El primer laboratorio científico de la historia

Lazos milenarios



¿Cómo, cuándo y dónde se originaron los perros domésticos que ahora ocupan un lugar tan especial entre nosotros? Si bien los expertos no tienen respuestas definitivas a estas preguntas, un estudio genético encuentra que el perro doméstico desciende de una especie de lobo gris, ahora extinta, que se habría originado en una época anterior al inicio de la agricultura, cuando nuestros ancestros eran todavía cazadores-recolectores.

El perro doméstico habría de este modo vivido entre nosotros por decenas de miles de años, periodo durante el cual habría sufrido una transformación drástica, del animal salvaje y feroz que habría sido en su orígenes, a uno noble y amigable –si bien no siempre, como a veces lo hemos constatado con temor– con el que fácilmente podemos establecer una relación cordial. Esto último incluso de una manera más expedita –o al menos más frecuente– que con otros animales más cercanos evolutivamente a nosotros, como es el caso del chimpancé y otros grandes simios.

¿Cuál es la razón por la que tenemos los humanos una relación tan estrecha con los perros? Un grupo de investigadores japoneses, encabezados por Miho Nagasawa de la Universidad Azabu en Japón, creen haberla encontrado, según reportan en el número de esta semana de la revista “Science”, en una sección dedicada al perro doméstico. De acuerdo con los investigadores japoneses, la estrecha relación que existe entre un perro y su dueño tiene una base bioquímica y está asociada a la secreción de la sustancia oxitocina, en ambos, perro y dueño, como respuesta a su interacción mutua.

Hay que hacer notar que la oxitocina es una sustancia asociada al establecimiento de lazos afectivos entre humanos, en particular los lazos madre-hijo que se forman durante los primeros meses después del nacimiento. De este modo, de acuerdo con Nagazawa y colaboradores, el mecanismo responsable de los lazos de amistad entre un perro y su dueño está basado en la misma sustancia que se encuentra asociada al establecimiento de lazos afectivos entre humanos.

Los investigadores japoneses llegaron a esta conclusión después de observar a un grupo voluntario de 30 personas –24 mujeres y 6 hombres– interactuando con su perro mascota –14 machos y 15 hembras–. Nagasawa y colaboradores midieron los niveles de oxitocina en la orina de los dueños, tanto antes como después de interactuar visualmente con su perro, y encontraron que se elevaba como resultado del contacto. Los perros, de manera concurrente, experimentaron un incremento en su nivel de oxitocina. Un experimento similar llevado a cabo con lobos no produjo los mismos resultados, a pesar de que los dueños de los lobos mascota los habían criado desde que eran cachorros.

En otro experimento, los investigadores japoneses administraron oxitocina a un grupo diferente de perros antes de establecer contacto con sus dueños y observaron un incremento en la extensión de los contactos visuales entre éstos y sus mascotas. Esto llevó a un incremento en el nivel de oxitocina en los primeros, aunque el efecto solo se observó con perros hembra. De este modo, los dueños de los perros experimentaron un incremento en su nivel de oxitocina como respuesta a aquella administrada a sus mascotas.

Humanos y perros domésticos, ciertamente, hemos recorrido juntos un camino muy largo, cuya duración no conocemos con certidumbre pero que se mide en decenas de miles de años. A lo largo de este camino hemos desarrollado lazos afectivos sólidos a pesar de pertenecer a especies diferentes. Estos lazos y su antigüedad son evidentes en la fotografía incluida en el artículo publicado por David Grimm en el número de esta semana de la revista “Science” –en la sección dedicada a los perros– en la cual se muestran juntos los esqueletos de una persona y de un perro cachorro, los cuales tienen una antigüedad de 12,000 años. La particularidad del caso es que el esqueleto humano tiene al esqueleto del cachorro en sus manos.

Por lo demás, el artículo de Nagasawa y colaboradores nos muestra de manera fehaciente que los lazos que hemos desarrollado con los perros domésticos son sólidos y duraderos. Tanto que es incluso posible encontrarles una explicación racional.

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