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Esto, sin embargo, es estrictamente válido sólo si el Greco hubiera pintado a partir de modelos. Si, por el contrario, lo hubiera hecho de memoria, la hipótesis tendría que ser puesta a prueba. Esto fue lo que hace algunos años hizo Stuart Anstis de la Universidad de California en San Diego, quien llevó a cabo una serie de experimentos con voluntarios a los que les pidió dibujar un cuadrado viendo a través de un dispositivo óptico que les deformaba la visión y les hacía ver las cosas alargadas, tal como supuestamente las habría visto el Greco. Publicó sus resultados en la revista “Leonardo” en el año 2000.
Anstis pidió a los voluntarios dibujar un cuadrado –viendo a través del dispositivo óptico– de dos maneras: primero copiando un cuadrado perfecto y en seguida de memoria. En el primer caso los voluntarios reprodujeron sin deformación el cuadrado que copiaron, mientras que en el segundo dibujaron un rectángulo alargado verticalmente. Esto último aparentemente apoya la hipótesis del astigmatismo del Greco. Experimentos adicionales, sin embargo, la desmintieron.
En efecto, en una segunda serie de experimentos Anstis convenció a una de las voluntarias para que usara por varios días el dispositivo óptico deformador de la visión, al mismo tiempo que, de manera repetida, dibujara cuadrados de memoria. Como resultado, si bien inicialmente la voluntaria dibujó rectángulos verticalmente alargados, poco a poco corrigió este alargamiento y el curso de dos días estaba dibujando cuadrados perfectos superando el astigmatismo artificial. De este modo, aun si el Greco hubiera sido astigmático su pintura no lo hubiera revelado. La conclusión es que el Greco pintaba figuras alargadas por razones estéticas y no por un problema visual.
Lo que es cierto para El Greco no lo sería, sin embargo, para otros pintores y el último número de la revista de divulgación científica “Scientific American” contiene un artículo en el que se dan algunos ejemplos al respecto. Entre otros pintores con problemas visuales, en dicho artículo se menciona a Rembrandt, Monet y Degas.
Un caso particularmente interesante es el del controvertido pintor británico del siglo XX Francis Bacon, quien es conocido por sus pinturas de rostros y cuerpos humanos mutilados o severamente deformados –en contraste con los objetos inanimados que aparecen en dichas pinturas sin deformación–. La reacción que el espectador común y corriente experimenta ante los cuadros de Bacon es el de rechazo. Así, Margaret Thatcher se refirió a Bacon como “ese hombre que pinta esos cuadros espantosos”. De hecho, según lo que explicaba Bacon, lo que él buscaba con sus pinturas es que el espectador experimentara un “choque visual”, lo que sin duda conseguía.
En un artículo publicado en el año 2013 en la revista “Frontiers in Human Neuroscience” por Semir Zeki y Tomohiro Ishizu del University College London, encuentran que las pinturas de Bacon son tan perturbadoras porque apuntan directamente en contra del concepto que tenemos de un rostro o un cuerpo humano y producen una respuesta neurológica significativamente diferente a la que se produce ante caras y cuerpos normales. Dicho concepto es heredado o bien adquirido en una etapa muy temprana de la vida y por tanto es independiente del bagaje cultural del espectador. El choque visual de los cuadros de Bacon sería entonces universal.
Independientemente de la intención consciente de horrorizar al espectador, cabe preguntarse por las motivaciones o circunstancias inconscientes que llevaron a Bacon a pintar de esa manera tan poco convencional. En este respecto, un artículo publicado en agosto de 2014 en “Frontiers in Human Neuroscience” por un grupo de investigadores de Francia y Suiza, encabezados por Avinoam Safran de la Universidad de la Sorbona, aventuran que Bacon sufría de un desorden de percepción visual conocida como dismorfopsia, que hacía que percibiera los objetos deformados.
La conclusión de Safran y colaboradores se basa en testimonios de Bacon. En palabras del pintor, “Cuando lo observo a usted hablar veo una imagen que cambia constantemente: el movimiento de su boca, de su cabeza, de alguna manera; se mueve todo el tiempo. Yo intenté capturar esto en la pintura”.
La pintura de Bacon es, ciertamente, de difícil digestión para los no iniciados. Esto no impide, sin embargo, que alcance en el mercado del arte precios estratosféricos. Baste señalar que el tríptico “Tres estudios de Lucian Freund”, pintado por Bacon en 1969, fue vendido en subasta en 2013 en 142.5 millones de dólares. Esto coloca a la obra en el octavo lugar entre las pinturas que han alcanzado un precio más alto en subasta. Nada despreciable para una obra producto de un supuesto problema neurológico.
Interesante
Divulgación científica
Francia
Francis Bacon
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Percepción
Pintura
Siglo XX
Vida
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San Luis Potosí
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