Hogar, dulce hogar

Historias de lobos



Los lobos son, ciertamente, animales con una mala reputación, que frecuentemente han sido considerados como la encarnación del mal. Es una loba, por ejemplo, la que en el canto primero de la Divina Comedia impide a Dante acercarse a la cima luminosa en la que reencontraría el camino de la virtud perdido a la mitad de su vida. Siglos más tarde, el cuento infantil de Caperucita Roja de los Hermanos Grimm nos habla de una niña pequeñita a la que un lobo malvado engaña y devora, tal como había hecho antes con su abuelita.

Los lobos como encarnación del mal también aparecen en la novela “Drácula” de Bram Stoker. Cuando el protagonista Jonathan Harker, ignorante de los peligros que le acechaban, se acerca al castillo de Drácula en Transilvania en medio de una noche iluminada por la luna llena, lo hace rodeado de aullidos de lobos. Posteriormente, Harker constata que lo lobos obedecen a Drácula, cuando éste les ordena que den muerte a una mujer que reclamaba le devolvieran a su hijo raptado por el vampiro.

No obstante, no siempre los lobos son o han sido considerados entes malignos. Baste recordar la leyenda de Rómulo y Remo, quienes al nacer habrían sido abandonados a su suerte en una cesta en el Rio Tíber, logrando sobrevivir amamantados por una loba, episodio que a la postre habría llevado a la fundación de Roma. En otro contexto, el apodo “lobos” es considerado adecuado para equipos de deportes que requieren de rapidez, agresividad o violencia –como es el caso del futbol americano.

De un modo o de otro, los lobos –no como símbolos sino como seres de carne y hueso– no gozan de nuestra simpatía, como animales depredadores y feroces que son. Y las películas de Hollywood, en las que humanos se convierten en lobos asesinos en las noches de luna llena, no contribuyen a conquistarla. De hecho, es precisamente Hollywood el responsable de que la silueta de un lobo aullando, teniendo como trasfondo la luna llena, se haya convertido en una imagen icónica de historias de terror.

Pero, ¿cuál es realmente la razón por la que los lobos aúllan? Según Francesco Mazzini de la Universidad de Parma, Italia, y un grupo de colaboradores de varios centros de investigación en Europa, los lobos aúllan para comunicarse con otros lobos; y lo hacen de una manera consciente y no solamente como una respuesta automática a una cierta situación de estrés. Alcanzaron esta conclusión mediante un estudio realizado en Austria con nueve lobos mantenidos en cautiverio, el cual fue publicado el 22 de agosto pasado en la revista “Current Biology”.

Como parte de la investigación, Mazzini y colaboradores separaron y llevaron lejos del grupo a uno de los lobos y registraron los aullidos que los restantes animales emitían en respuesta. Hicieron esto 27 veces, escogiendo en cada ocasión un lobo al azar. Al mismo tiempo, mediante un análisis de saliva, midieron el nivel de estrés que sufrían los lobos por el hecho de que uno de ellos fuera removido del grupo.

Encontraron que el número de aullidos estaba en relación directa con la jerarquía que el lobo segregado tenía en el grupo, siendo más frecuentes cuando se trataba del lobo dominante. Igualmente, la frecuencia de aullidos de un determinado lobo estaba relacionada con la relación particular que dicho lobo tenía con el segregado. Por otro lado, los investigadores no encontraron una relación clara entre el nivel de estrés y la frecuencia de los aullidos.

En otra serie de experimentos, se separó a un lobo del grupo y se le colocó en un lugar cercano. Los otros miembros del grupo no podían verlo pero sabían en donde se hallaba. Se encontró que solamente en 2 de 27 experimentos hubo aullidos 20 minutos después de la separación. Esto contrasta con los experimentos en los que se llevó al lobo segregado lejos del grupo, en donde se produjeron aullidos en 26 de 27 pruebas.

Mazzini y colaboradores concluyeron que los aullidos son producto del conocimiento consciente que los lobos tienen de su situación y de sus alrededores y no resultan meramente del nivel de estrés al que están sometidos. Es decir, que los aullidos tienen una base social, pues para el grupo de lobos es importante la función del líder. Un lobo responde igualmente a la situación que experimenta cuando es separado de otro lobo con el que mantiene una relación cercana.

No obstante, John Teberge de la Universidad de Waterloo, Canadá, opina que es peligroso extender resultados obtenidos con lobos en cautiverio a aquellos que está en libertad. Para éstos, que pueden seguir de manera libre a otros lobos por medio del olor, la función que cumple el aullido puede ser diferente. Señala, además, que los lobos en libertad aúllan después de despertar de un periodo largo de sueño, por causas claramente diferentes a las de los experimentos.

Si se pueden extender los resultados obtenidos con lobos en cautiverio a lobos en libertad es algo que tendrá que establecerse con nuevas investigaciones. Resulta, sin embargo, interesante contrastar la imagen de los lobos que nos entrega el artículo de Mazzini y colaboradores, con aquella idea común de estos animales como bestias asesinas y encarnaciones del mal. Y constatar, además, que no necesitan de la luna llena para aullar.

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