El primer laboratorio científico de la historia

Misterios milenarios



No es infrecuente que la causa de la muerte de personajes famosos esté envuelta en controversias o especulaciones; particularmente por la sospecha de que pudieran haber sido víctimas de un crimen. Este, por ejemplo, es el caso de Alejandro Magno, que murió en Babilonia a un mes de cumplir 33 años y de quien se ha especulado fue envenenado. Es igualmente el caso de Napoleón Bonaparte, muerto en el exilio en la isla de Santa Elena a la edad de 51 años.

En relación a este último personaje, si bien el reporte de la autopsia que se le practicó poco después de morir indica que falleció por cáncer gástrico, hubo quien afirmara que igualmente fue envenenado. Esta aseveración se apoyó en los altos niveles de arsénico que fueron encontrados en cabellos que supuestamente pertenecían a Napoleón.

La muerte del faraón Tutankamon, que reinó en Egipto hace más de tres mil años, ha sido también motivo de especulación. Tutankamon es el faraón más famoso a pesar de haber muerto muy joven –antes de cumplir los 20 años–. Esto debido a los tesoros encontrados en su tumba que fue descubierta intacta en 1922. Así, en el caso de Tutankamon crece la fascinación que comúnmente despiertan los estudios forenses de personajes famosos, por el gran interés que produce todo lo referente al Antiguo Egipto.

La investigación de la causa de la muerte de un personaje famoso ocurrida cientos o miles de años es ciertamente un ejercicio fascinante. Este ejercicio, haciendo acopio de las técnicas de análisis modernas, ha producido en algunos casos resultados más o menos concluyentes. Este es el caso, por ejemplo, de Napoleón quien hoy sabemos muy probablemente –y después de todo– sí murió de cáncer gástrico como se consigna en su autopsia. Igualmente, es muy probable que Tutankamon, con todo y su corta edad, haya muerto de causas naturales y no asesinado como se especuló.

Un trabajo más de investigación forense exitosa, a miles de años de distancia del suceso criminal –que fue comentado ampliamente en días pasados por los medios masivos de comunicación–, apareció publicado esta semana en la revista “British Medical Journal”. Dicho trabajo, llevado a cabo por investigadores egipcios y europeos encabezados por Zahi Hawass del Consejo Supremo de Antigüedades de Egipto, se refiere al asesinato del faraón Ramsés III como resultado de la llamada “conjura del harén”.

Existe información histórica que Ramsés III, quién reinó en Egipto durante los años 1186-1155 a. C., fue víctima de una conspiración para asesinarlo. Dicha conspiración fue llevada a cabo por personas cercanas a faraón. Entre los principales conjurados de encontraba Tye, una esposa secundaria del faraón, y Pentaware, el hijo de ésta. La razón para el complot habría sido el descontento de Tye por la intención de Ramsés III de desconocer a Pentaware como su sucesor. La existencia de la conjura del harén se desprende del llamado Papiro Judicial de Turín.

De acuerdo con Hawass y colaboradores, no obstante, de dicho documento no es claro si la conjura tuvo éxito y terminó con la muerte de Ramsés III o bien si el faraón sobrevivió al atentado y murió poco después. Así, con el objeto de aclarar este punto, los investigadores llevaron a cabo una serie de estudios antropológicos, forenses, radiológicos y genéticos con la momia del faraón, así como con otra momia no identificada, pero que se presume es la de Pentaware.

Por medio de imágenes tomográficas se encontró que la momia de Ramsés III presenta una profunda cortada en la garganta, la cual no se había descubierto hasta ahora por la gruesa capa de vendas que le cubren el cuello. Según Hawass y colaboradores, esta lesión, que seccionó la tráquea y el esófago y llegó hasta la columna vertebral, es lo suficientemente severa para haber causado la muerte inmediata del faraón. Si bien no descartan que la lesión hubiera sido producida durante del proceso de embalsamamiento del cadáver, consideran que esto es improbable pues algo así no ha sido encontrado en otra momia egipcia. Se confirmaría así la conjura del harén relatada en el papiro de Turín, aportando, además, evidencias de que Ramsés III murió en el atentado.

Se encontró, por otro lado, que la supuesta momia de Pentaware corresponde a un sujeto que murió a la edad de 18-20 años, lo cual es consistente con la hipótesis de que se trata del hijo de Ramsés III. Presenta además signos de estrangulamiento, lo que sugiere que tuvo una muerte violenta. Así las cosas, con el objeto de determinar la filiación genética de ambas momias, se les practicaron pruebas de ADN, encontrando que ambos están efectivamente emparentados y que probablemente se trate de padre e hijo.

El misterio que rodea a los últimos días de Ramsés III queda así resuelto con un buen margen de certidumbre, más de tres mil años después de su muerte. Al mismo tiempo, no obstante, se abre otra interrogante, relativa a las circunstancias que rodearon la muerte de Pentaware, otro de los actores principales de la conjura del harén.

En todo caso, la solución dada al caso de la muerte de Ramsés III ejemplifica las capacidades que ha alcanzado la ciencia forense. Así, y ya que “quien puede lo más puede lo menos”, podríamos esperar que pocos crímenes cometidos en la actualidad queden sin aclararse.

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