El primer laboratorio científico de la historia

Cuento chino



El proyecto “Mars One”, que hizo noticia esta semana, es sin duda un proyecto muy peculiar –por decir lo menos–. Es peculiar no solamente porque pretende realizar una misión tripulada a Marte –que no tiene precedentes– con fondos privados, sino porque el viaje planeado será solamente de ida, pues se busca que los astronautas se queden a colonizar el planeta. El proyecto, sin embargo, no parece tener viabilidad técnica, pues Marte se encuentra a una distancia muy grande que varía, según su alineación con la Tierra, entre los 59 y 102 millones de kilómetros.

La distancia en realidad no resulta por sí misma un obstáculo insuperable para viajar hasta Marte. De hecho, toma solamente de cinco a diez meses llegar hasta allá, pues las naves interplanetarias viajan a una velocidad considerablemente alta. Un problema más grande lo constituye la radiación de alta energía que permea el espacio y a la que estarían expuestos los astronautas a lo largo del viaje. Una parte de esta radiación proviene de fuentes de energía más allá del sistema solar; otra parte, la más impredecible y peligrosa, se origina en el sol. En la superficie de la Tierra estamos protegidos de estas radiaciones por la atmósfera y por el campo magnético que rodea a nuestro planeta. En la travesía a Marte los viajeros estarían sin esta protección y absorberían radiaciones capaces de enfermarlos o matarlos.

¿Qué tan altos son los niveles de radiación en el espacio? Un artículo publicado el pasado mes de diciembre en la revista “Science” nos da la respuesta: en un viaje con una duración de 180 días los astronautas recibirían una dosis de radiación que es aproximadamente un tercio del límite de seguridad establecido por la NASA. Estos datos, que fueron obtenidos por la sonda “Curiosity” en su viaje al planeta Marte, no toman en cuenta, sin embargo, que la actividad del Sol puede aumentar de forma imprevista elevando considerablemente su nivel de radiación emitida.

Con relación a esto, se puede leer en la página electrónica de la NASA que en el periodo de tiempo que medió entre las misiones Apollo 16 y Apollo 17, que llevaron astronautas a la superficie de la Luna, las radiaciones del Sol se incrementaron de manera extraordinaria, y que de haber ocurrido este evento durante el tránsito de una de las naves a nuestro satélite, los astronautas habrían recibido dosis letales en unas diez horas. De acuerdo con la NASA, para futuras misiones tripuladas interplanetarias, uno de los problemas clave a resolver es precisamente el relativo a la protección de las tripulaciones en contra de las radiaciones del espacio.

Al margen de lo anterior, los astronautas del proyecto “Mars One” eventualmente recibirían dosis letales de radiación en la superficie de Marte, pues este planeta tiene una atmósfera demasiado tenue y no cuenta con un campo magnético protector como el de la Tierra.

No parece, entonces, que el proyecto “Mars One” tenga factibilidad técnica. No parece tampoco que tenga viabilidad financiera si tomamos en cuenta que enviar un hombre a la Luna –que está considerablemente más cerca de la Tierra– costó unos 170,000 millones de dólares. Y, sin embargo, el proyecto es tomado de manera seria –al menos en apariencia– por numerosas personas. Mínimamente por las 200,000 que, según sus promotores, se inscribieron –pagando una cuota– para buscar uno de los 24 sitios en alguna de las naves que viajarían con dirección a Marte a partir de 2024.

Cabe preguntarse quién puede estar interesado en realizar un viaje tan peligroso y, además, sin regreso. Una revisión en internet entre los semifinalistas nos arroja algunos nombres. Encontramos, por ejemplo, que Ken Sullivan, quien vive en Utah y es padre de cuatro hijos, está interesado en viajar a Marte –por más que haya sido amenazado por su esposa con el divorcio si continúa con sus planes–. Sullivan trabajó como contratista en Iraq arreglando helicópteros. Nuria Tapias de 30 años, del pueblo de Calafell en Cataluña, está también interesada en viajar a Marte. Nuria estudió filosofía y trabaja en una inmobiliaria. Es apasionada de la astronomía y espera vivir 40 años en la Tierra y el resto en Marte. No sabe en que se basaron para escogerla, pues solo le pedían que fuera mayor de 18 años y midiera entre 1.60 y 1.90 metros de altura.

Entre los 1058 semifinalistas destaca Andrés Eloy Martínez Rojas, Secretario de la Comisión de Ciencia y Tecnología de la Cámara de Diputados. Martínez Rojas es astrónomo aficionado y considera que un punto que tiene a su favor para lograr estar entre los finalmente elegidos es que bautizó a un cráter que se encuentra en Marte con el nombre de Jojutla –Martínez es diputado por el Estado de Morelos–. Una de sus motivaciones para el viaje es precisamente visitar este cráter.

No es claro que tan firmes son las intenciones de viajar a Marte por parte de los más de mil preseleccionados y si dado el momento y se encuentran entre los finalistas de verdad se atreven a abandonar este planeta. Ciertamente, si bien es cierto que de todo hay en la viña del señor, también lo es que no hay loco que coma lumbre. En todo caso, es posible que nunca tengan que tomar la decisión y que solo se trate de un cuento chino sobre Marte que, sin duda, dejará ganancias a sus promotores.

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