El primer laboratorio científico de la historia

Fin poco digno de un pasado distinguido



Con el último vuelo del programa de transbordadores espaciales llevado a cabo en 2011, los Estados Unidos perdieron la capacidad de realizar misiones tripuladas al espacio, en particular a la Estación Espacial Internacional. Se vieron de este modo obligados a recurrir a la agencia espacial rusa que ofrece servicios de transporte, ida y vuelta, a dicha estación.

Los vuelos rusos parten del cosmódromo de Baikonur, localizado en la República de Kazajistán. Este puerto espacial, fundado en el año 1955, ha tenido un papel destacado en la era del espacio. De ahí partieron los cohetes que pusieron en órbita al primer satélite artificial –el Sputnik I– y a la perra Laika, el primer animal en viajar al espacio. Desde Baikonur fueron igualmente puestos en órbita Yuri Gagarin, el primer humano en el espacio, y Valentina Tereshkova, la primera mujer cosmonauta. El puerto de Baikonur ha sido ciertamente clave en la historia de los vuelos espaciales.

Dado que el cosmódromo de Baikonur se inició como una instalación militar, se escogió para establecerlo un lugar remoto en la entonces República Socialista Soviética de Kazajistán, a unos 200 kilómetros al este del Mar de Aral –en una región con tormentas de arena y variaciones extremas de temperatura que alcanzan los noventa grados centígrados a los largo del año.

El nombre Baikonur correspondía en realidad al de un pequeño pueblo minero localizado a unos 300 kilómetros del cosmódromo. Los soviéticos, enfrascados en la Guerra Fría con los Estados Unidos, le dieron al cosmódromo el nombre del pueblo minero –lo mismo que sus coordenadas geográficas– con el fin de ocultar su verdadera localización.

Al lado del cosmódromo nació un pueblo para albergar a lsus trabajadores. Dicho pueblo fue originalmente llamado Leninski. En 1995, sin embargo, adoptó el nombre del cosmódromo –y, en último término, el del pequeño pueblo minero usado como carnada para engañar a los espías–. El actual Baikonur es entonces un pueblo joven, con poco más de medio siglo de antigüedad. Es además, un pueblo muy peculiar, con grandes contrastes, como lo describe un artículo aparecido está semana en el diario “The New York Times” cuyo autor es Andrew Kramer.

En efecto, Baikoiur es hoy en día la puerta principal al espacio para vuelos tripulados –la única otra puerta es el centro espacial chino de Jiu Quan, en Mongolia Interior, que tiene una actividad mucho menor–. De Baikonur depende para sus vuelos no solamente la NASA, sino también la agencia espacial europea, la de Japón y la de Canadá, que tienen participación en la Estación Espacial Internacional.

Baikonur y su cosmódromo están de este modo a la vanguardia tecnológica en cuanto a vuelos al espacio se refiere. Al mismo tiempo, el pueblo de Baikonur propiamente dicho muestra atrasos en otros aspectos. Así, según consigna Kramer en su artículo, los primeros teléfonos celulares llegaron a Baikonur apenas en 2005, y fue solamente hasta 2011 cuando el pueblo contó con un aparato de diagnóstico médico por resonancia magnética. Al mismo tiempo Baikonur sufre un proceso de degradación urbana en el que numerosos edificios abandonados –por resultar imprácticos en el clima extremoso de la región– son ocupados por oleadas de nómadas kasajos.

Y lo que es peor, el futuro no luce mejor. El cosmódromo de Baikonur fue construido por los rusos cuando Kazajistán formaba pare de la Unión Soviética. Al disolverse ésta en 1991 y convertirse Kazajistán en un país independiente, el cosmódromo quedó en territorio kasajo. A fin de hacer uso de las instalaciones del puerto Rusia paga a Kazajistán una renta de 115 millones de dólares anuales por medio de un contrato que vencerá en 2050. Rusia, sin embargo, ha decidido construir un puerto espacial en su territorio, con el fin de “tener garantizado el acceso al espacio”, según ha declarado el Presidente Putin.

El nuevo centro espacial –cosmódromo de Vostochny– está ya en construcción y estará localizado en el extremo oriente de Siberia. Se planea terminarlo en el año 2018 y transferir todas las operaciones de Baikonur al nuevo puerto espacial en 2020. Con esto desaparecería el cosmódromo de Baikonur con su cauda impresionante de logros espaciales, y seguramente Baikonur se convertiría en un pueblo fantasma al esfumarse el agente que le dio vida. Un fin poco digno de un pasado tan distinguido.

Baikonur, no obstante, tiene una ventaja geográfica con respecto al sitio del nuevo puerto espacial ruso: está localizado a una latitud menor, más cerca del ecuador terrestre. Esto es ciertamente una ventaja, pues le permite aprovechar de mejor manera la rotación de la Tierra para reducir la cantidad de combustible necesario para colocar un peso en órbita terrestre. En este sentido, entre más baja sea la latitud mayor será el ahorro de combustible. Rusia, sin embargo, es un país norteño sin acceso a latitudes bajas y, de hecho, esta fue la razón por la que decidió construir el cosmódromo en Kazajistán. Tomando en cuenta solamente aspectos económicos, podría resultar ventajoso para Rusia no transferir por completo sus vuelos espaciales al nuevo cosmódromo.

Si su ventaja geográfica le vale a Baikonur para sobrevivir es algo que veremos en los próximos años.

Comentarios