El primer laboratorio científico de la historia

El noveno planeta



En marzo de 1930 la prensa del mundo difundía el descubrimiento del largamente buscado noveno planeta del Sistema Solar. El descubrimiento fue llevado a cabo por el joven astrónomo norteamericano Clyde Tombaugh en el observatorio Lowell en Arizona, después de un año de paciente búsqueda. El nuevo planeta fue bautizado como Plutón –Pluto, para mayor precisión–, el dios romano del inframundo. El nombre fue sugerido por Venetia Phair, una niña inglesa de 11 años interesada en la mitología griega y romana.

Si bien en un entrevista publicada en el año 2006 por la BBC, Venetia Phair menciona que no recuerda si cuando hizo su sugerencia estaba pensando en el “oscuro y amenazador Hades” –la versión griega de Plutón–, el nombre resultó adecuado para un planeta que se encuentra en una región fría y oscura del espacio, en los confines del Sistema Solar desde donde el Sol se ve apenas como una estrella muy brillante.

Plutón no se encuentra solo sino acompañado de un satélite, descubierto en 1978 por el astrónomo norteamericano James Christy. Este satélite, que es inusualmente grande en relación al tamaño de Plutón, circula al planeta cada seis días mostrándole siempre la misma cara. Para completar la imagen sombría de Plutón y sus alrededores, dicho satélite fue bautizado como Caronte, el barquero de Hades que se encargaba de transportar a los muertos al inframundo a través del rio Aqueronte.

La semana que hoy termina, 85 años después de su descubrimiento, Plutón vuelve a ser noticia. Esta vez por el arribo de la sonda “New Horizons” de la NASA a sus inmediaciones. Plutón está unos 6,000 millones de kilómetros de la Tierra y tiene un tamaño relativamente pequeño –su volumen es apenas un 0.6% del volumen de la Tierra–, por lo que aun hoy no sabemos mucho acerca de él. En su máximo acercamiento, el “New Horizons” se situó a unos 12,000 kilómetros de Plutón, capturando imágenes y datos científicos que los especialistas esperan amplíe considerablemente el conocimiento que tenemos acerca del planeta y de su satélite Caronte.

Si bien se han dado a conocer pocas imágenes de Plutón y Caronte, en las que han sido liberadas es posible ver en la superficie de Plutón montañas de hielo con altitudes que alcanzan los 3,500 metros. En este respecto, hay que hacer notar que en la superficie de este planeta la temperatura media es de menos 230 grados centígrados y que a esta temperatura el hielo tiene una gran dureza. Las imágenes trasmitidas por “New Horizons” de la superficie de Plutón muestran también una extensa área brillante en forma de corazón. Un acercamiento de dicha área descubre una planicie helada de nitrógeno y metano, con áreas poligonales de unos veinte kilómetros de largo, bordeadas por canales en apariencia no demasiado profundos.

La NASA ha igualmente liberado una imagen de Caronte que muestra fracturas en su superficie que se extienden a lo largo de 1,000 kilómetros, así como un cañón que se estima tiene una profundidad entre 7 y 9 kilómetros.

Algo que ha sorprendido a los especialistas es la poca cantidad de cráteres de impacto observados en la superficie, tanto de Plutón como de Caronte. Esto implica que las huellas de los impactos ocurridos desde la formación de Sistema Solar han sido ocultadas por procesos geológicos. Tanto Plutón como Caronte estarían de este modo geológicamente activos. La fuente del calor en el interior de ambos cuerpos que sostiene esta actividad, sin embargo, es por el momento un misterio para los especialistas.

En la primera mitad de siglo XIX Urban Le Verrier en Francia y John Couch Adams en Inglaterra predijeron de manera independiente la existencia de un octavo planeta en el Sistema Solar, con una órbita más allá de la órbita de Urano –el séptimo planeta–. Esta predicción estuvo basada en las perturbaciones observadas en la órbita de Urano que indicaban la presencia de un cuerpo masivo no descubierto hasta esa fecha. El octavo planeta –que recibió el nombre de Neptuno– fue descubierto por el astrónomo alemán Johann Gottfried Galle en 1846. Galle descubrió Neptuno guiado por Urban Le Verrier, quien le indicó el lugar del cielo en el qué debería buscar.

De manera similar al octavo planeta, los astrónomos predecían la existencia de un noveno planeta, el llamado Planeta X, basados en las aparentes irregularidades observadas en las órbitas de Urano y Neptuno, y el descubrimiento de Plutón en 1930 pareció darles la razón. Ahora es claro, sin embargo, que la masa de Plutón no es lo suficientemente grande para producir las supuestas perturbaciones de las órbitas de Urano y Neptuno; perturbaciones que, por otro lado, hoy sabemos no son reales.

Así, Plutón, que en un principio se pensó era el Planeta X, en realidad es demasiado pequeño y no tiene nada que ver con el mismo. Aun más, ahora sabemos que Plutón ni siquiera es planeta, pues fue degradado de esta categoría por la Unión Astronómica Internacional en 2006 que lo clasifica ahora como un planeta enano.

Aun degradado de categoría, no obstante y según los especialistas, Plutón es un objeto de estudio extremadamente interesante. Por lo pronto, es el planeta más lejano –enano o bien crecido– con el que hemos hecho contacto.

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