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Primeramente, a las dos ratas les fueron implantados electrodos en el cerebro, a través de las cuales fue posible acceder a los impulsos eléctricos que el mismo genera. Los electrodos permiten también estimular al cerebro por medio de impulsos eléctricos externos.
Las dos ratas fueron, además, entrenadas para accionar una de dos palancas en respuesta al estímulo de una luz roja. Cuando la rata accionaba la palanca correcta era recompensada con una pequeña cantidad de agua. Después del entrenamiento, una de las ratas, la “trasmisora”, fue capaz de escoger la palanca correcta un 95% de las veces que lo intentó. La otra rata, la “receptora”, aparte de ser sometida al mismo entrenamiento, fue condicionada para responder a impulsos eléctricos aplicados al cerebro a través de los electrodos.
Durante el experimento se grabaron los impulsos eléctricos que generó el cerebro de la rata trasmisora cuando fue puesta en la disyuntiva de escoger una de las dos palancas. Estos impulsos fueron de manera inmediata enviados vía internet a Brasil y allí aplicados al cerebro de la rata receptora, puesta ésta en posición de escoger una de dos palancas, idénticas a las del laboratorio en la Universidad Duke. El resultado fue que la rata receptora en Brasil escogió la misma palanca seleccionada por la rata originadora del estímulo, en siete de diez intentos. Así, la rata en los Estados Unidos trasmitió su pensamiento a la rata en Brasil, sin que hubiera un contacto físico entre ambas.
Si bien, según una nota publicada por el New York Times, algunos especialistas no se mostraron especialmente entusiasmados por este resultado, en otros casos lo consideraron asombroso. Uno de los autores del artículo referido arguye que dichos resultados representan un pequeño paso hacia una futura computadora biológica compuesta por numerosos cerebros actuando en sincronía para realizar una tarea común. En este respecto hay que mencionar que cuando la rata receptora accionaba la misma palanca que la rata trasmisora, ésta última recibía una recompensa adicional de agua y en este sentido tenía un estímulo para trasmitir sus pensamientos de la mejor manera posible.
Por supuesto, una cosa es especular sobre una futura computadora biológica y otra hacerla realidad, pues un cerebro con funciones cognitivas superiores es de una complejidad extrema. En este sentido, el cerebro humano, el más complejo de todos, está formado por cerca de 100,000 millones de neuronas, pudiendo tener cada neurona hasta unas 10,000 conexiones.
El cerebro en general y no solamente el humano, es ciertamente de una gran complejidad; tan grande, que sabemos muy poco acerca de su funcionamiento. Con el propósito de cerrar este vacío en nuestro conocimiento, el Presidente de los Estados Unidos dio a conocer el pasado 12 de febrero que está preparando un proyecto a diez años con un financiamiento masivo, para descubrir el mapa del funcionamiento del cerebro humano. Este mapa contrastaría con uno que simplemente describiera la posición de las neuronas del cerebro y sus conexiones. En palabras de George Church de la Universidad Harvard, “la diferencia entre estos dos mapas sería equivalente a conocer solamente la posición y extensión de todas las líneas telefónicas, en lugar de saber dónde, cuándo y cómo, estas líneas trasmiten información”.
Según algunos investigadores, el proyecto para desarrollar el mapa del cerebro humano tiene paralelismos con el proyecto que en 2003 desentrañó el genoma humano. No todos los expertos, sin embargo, están igualmente entusiasmados en un proyecto que supondría un costo que rondaría los 3,000 millones de dólares en diez años. Entre otras cosas, consideran que desarrollar un mapa del funcionamiento del cerebro es considerablemente más complicado que lo que fue secuenciar el genoma humano y que los objetivos planteados no son factibles al corto plazo.
Por lo pronto, y en espera de que la controversia se aclare y sepamos la suerte que corra el proyecto anunciado, nada nos impide especular sobre lo que significará y los beneficios que nos traerá conocer en detalle cómo opera un órgano que ha sido calificado como el objeto más complejo del Universo. Nada nos impide tampoco especular sobre la posibilidad de construir una computadora biológica, integrada por una conjunción de los objetos más complejos del Universo, que potencie hasta niveles difíciles de concebir la inteligencia humana.
Aunque, para que esto suceda, mucho tendrá que avanzar la ciencia para convencer a un número suficiente de voluntarios de participar como unidades de dicha computadora. En particular, para que accedan a que se les implanten electrodos en el cerebro.
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