Hogar, dulce hogar

Un problema de comunicación



Como se comentó en este espacio hace una semana, el pasado mes de octubre, seis científicos y un funcionario del Departamento de Protección Civil de Italia, miembros de la comisión de prevención de riesgos de ese país, fueron condenados a seis años de prisión. Esto, por su actuación previa al sismo de la madrugada del 6 de abril de 2009 que destruyó la ciudad de L´Aquila en el centro de la península italiana. La causa de la condena fue no haber alertado de manera adecuada a la población sobre los riesgos que enfrentaba por un posible sismo de gran magnitud en los días por venir.

En los meses previos al sismo del 6 de abril, L´Aquila fue sacudida por numerosos temblores de baja intensidad que muchos creyeron anticipaban un sismo mayor. En estas circunstancias, el gobierno italiano reunió a la comisión de riesgos para que evaluara la situación y emitiera una declaración. En la reunión de dicha comisión, celebrada seis días antes de la ocurrencia del temblor, los científicos afirmaron que, pese a los numerosos movimientos de tierra que se habían presentado en los meses previos, no existía una probabilidad particularmente alta de que fuera a ocurrir un sismo importante, pero que esto de ninguna manera podía descartarse.

La opinión de los expertos es que la ocurrencia de un sismo no puede predecirse científicamente, y en estas circunstancias a la comisión de riesgos sólo le quedó evaluar la probabilidad de que pudiera ocurrir uno de gran magnitud. En este respecto, L´Aquila está situada en la región de más alta actividad tectónica en Italia y, según la Wikipedia, ha experimentado unos diez sismos mayores –incluyendo el del 6 de abril de 2009– en los últimos 700 años. Los sismos de magnitud equivalente al del 6 de abril son entonces relativamente infrecuentes en esa región de Italia.

Por otro lado, la serie de temblores que se presentaron en los meses previos al 6 de abril de 2009 no era indicativa de la inminencia de un sismo importante. Esto, según Giuseppe Grandori del Politécnico de Milán –citado por la revista “Nature” en un artículo publicado en septiembre de 2011– quien señala que una serie de temblores de mediana magnitud solamente ha anticipado un gran sismo en un 2% de los casos. Así, no habría efectivamente existido motivo especial de alarma previo al terremoto del 6 de abril.

El caso es que, como lo atestiguaron sus habitantes, pocos días después de la reunión de la comisión de riesgos ocurrió un sismo en L´Aquila que destruyó la ciudad. Así, dicho sismo se sumó al 2% de casos en los que un gran terremoto sigue a una serie de temblores menores. La comisión de riesgos, por su parte, tuvo su terremoto propio y fue acusada de no haber comunicado de manera correcta a los habitantes del L´Aquila del riesgo que corrían.

Los científicos condenados aducen que ellos hicieron lo correcto en función de la información que poseían en esos momentos. Palabras más, palabras menos, el abogado de uno de los acusados arguye lo siguiente. Asumiendo que un amigo le pidiera que le recomendara el medio más seguro para viajar, él le contestaría que es el avión, basando su respuesta en las estadísticas de los accidentes aéreos, que son pocos en comparación con los que sufren otros medios de transporte. Si, no obstante, el avión tuviera un accidente y murieran todos sus pasajeros, su amigo habría corrido con mala suerte, pero esto no significaría que su consejo fue incorrecto.

En contraste, algunos habitantes de L´Aquila que perdieron familiares en el sismo aducen que la comisión de riesgos los mal informó sobre el peligro que corrían, emitiendo una declaración en el sentido que la serie de temblores menores que se había presentado eran benéficos, pues ayudaban a reducir la probabilidad de un sismo mayor –esta declaración en realidad fue hecha por el funcionario del Departamento de Protección Civil también condenado, sin la presencia de los científicos expertos–. Por esta declaración, muchos habitantes de L´Aquila habrían permanecido en sus casas la noche del 5 de abril en lugar de mudarse a un lugar más seguro.

En una declaración publicada por la revista “Nature”, un ciudadano de L´Aquila, que perdió a su esposa y a su hija de nueve años en el sismo, reprocha a la comisión de riesgos no haberle proporcionado toda la información necesaria para que hubiera tomado una decisión sobre permanecer o no en su casa la noche del sismo. En lugar de esto, recibió una información “adormecedora” que lo hizo tomar una decisión que resultó fatal.

Estudios sobre la percepción que tenemos de los riesgos que afrontamos de manera cotidiana, muestran que la misma no está necesariamente basada en hechos objetivos, tales como estadísticas de accidentes o de desastres naturales. Así, para alguien que perdió a su familia en el sismo de L´Aquila, es posiblemente difícil entender que fue víctima de un fenómeno impredecible, que tenía una probabilidad muy pequeña de ocurrir.

El problema que enfrentan los científicos condenados por el sismo de L´Aquila, se originó porque no supieron comunicar adecuadamente los riesgos que representa un fenómeno con una probabilidad muy pequeña de ocurrir, pero de un gran poder destructor. Fueron, sin embargo, condenados de manera injusta, pues esto de ninguna manera resulta una empresa sencilla.

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