El primer laboratorio científico de la historia

La luz azul y el Premio Nobel



Hace dos semanas comentamos en este espacio la concesión del Premio Nobel de Física 2014 a los investigadores japoneses Isamu Akasaki, Hiroshi Amano y Shuji Nakamura –este último nacionalizado estadounidense– por la invención de la lámpara LED de luz azul. El Premio Nobel de física fue otorgado esta vez por el desarrollo de un dispositivo práctico y no por un descubrimiento científico fundamental, como ha sido más frecuente. Es decir, el comité Nobel atendió más al impacto social y económico del descubrimiento que a su importancia científica.

Más allá del criterio empleado por el comité Nobel, la decisión de otorgar el premio de este año a los investigadores japoneses ha motivado diversos comentarios. De acuerdo con Wally Rhines, por ejemplo, quien es director ejecutivo la compañía Mentor Graphics Corporation, el comité Nobel cometió un error año al pasar por alto el trabajo de Herbert Maruska, a quien él considera el verdadero inventor del LED azul. En apoyo a este reclamo se puede mencionar que a Maruska le fue otorgada en 1974 una patente –en la que participa Rhines– para un LED azul fabricado con el mismo material que el LED desarrollado por los investigadores japoneses que les dio del Premio Nobel. En opinión de Rhines, en esta ocasión el comité Nobel premió a quienes perfeccionaron el LED azul y no a quienes los inventaron dos décadas antes.

Al margen de la controversia, es interesante mencionar que Maruska desarrolló el primer LED azul cuando era estudiante doctoral en la Universidad Stanford, en Palo Alto, California. Maruska al mismo tiempo era empleado de la compañía RCA que estaba interesada en el desarrollo de pantallas planas para televisión. El apoyo de RCA a Maruska para la realización de su doctorado era contingente a que su tesis doctoral versara sobre el desarrollo de un LED azul.

En esa época –la primera mitad de la década de los años setenta– existían lámparas LED rojas y verdes. Para una pantalla de colores, sin embargo, se necesitaba también una lámpara azul y de ahí el interés de RCA en el trabajo de Maruska. El desarrollo del LED azul en la compañía RCA, no obstante, se vio interrumpido en 1974 cuando RCA entró en una etapa de problemas económicos que la llevaron al colapso en 1986.

Es igualmente interesante hacer una comparación entre el trabajo de Maruska y el de Shuji Nakamura, quien desarrolló su LED azul en la primera mitad de la década de los años noventa cuando trabajaba para una pequeña compañía, Nichia, en Tokushima, Japón. Al igual que Maruska, Nakamura empezó trabajar en dicho proyecto antes de recibir su doctorado. Esto no le impidió, como lo relata en su libro “El diodo laser azul: La historia completa”, recibir un considerable apoyo de Nichia para llevar a cabo su trabajo. Dicho apoyo se tradujo en una subvención de 3.3 millones de dólares, cantidad que representaba el 1.5% de total de ventas de la compañía.

En un determinado momento, sin embargo, Nichia consideró que el proyecto estaba consumiendo demasiados recursos y suspendió el apoyo. Con esto, Nakamura tuvo que ingeniárselas para continuar con su trabajo. Finalmente, en 1993 tuvo éxito en su empeño y logró desarrollar un proceso para la fabricación de lámparas LED azules que resultó ser comercialmente viable.

Nakamura realizó así lo que Edison llevó a cabo en su momento con las lámparas incandescentes. Ambos, Edison y Nakamura no fueron los inventores originales de sus respectivas lámparas, pero sí en cambio desarrollaron métodos de fabricación que posibilitaron su comercialización y amplia diseminación.

De no haber suspendido RCA en 1974 sus proyectos sobre lámparas azules podría haber sido esta compañía y no Nichia la que se hubiera llevado el crédito por su desarrollo. Para ese entonces, sin embargo, Maruska había dejado la compañía. En palabras recogidas por la revista IEEE Spectrum –publicada por el Instituto de Ingenieros Eléctricos y Electrónicos de los Estados Unidos– Maruska afirma “Estoy seguro que no hubiera pasado mucho tiempo antes de que hubiera obtenido una lámpara LED brillante. Pero una vez que fui despedido no pude encontrar otro trabajo en donde continuar con el proyecto”.

Nakamura, por su lado, recibió de Nichia 180 dólares por la patente sobre el LED azul y, como resultado, demandó a la compañía. Después de un juicio aceptó a regañadientes nueve millones de dólares en compensación.

Muchas circunstancias rodearon al desarrollo de las lámparas azules y mucho se podría escribir sobre el tema. Vale la pena, sin embargo, terminar este artículo reproduciendo uno de los argumentos que ofrece Nakamura para explicar por qué tuvo Nichia éxito cuando otros fracasaron. De acuerdo con Nakamura, “el manejo del proyecto estaba a cargo de solamente dos personas: él y el presidente de la compañía. No podría haber sido más simple: no comités, no supervisores, no jefes de departamento, no líderes de grupo etc., no comités revisores, no internacionalización, no coordinadores, no consorcios internacionales –solamente trabajo”.

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