber predicho un terremoto –lo que de ninguna manera podían hacer–. En lugar de eso son acusados de no haber sabido comunicar los riesgos que representa de un terremoto improbable, pero que podría ocurrir.

Aun así, resulta difícil aceptar que alguien pueda ser culpado por las muertes resultantes de un fenómeno natural. En todo caso, si se han de señalar culpables, éstos posiblemente fueran, en primer lugar, De Bernardinis, y en segundo, Guliani. Este último por su activismo desaforado sin contar con un respaldo científico sólido, y el primero por hacer una declaración irresponsable que desorientó a los habitantes de L´Aquila, lo que hizo en respuesta a la situación de alarma creada por Guliani.

Aunque es difícil aceptar que por esto pudieran merecer a una condena de varios años de cárcel.

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