Hogar, dulce hogar

Un viaje casi a la eternidad



En su libro de viajes “The innocents abroad” publicado en 1869, el escritor norteamericano Mark Twain escribe que durante su viaje a Egipto le hicieron saber que en ese país los trenes empleaban como combustible momias con una antigüedad de tres mil años, y que para este propósito las momias se compraban por toneladas o por cementerios completos. Mark Twain afirma que esto se lo dieron por un hecho y que él estuvo dispuesto a creerlo.

Lo anterior, si bien se toma como una broma del escritor, refleja la abundancia de momias egipcias, resultado de que en el Antiguo Egipto, hace miles de años, era costumbre momificar a los muertos con el fin de preservar sus cuerpos para la eternidad. Esto, con el objeto de que pudieran ser ocupados por el alma durante la vida después de la muerte terrenal.

Dado que los procesos de momificación tenían un costo que podía ser elevado, el éxito alcanzado en esta empresa dependió de las posibilidades económicas de cada persona. Así la realeza y las clases altas lograron preservar sus cuerpos de manera asombrosa, mientras que aquellos con menores posibilidades económicas tuvieron que conformarse con procedimientos de preservación menos sofisticados.

Aun así, el número de cuerpos momificados fue muy grande. En una entrevista al programa de televisión NOVA del “Public Brodcasting Services” de los Estados Unidos, la egiptóloga Salima Ikram de la Universidad Americana del Cairo considera que más de 70 millones de personas fueron momificadas en el Antiguo Egipto a lo largo de 3000 años.

En el Antiguo Egipto se momificaron también animales de manera masiva, incluyendo gatos, perros y aves, con el objeto de que acompañaran a sus dueños o les sirvieran de alimento en la otra vida. En la página electrónica del Museo Británico, por ejemplo, se asienta que unas 180,000 momias de gatos fueron llevadas a Gran Bretaña al final de siglo XIX. En este caso, para ser utilizados en la fabricación de fertilizantes.

Para momificar un cuerpo de manera artificial los egipcios extraían primeramente los órganos internos, incluido el cerebro y con la excepción del corazón. El cuerpo desprovisto de órganos era subsecuentemente sometido a un proceso de deshidratación por varias semanas empleando una sal llamada natrón, al final del cual era lavado y cubierto de aceites aromáticos. Como paso final, el cuerpo era envuelto en vendajes impregnados de resinas con propiedades bactericidas. Con esto último, la momia adquiría la apariencia que nos es familiar.

Los expertos han considerado que estas técnicas de momificación empezaron a desarrollarse en Egipto unos 2500 años antes de nuestra era, y que las momias anteriores a esta época que se han encontrado, se generaron de manera natural por la deshidratación de los cuerpos en contacto con la arena seca y cálida del desierto egipcio. Un artículo aparecido esta semana en la revista electrónica PlosOne, no obstante, desmiente esta creencia. Encuentra, por el contrario, que los orígenes del proceso de momificación –que alcanzarían su máximo de sofisticación durante el Imperio Nuevo entre los años 1500 y 1000 antes de nuestra era– tuvieron su origen mas de mil años antes de lo que se han asumido los expertos. El artículo fue publicado por un grupo de investigadores en Australia y el Reino Unido, encabezados por Jana Jones de Macquarie University en Sidney, Australia.

La investigación fue llevada a cabo con vendajes de momias que fueron encontrados en Egipto durante las primeras décadas del siglo XIX y que se encuentran almacenadas en el Bolton Museum en el Reino Unido. Mediante análisis químicos empleando técnicas de gran sofisticación, Jones y colaboradores encontraron resinas y otros componentes químicos en los vendajes, iguales y en proporciones similares a los que se emplearon en el cenit de la era de los faraones 3000 años después. El inicio de las técnicas de embalsamamiento en Egipto se remontaría así a unos 3500 años antes de nuestra era.

La civilización egipcia y en particular las momias que produjo nos resultan de un gran atractivo. Es interesante recordar, por ejemplo, que en la Inglaterra del siglo XIX se puso de moda organizar fiestas cuya principal atracción era desenvolver una momia traída desde Egipto, a lo cual seguían champaña y canapés. Hay que recordar, igualmente, que las momias han sido personajes centrales en películas de horror de gran éxito.

Pero quizá lo más impactante de una momia egipcia –más allá de entretenimientos frívolos– radica en su antigüedad, particularmente en la posibilidad de observar la cara y el cuerpo de una persona que vivió hace miles de años –por más que de manera deliberada hayamos destruido miles de momias, entre otras las que presumía Mark Twain–. Y aquí habremos de agradecer a los egipcios porque se preocuparon por desarrollar técnicas para la preservación de cuerpos momificados, si no para la eternidad como pretendían, sí para muchos años. Que después del trabajo de Jones y colaboradores, parece ser que son, hasta ahora, como 6500.

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