El primer laboratorio científico de la historia

Los tlaxcaltecas y la obsidiana



Con la expansión del Imperio Azteca durante el siglo XV, el territorio que habitaban los tlaxcaltecas, que nunca fueron dominados por los aztecas, terminó rodeado de enemigos. Por otro lado, un material de amplio uso en Mesoamérica fue la obsidiana, con la que se fabricaban ornamentos, cuchillos y puntas de flecha, entre otros utensilios para la vida diaria y armas para la guerra. Dado que los tlaxcaltecas estaban rodeados de pueblos no amigables, cabe preguntarse cómo obtenían la obsidiana para satisfacer sus necesidades, dado que en su territorio no existían depósitos de este mineral.

Un artículo aparecido esta semana en la revista “Journal of Acheological Science” da contestación a esta pregunta. Dicho artículo fue publicado por un grupo internacional de investigadores encabezado por John Millhauser de la Universidad Estatal de Carolina del Norte en los Estados Unidos, y en el que se incluyen especialistas del Centro de Investigación y de Estudios Avanzados. Mérida, Yucatán y de El Colegio de Michoacán. De acuerdo con Millhauser y colaboradores, los tlaxcaltecas obtenían mayormente la obsidiana del yacimiento de El Paredón, localizado en el sur del hoy Estado de Hidalgo.

Millhauser y colaboradores basan sus conclusiones en un estudio llevado a cabo con objetos de obsidiana encontrados en Tlaxcala. De éstos, un 14% tiene un característico color verde que denota su procedencia de minas en la región de Pachuca. El origen del restante 86% no pudo ser determinado de manera visual. Para esto se empleó una técnica basada en rayos X, que sin ambigüedad delata el lugar de la mina de la que proceden.

El que sólo el 14% de la obsidiana empleada en Tlaxcala provenga de la zona de Pachuca contrasta con lo que ocurría con los aztecas, que obtenían el 90% de su obsidiana precisamente de dicha zona. Esto lleva a suponer a los investigadores que el comercio precolombino de obsidiana estuvo afectado por la situación política en Mesoamérica, la cual habría hecho difícil que los tlaxcaltecas tuvieran acceso a las fuentes más comunes de obsidiana.

Es interesante hacer notar también que el yacimiento de El Paredón estaba cerca de la frontera de la región dominada por los aztecas y que, aparentemente, los tlaxcaltecas habrían sido capaces de transportar la obsidiana de manera sistemática. En relación a esto, Millhauser se pregunta por qué los aztecas –que eran abiertamente hostiles a los tlaxcaltecas– no intervinieron para impedirlo.

Una posibilidad, según Millhauser, es que los aztecas hayan considerado que esto último significaba un esfuerzo que no valdría la pena hacer, dado que la obsidiana no era escasa y que de haber bloqueado a los tlaxcaltecas la mina de El paredón, éstos posiblemente hubieran encontrado alguna otra fuente de obsidiana.

En todo caso, el que los tlaxcaltecas hubieran tenido a su disposición una fuente de materia prima con la que podían fabricar armas justo en la frontera del territorio enemigo, implicaría que, después de todo, los aztecas no eran tan poderosos como comúnmente se asume. En palabras de Millhauser “La concepción popular de un Imperio Azteca todopoderoso antes de la llegada de Cortez es exagerada. La región era un lugar política y culturalmente complicado”.

El estudio de Millhauser y colaboradores nos enseña entonces que si bien la expansión del Imperio Azteca en el siglo XV terminó por rodear a los tlaxcaltecas y encapsularlos territorialmente, éstos de alguna manera se las arreglaron para mantener un flujo de obsidiana, la cual empleaban de manera amplia según han determinado los arqueólogos. Para esto emplearon fuentes no convencionales, diferentes a las que comúnmente empleaban los aztecas.

La obsidiana, entre otras cosas, permitió a los tlaxcaltecas fabricar armas para defenderse de sus enemigos y mantener su independencia del Imperio Azteca. Armas que, por otro lado, emplearon cuando se aliaron con Cortez para derrotar a los mexicas.

Aunque éstas de poco hubieran podido servirles para defenderse de las armas de fuego de los españoles, mucho más evolucionadas. O, dicho de otro modo, en lo que respecta a las armas de guerra, hierro mata obsidiana.

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