El primer laboratorio científico de la historia

Una especie afortunada



Como sabemos, hace unos 66 millones de años los dinosaurios, que habían florecido por más de cien millones de años, desaparecieron de la faz de la Tierra de manera más o menos repentina –al menos en términos geológicos–. Al mismo tiempo, los mamíferos –nosotros a la larga incluidos– progresaron y se diversificaron en las decenas de millones de años que siguieron hasta ocupar una posición dominante en la Tierra, ya sin la competencia de los dinosaurios. Así, lo que fue una catástrofe para estos últimos habría sido una bendición para los mamíferos.

La causa más aceptada para explicar la extinción de los dinosaurios es la caída de un meteorito en un punto cercano a la costa de Yucatán, próximo al poblado de Chicxulub. Dicho meteorito, que habría tenido un diámetro de unos diez kilómetros, generó al impacto con la superficie terrestre un cráter, aun hoy visible, de 300 kilómetros de diámetro, lo mismo que una nube de polvo que se expandió por la atmósfera a escala global. Siguiendo con la explicación, la nube de polvo permaneció suspendida en la atmósfera por largo tiempo, bloqueando la luz del sol e impidiendo la fotosíntesis. Habría sobrevenido así una escasez de alimentos que puso fin a la existencia de los dinosaurios en la Tierra.

A pesar de lo llamativo de la hipótesis del meteorito, no todo el mundo está de acuerdo con la misma, pues si bien los especialistas cuentan con herramientas sofisticadas para investigar el pasado, determinar con precisión que es lo que sucedió hace decenas de millones de años no es de ninguna manera empresa sencilla. Así, hay quien opina que la verdadera causa de la extinción de los dinosaurios no fue la caída de un meteorito, sino las gigantescas erupciones volcánicas ocurridas hace 66 millones de años en la Meseta del Deccan, en el suroeste de la India.

Como resultado de dichas erupciones se vertieron más de un millón de kilómetros cúbicos de lava, que cubrieron una superficie equivalente a tres cuartas partes del territorio de nuestro país. Las erupciones arrojaron a la atmósfera cantidades masivas de dióxido de carbono y dióxido de azufre que habrían alterado gravemente las condiciones climáticas del planeta y llevado, o al menos contribuido de manera decisiva, a la extinción de especies.

Esta última hipótesis ha sido defendida a lo largo de las últimas décadas por la paleontóloga Gerta Keller de la Universidad de Princeton en los Estados Unidos, en contra de una opinión mayoritaria de los expertos. Un artículo publicado esta semana en la revista “Science” por un grupo de investigadores de los Estados Unidos, Suiza y la India, en el que participa Keller, ha dado impulso adicional a esta hipótesis.

En dicho artículo se reportan los resultados de una investigación llevada a cabo para datar con una mayor precisión la ocurrencia de las erupciones del Deccan y establecer su conexión con la extinción de los dinosaurios. Los investigadores encuentran que dichas erupciones iniciaron 250,000 años antes que se produjera dicha extinción y que se prolongaron por 750,000 años. Concluyen que estos resultados apoyan la hipótesis que las erupciones constituyeron un factor decisivo que condujo a la extinción masiva de especies; quizá provocando un severo disturbio climático que dio inicio al proceso de extinción y que preparó el golpe final definitivo propinado por el meteorito de Chicxulub.

Los resultados de Keller y colaboradores revitalizan la discusión entre aquellos que atribuyen la extinción masiva de especies ocurrida hace 66 millones de años a un evento puntual –la caída de un meteorito–, y aquellos que hacen responsable de dicha extinción a erupciones volcánicas acontecidas a lo largo de cientos de miles de años. En el primer caso, ésta habría ocurrido en un tiempo corto en términos geológicos, mientras que en el segundo caso podría haber sido gradual.

En un futuro cercano con seguridad seremos testigos de opiniones a favor o en contra de cada una de las hipótesis contrarias, las cuales deberán ser respaldadas por nuevos datos. En particular, Keller y colaboradores han dado a conocer que llevarán a cabo mediciones adicionales con el objeto de datar con mayor precisión la ocurrencia de las erupciones del Deccan, lo que en su visión ayudará a clarificar el papel que jugaron en la extinción de los dinosaurios y en la irrupción de los mamíferos en la Tierra que le siguió.

Por otro lado, hay que señalar que tal parece que, después de todo, el meteorito de Chicxulub –o las erupciones del Deccan, en su caso– no fue con los mamíferos lo amigable que se pensaba. Esto, al menos de acuerdo con un artículo publicado el pasado 17 de diciembre en la revista “ZooKeys” por investigadores de los Estados Unidos y el Reino Unido, según la cual hubo mamíferos que casi se extinguieron junto con los dinosaurios. Este es el caso de los mamíferos de los cuales descienden los actuales marsupiales, que nunca recuperaron la biodiversidad que tenían en el momento de la extinción.

Con todo lo anterior, podríamos quizá concluir que nuestra especie bien pudo haber llegado al punto en que se encuentra por una intervención más allá de este mundo: por la fuerza de un meteorito literalmente venido del cielo. Aunque cabe también suponer que los resultados, por tantito, podrían haber sido muy diferentes.

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