El primer laboratorio científico de la historia

Un asunto de futbol



Cuando en 1863 los clubes y escuelas de Londres practicantes del futbol se reunieron en una taberna del centro de la capital británica –llamada “Freemason´s Tavern”– para unificar las reglas del juego –que hasta entonces cada quién practicaba a su manera–, con seguridad jamás imaginaron el impacto que su iniciativa tendría con el correr de los años. En efecto, dado el papel preponderante que los británicos jugaban en el mundo en esos momentos, el futbol organizado –el llamado futbol asociación– no solamente cobró fuerza en el Reino Unido, sino que se extendió por todo el mundo.

Y lo hizo con tal fuerza y de manera tan exhaustiva que, según la FIFA, el futbol tiene hoy en día 250 millones de practicantes. Además, en el último medio siglo este deporte se ha convertido en un negocio multifacético de enormes dimensiones, cuyo alcance no es necesario comentar.

En comparación con sus parientes cercanos, el rugby y el futbol americano, el futbol asociación luce como un deporte menos peligroso. Ciertamente, según han documentado los expertos, en el futbol hay una probabilidad más baja de salir con un hueso roto o con un hombro dislocado que en el rugby. Una característica del futbol, sin embargo, es el uso de la cabeza para golpear el balón, y dado que éste tiene un peso de casi medio kilogramo y que puede hacer contacto con la cabeza del jugador a una velocidad de 80 kilómetros por hora, cabe preguntarse si esto es peligroso para la salud.

Este pudiera ser el caso, de acuerdo con Michael Lipton del Albert Einsten College of Medicine de la Universidad Yeshiva en Nueva York. Lipton y colaboradores llevaron a cabo una investigación con 37 jugadores aficionados de futbol, 28 hombres y nueve mujeres, con una edad promedio de 31 años. Los jugadores habían practicado el futbol 22 años en promedio y todos habían tenido actividad en el último año.

El objetivo de la investigación –publicada esta semana en la revista “Radiology” – fue el de averiguar si el golpeteo continuo de balón contra la cabeza de un jugador de futbol provoca cambios en la materia blanca del cerebro. Los expertos saben que la materia blanca cumple la función de conectar diferentes partes del cerebro en donde se procesa la información, de modo que un daño a la misma afectará las funciones cognitivas.

Lipton y colaboradores encontraron que el cerebro de los jugadores que cabecearon el balón un número de veces más allá de un valor umbral –entre 885 y 1,550 veces por año, según la región de cerebro considerada– mostraron alteraciones en la materia blanca que están asociadas a deficiencias cognitivas en pacientes que sufrieron una conmoción cerebral de mediana intensidad. Encontraron, además, que los jugadores con más de 1,800 cabezazos por año –alrededor de cinco por día– tendían a obtener marcas más bajas en pruebas de memoria que aquellos que cabecearon de manera menos frecuente.

De este modo, si bien cabecear un balón de futbol por una sola vez probablemente no genere mayores problemas, según Lipton el hacerlo de manera repetida tiene un efecto acumulativo y lleva a alteraciones en la integridad de la materia blanca. Advierte, no obstante, que los resultados de su estudio son preliminares y que fueron tomados con una muestra pequeña de jugadores. Sería entonces necesario que fueran confirmadas por otras investigaciones independientes.

De confirmarse los resultados, la solución para niños y jugadores aficionados –que hacen deporte por gusto y por el beneficio de ejercitarse– sería simplemente evitar cabecear el balón. De hecho, Lipton aconseja que, como precaución, se haga esto en los entrenamientos, durante los cuales es más frecuente el cabecear balones.

En cuanto a los jugadores profesionales, el peligro de daño cerebral podría simplemente tomarse como un riesgo propio de la profesión. Después de todo hay deportes profesionales más peligrosos para el cerebro, como es el caso del boxeo, en el que –en beneficio del negocio– se pasan por alto detalles relativos a la seguridad de los competidores.

Otra solución podría ser un cambio en las reglas del futbol asociación. Así, de la misma manera como se prohibió usar las manos para acarrear el balón en las reglas redactadas en la “Freemason´s Tavern” hace 150 años –y que sí se permite en el rugby y en el futbol americano–, las nuevas reglas podrían prohibir tocar el balón con la cabeza de manera intencional.

Hay que admitir, no obstante, que esto último cambiaría el futbol de manera sustancial y por tanto sería improbable que se llevara a cabo.

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