El primer laboratorio científico de la historia

La historia de Sofía



Descubrir y rescatar los restos fósiles de un gran dinosaurio, de esos que puede uno admirar en los grandes museos de historia natural del mundo, no es algo simple y, ciertamente, constituye una tarea para expertos. Como sabemos, los dinosaurios vivieron hace muchísimo tiempo –de 65 a 230 millones de años– y si los restos de un espécimen particular han podido llegar hasta nosotros es porque, por casualidad, fueron enterrados rápidamente después de su muerte y se salvaron de ser destruidos por otros animales o por la acción de los elementos. Una vez bajo tierra, si bien los tejidos blandos comúnmente desaparecen con el tiempo, los huesos pueden preservarse por medio del proceso de fosilización, en cuyo caso viajan a través del tiempo embebidos en una matriz de roca.

Durante la fosilización, los minerales que forman el hueso son reemplazados por otros minerales sin alterar su forma. El fósil es, de este modo, una especie de copia pirata del hueso, que refleja de manera de manera fiel, sin embargo, su morfología original.

No en todos los lugares de la superficie de la tierra es posible encontrar restos de dinosaurios. Para esto es necesario que la roca expuesta tenga la antigüedad correcta; es decir, que tenga la antigüedad que corresponde al tiempo en el que los dinosaurios habitaron la Tierra. Es conocido, por ejemplo que la región del oeste de los Estados Unidos conocida como Formación Morrison, que se extiende desde el estado de Nuevo México hasta la frontera con Canadá, es rica es fósiles de dinosaurios que vivieron hace unos 150 millones de años.

Para descubrir fósiles de dinosaurios los paleontólogos deben buscar entonces en los lugares adecuados haciendo uso de su experiencia para encontrar signos de su posible presencia bajo la tierra. Una vez localizados, los huesos fósiles deben ser liberados de manera cuidadosa de la matriz de roca que los aprisiona y ensamblados, para su exhibición si fuera el caso, del modo en que los expertos piensan que el dinosaurio lució en vida.

La anterior, llevado a cabo por paleontólogos profesionales trabajando para un museo, sería una vía para que dicho museo se haga de dinosaurios fósiles, ya sea para exhibición o para estudios científicos. Hay vías adicionales, no obstante, como lo demuestra el fósil de estegosaurio que ha estado en exhibición desde el pasado mes de diciembre pasado en el Museo de Historia Natural de Londres. Un artículo publicado la semana pasada en el periódico británico The Guardian por el profesor Paul Barrett del Museo de Historia Natural de Londres nos cuenta la historia. De manera específica, la historia del derrotero que siguió dicho estegosaurio hasta llegar al museo.

De acuerdo con Barrett, durante la visita que en 2012 él y otros colegas hicieron a la Feria de Rocas y Minerales de Tucson –un evento anual que reúne a buscadores y traficantes profesionales de fósiles– dieron con el molde de tamaño real del cráneo de un estegosaurio y, para su sorpresa, se enteraron de que el fósil original, que incluía el esqueleto completo, estaba a la venta. Averiguando más, resultó que dicho fósil constituía el mejor esqueleto de un estegosaurio jamás encontrado.

Dado lo interesante del fósil descubierto de manera tan sorprendente, Barrett y colaboradores decidieron proponer al Museo de Historia Natural de Londres adquirirlo para su colección y exhibición pública, propuesta que fue aceptada sin reparos. Los fondos necesarios fueron aportados por un donante principal y varios donantes menores, todos privados, y no se reveló el monto de la transacción. El fósil arribó al museo en diciembre de 2013, siendo bautizado como Sofía, en honor a la hija del donante principal –por más que sea imposible saber el sexo del dinosaurio.

Su arribo fue mantenido en secreto por un año, aparentemente para hacer más espectacular su aparición pública, pero también para dar tiempo a que los científicos del museo lo estudiaran sin mayores perturbaciones.

Los dinosaurios son animales que cautivan fuertemente nuestra atención, entre otras cosas porque si bien vivieron hace muchísimos millones de años, las huellas de su presencia en la Tierra –lo mismo que las de su extinción masiva– han llegado hasta nosotros de manera sorprendente.

Nos atraen también porque algunos dinosaurios tuvieron enormes proporciones, mientras que otros fueron depredadores de una gran ferocidad. Los estegosaurios, en particular, fueron dinosaurios muy vistosos –como lo podemos constatar la página electrónica del Museo Smithsonian o en la Wikipedia, por ejemplo–, con una doble fila de placas a lo largo del lomo y agujas en el extremo de la cola que usaban posiblemente como defensa.

En cuanto a la historia de Sofía y su arribo al Museo de Historia Natural de Londres, además del atractivo visual propio de los estegosaurios, llama la atención que traficantes de fósiles hayan comercializado un esqueleto de dinosaurio que, según Barrett, tiene un alto valor científico y es el mejor descubierto hasta ahora.

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