El primer laboratorio científico de la historia

Viajes turísticos no demasiado lejos



Para aquellos interesados en viajar al espacio, la compañía Virgin Galactic ofrece lugares en su nave SpaceShip2 de seis asientos por el módico precio de 200,000 dólares por persona en viaje redondo. Si la intención es rentar el SpaceShip2 para un vuelo “Charter”, el costo resulta ser aún más bajo: un millón de dólares en total, es decir, seis boletos por el precio de cinco.

Los vuelos de Virgin Galactic –a iniciar en una fecha todavía no determinada– tendrán una duración de 2 horas y alcanzarán una altura de 110 kilómetros. Serán, además, vuelos sub-orbitales, de modo que subirán y bajarán sin dar una vuelta completa a la Tierra. A pesar de esto, los afortunados pasajeros del SpaceShip2 tendrán la oportunidad de experimentar la ingravidez durante cinco minutos y de comprobar con sus propios ojos que nuestro planeta es, efectivamente, redondo, tal como nos lo enseñan los libros.

Por otro lado, si bien una altura de 110 kilómetros es considerable –la altitud de crucero de un avión jet comercial es de 10 kilómetros–, el viaje de Virgin Galactic no nos lleva en realidad fuera de nuestro planeta, aunque ciertamente sí a un lugar de difícil acceso. Otro sería el caso de un viaje a la Luna, a Marte o a algún otro planeta o asteroide de nuestro sistema solar que están a distancias considerablemente mayores.

En efecto, tenemos que la Luna se encuentra a una distancia media de 384,000 kilómetros de la Tierra y que un viaje de ida y vuelta hasta allá requiere de una semana, en contraste con las dos horas del vuelo de Virgin Galactic. La Luna, por su lado, está relativamente cerca en comparación con Marte, que se encuentra a una distancia media de 225 millones de kilómetros y se requieren más de seis meses para alcanzarlo.

Por lo demás, las complicaciones para un viaje espacial se incrementan desproporcionalmente con el camino a recorrer. Esto se traduce en costos. Por ejemplo, cuando se ofrecieron viajes turísticos a la Estación Espacial Internacional –en órbita a unos 400 kilómetros de altura– tuvieron precios alrededor de los veinte millones de dólares –pasaje de ida y vuelta, y gastos de alojamiento y alimentos incluidos.

Aunque no ha habido hasta ahora ningún viaje tripulado a Marte, la NASA tiene planes para realizar uno en algo así como 20 años. Un empresario holandés tiene igualmente planes para enviar una misión al planeta rojo con financiamiento privado. Las dificultades técnicas que hay que superar para llevar a cabo estos planes, no obstante, son mayúsculas.

Uno de los problemas mayores a sortear son las radiaciones cósmicas que permean el espacio profundo. Estas radiaciones están constituidas por átomos que viajan a grandes velocidades impulsados durante la explosión de estrellas, las cuales se sabe pueden provocar cáncer, entre otras enfermedades. Así, si los astronautas han de permanecer por largo tiempo en el espacio profundo, la nave espacial tiene que ser blindada de las radiaciones cósmicas.

Para complicar las cosas, en un artículo publicado esta semana en la revista PLOS ONE por investigadores médicos de la Universidad de Rochester en los Estados Unidos, se afirma que la radiación cósmica a la que estarían expuestos los astronautas durante los tres años que duraría la misión a Marte podría acelerar el inicio del mal de Alzheimer. Esta conclusión fue obtenida mediante el estudio de ratones que fueron expuestos a una dosis de radiación de átomos de fierro equivalente a la sufrirían los astronautas en su viaje rumbo al planeta vecino. Encontraron que los ratones irradiados mostraban alteraciones neurológicas indicativas del mal de Alzheimer.

Aún más, según Kerry O´Banion, autor principal del artículo de referencia, los átomos de fierro de la radiación cósmica son tan energéticos que sería necesario un blindaje de dos metros de espesor de plomo o concreto para bloquearlos de manera efectiva, lo que se antoja de difícil realización.

Si bien la radiación cósmica llena todo el espacio profundo, aquí en nuestro hábitat y en su vecindad inmediata estamos protegidos de su influencia por el campo magnético de la Tierra. De este modo, por más que los turistas de Virgin Galatic estén expuestos en su viaje al espacio a un medio peligroso, dicho medio no es a fin de cuentas demasiado diferente al que tenemos en la superficie de nuestro planeta en cuanto a las condiciones para la vida. Así, no sería sorprendente que, tal como algunos auguran, la era del turismo espacial a lugares no demasiado alejados de nuestro planeta–para los adinerados, por supuesto– ya está aquí para quedarse.

No es el caso de los viajeros del espacio profundo que sí encontrarán un medio ambiente tremendamente hostil hacia la vida tal como la conocemos. No esperaríamos entonces que por un buen tiempo se den viajes tripulados a Marte, ya no digamos grupos de vacacionistas en plan de veraneo en el planeta rojo.

Esto aun sin tomar en cuenta los problemas económicos por los que atraviesa el mundo que nos indican que, por más planes que se hagan, en cuanto a viajes por el espacio profundo, el horno no está para bollos.

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