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A más de dos semanas del derrame el problema no se ha superado, y según un comunicado emitido el pasado viernes por la CONAGUA, existen todavía en el río Sonora concentraciones de arsénico, cadmio, cobre, cromo y mercurio en la parte media y baja de la cuenca, con picos que rebasan los límites máximos permisibles establecidos por la norma.
El cadmio –que es tóxico en muy bajas concentraciones– fue el causante de la enfermedad “Itai-itai” aparecida en las primeras décadas del siglo XX en la cuenca del río Jinzugawa en la prefectura de Toyama en el Japón. El cadmio fue vertido en el rio Takaharagawa, afluente del Jinzugawa, por la mina Kamioka, operada por la compañía Mitsui Mining and Smelting. Una vez en el río, el cadmio fue ingerido por los peces que sirvieron de alimento a los habitantes de la región que así resultaron intoxicados. Una segunda vía de envenenamiento fue el arroz cultivado en las inmediaciones de los ríos contaminados y regado por medio del agua de los mismos.
El envenenamiento por cadmio produce daños renales y ablandamiento de los huesos. Según la página web del “Museo de la Enfermedad Itai-itai” de la prefectura de Toyama, dicha enfermedad “empieza con un dolor en la espalda baja, los hombros y las rodillas. Cuando los síntomas llegan a ser más serios, se producen roturas repetidas de huesos hasta que la víctima es incapaz de moverse y es finalmente confinada a la cama con dolores atacando todo el cuerpo”. Estos dolores son los que han dado al padecimiento el nombre Itai-itai, que en japonés significa duele-duele.
Otro de los metales contenidos en el derrame de Cananea, el mercurio, no se queda atrás en cuanto a efectos tóxicos, particularmente en la forma de metilmercurio, compuesto que afecta al sistema nervioso central. Un caso famoso de envenenamiento masivo por mercurio ocurrió en la primera mitad del siglo pasado en Minamata, un pueblo de pesadores en la isla Kyushu del archipiélago japonés. El envenenamiento fue provocado por las descargas de mercurio por parte de la compañía Chisso en las aguas de la bahía de Minamata, en donde fue absorbido por peces y mariscos y eventualmente por los pescadores que los consumieron. Según la Wikipedia, hasta el año 2001 habían sido oficialmente reconocidas 2,265 víctimas de la enfermedad de Minamata.
Sabemos que la contaminación del medio ambiente se ha acelerado a raíz del inicio de la Revolución industrial. En el caso de algunos contaminantes como el dióxido de carbono, tenemos información detallada de su evolución en la atmósfera y en los océanos a lo largo de los años. Esto, sin embargo, no es el caso general y en particular no lo es para el mercurio que es un contaminante de mucha relevancia para nosotros por su presencia en los productos alimenticios de origen marino que forman parte de nuestra dieta. En un artículo publicado el 7 de agosto pasado en la revista “Nature” se describe un estudio que tuvo por finalidad superar esta deficiencia. El artículo fue publicado por un grupo de investigadores en instituciones de los Estados Unidos y Europa, encabezado por Carl Lamborg de la Wood Hole Ocenaographic Institution.
A través del estudio de muestras de agua recogidas a varias profundidades marinas, algunas por debajo de los 1000 metros, Lamborg y colaboradores llegaron a la conclusión de que la concentración de mercurio en aguas oceánicas a profundidades menores a 100 metros se ha triplicado desde el inicio de la Revolución industrial. Tomando a los océanos como un todo, dicha concentración se ha incrementado en 10% sobre los niveles pre-industriales. Así, la contaminación por mercurio, al igual que por otros contaminantes, ha crecido producto de nuestro desarrollo industrial.
A más de medio siglo de los desastres de Toyama y Minamata no esperaríamos que ocurrieran otros de similar magnitud; en particular, no se esperaría que esto ocurriera con el derrame actual del río Sonora. Lo cual no implica, por supuesto, que no estemos expuestos a contaminantes de todo tipo. Como tampoco implica que aquellas empresas generadoras de contaminantes se tomen todo el cuidado necesario para evitar nuestra exposición a los mismos, ni que asuman espontáneamente su responsabilidad en caso de un accidente. La compañía Chisso, por ejemplo, trató de ocultar de muchas maneras su involucramiento en el caso Minamata y, por declaraciones oficiales, tal parece que lo mismo ocurre en el caso Cananea.
Y de alguna manera la estrategia funciona. Así, Chisso logró sortear la crisis y aun opera como fabricante de productos químicos. Incluso, en su página de internet se puede leer “Nosotros hemos operado la manufactura y la venta de productos químicos y contribuido a que las personas tengan un estilo de vida confortable desde nuestro establecimiento en 1906”.
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