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Con la ayuda de la tecnología de “fracking” los Estados Unidos han revertido la tendencia a la baja que su producción de petróleo mantuvo desde 1986, la cual se ha incrementado año con año a partir de 2008. Según el “Annual Energy Outlook 2013” de la Energy Information Administration de los Estados Unidos, la producción de petróleo en ese país, que era de 5 millones de barriles diarios en 2008, aumentó a 6.5 millones de barriles diarios en 2012. Con respecto a la producción de gas natural, mediante técnicas de “fracking” los Estados Unidos incrementaron su producción de este combustible en un 25% entre los años 2005 y 2011.
El “fracking” está tan de moda que incluso tiene presencia en la música popular. Así, en la canción “Doom and Gloom” de “The Rolling Stones” –aparecida en el disco editado en 2012 con motivo del 50 aniversario de la banda– Mick Jagger alude a la búsqueda de petróleo empleando el “fracking”, cantando: “Fracking deep for oil but there is nothing in the sump”.
El “fracking” es, no obstante, una tecnología muy controvertida, que sufre un fuerte rechazo por parte de grupos ecologistas preocupados por el daño que, según ellos, ocasiona al medio ambiente. En particular, señalan su potencial para contaminar mantos acuíferos con metano –componente principal del gas natural– y con las sustancias químicas empleadas en la perforación de los pozos. Así, si bien cuenta con defensores —algunos seguramente de buena fe y otros que cuidan los grandes intereses económicos involucrados—, la imagen pública del “fracking” no necesariamente goza de buena salud.
En los yacimientos de petróleo o gas de pizarra el combustible está atrapado en un sustrato rocoso poco permeable. Éste impide su libre flujo hacia el pozo de extracción, lo que lo hace económicamente inviable. Por medio de la tecnología de “fracking” se inyecta al pozo agua a una enorme presión con el objeto de fracturar la roca y permitir así el flujo de combustible hacia el pozo de extracción. Además, con el objeto de optimizar el proceso de recolección de combustible, una vez que se perfora el pozo hasta alcanzar el nivel del yacimiento, la perforación se prolonga horizontalmente a lo largo del mismo.
Como se mencionó anteriormente, un punto de preocupación con la tecnología de “fracking” es que las sustancias químicas inyectadas al subsuelo puedan contaminar los mantos acuíferos; con el agravante de que, comúnmente, estas sustancias no son dadas a conocer por las compañías perforadoras, lo que dificulta determinar el posible grado de contaminación de un determinado acuífero.
No es este el único problema que los ecologistas asocian al “fracking”. Consideran, por ejemplo, que durante la extracción de gas metano una parte significativa de éste escapa a la atmósfera y contribuye a elevar el calentamiento global. En este respecto, hay que notar que el metano es un gas de invernadero más potente que el dióxido de carbono, principal responsable del cambio climático que aqueja al mundo. Los ecologistas están también preocupados por el agua residual del proceso de perforación de los pozos, la cual regresa a la superficie contaminada con sales y desechos radiactivos. Y por si fuera poco, a la práctica del “fracking” se le ha responsabilizado de generar temblores de tierra de mediana intensidad.
De acuerdo con el Departamento de Energía de los Estados Unidos, nuestro país cuenta con una de las mayores reservas de gas de pizarra. Éstas se localizan en los estados de Coahuila, Nuevo León, Tamaulipas y Veracruz. Dada esta circunstancia hay quien considera que en el gas de pizarra está buena parte del futuro energético del país –ahora que la producción petrolera está menguando– y que este combustible jugará un papel central en la reforma energética.
No todo mundo está de acuerdo, sin embargo. Y no solamente por el impacto al medio ambiente que se atribuye al “fracking”, sino por las enormes cantidades de agua que se necesitan para la implementación de un pozo –mínimamente de 8 millones de litros de agua, cantidad suficiente para proveer por una día a 50,000 casas habitación–. Considerando los miles de pozos que se plantea perforar en México, hay quien opina que el “fracking” no es una tecnología adecuada para nuestro país, que no se caracteriza precisamente por su abundancia de recursos hídricos.
Por lo demás, habría que esperar a que se tengan datos duros sobre el impacto ecológico de la práctica de “fracking”, a fin de determinar su peligrosidad ambiental. Por lo pronto esta tecnología está bajo fuego intenso en Europa, e incluso ha sido prohibida en Bulgaria y Francia.
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