El primer laboratorio científico de la historia

Veinte siglos después



En el curso de dos años, a lo largo de 1982-1984, el suelo del puerto de Pozzuoli en la costa oeste de Italia se elevó por casi dos metros. Entre otras consecuencias, este fenómeno hizo que las aguas del puerto no tuvieran la suficiente profundidad para aceptar embarcaciones de gran calado. Si bien dicho fenómeno no resultó inusual, pues se sabe que el terreno en Pozzuoli ha sufrido elevaciones y descensos desde tiempos de los romanos, la velocidad con la que se dio –aunado a la ocurrencia de un temblor de tierra de magnitud 4– provocó alarma, forzando la evacuación de 40,000 personas en prevención de una posible erupción.

No es difícil entender que haya habido alarma por lo que estaba sucediendo en Pozzuoli, si recordamos que esta ciudad se localiza en una zona rodeada de volcanes, y a poco más de cincuenta kilómetros del Monte Vesubio, el mismo que sepultó a las ciudades de Pompeya y Herculano cuando hizo erupción en el año 79 de nuestra era.

Por otro lado, si bien en el episodio de 1982-84 el suelo de Pozzuoli sufrió una gran deformación, éste resultó notablemente resistente a la fractura. El porqué fue así ha sido un misterio. Al menos lo fue hasta esta semana cuando se aventura una explicación en un artículo aparecido en la revista “Science”. Dicho artículo fue publicado por Tiziana Vanorio y Waruntorn Kanitpanyacharoen de la Universidad Stanford en los Estados Unidos. De acuerdo con estos investigadores, el subsuelo de Pozzuoli contiene una capa de material resistente y dúctil similar al concreto, la cual le dio la fortaleza necesaria para soportar los esfuerzos sufridos en 1982-84.

Para llegar a esta conclusión, Vanorio y Kanitpanyacharoen estudiaron muestras del subsuelo en el área de Pozzuoli tomadas hasta una profundidad de 2.9 kilómetros. Encontraron que cerca de la superficie el subsuelo contiene una capa de cenizas volcánicas rica en óxidos de silicio y aluminio –conocida como pozolana–. A una gran profundidad, por otro lado, existe una capa de rocas que contienen carbonato de calcio y que reacciones químicas de los minerales en esta capa con otros constituyentes generan hidróxido de calcio –uno de los componentes del cemento– el cual fluye hacia la superficie. Al reaccionar el hidróxido de calcio con la capa de pozolana se genera una capa de concreto y es esta capa la que le da su particular resistencia al subsuelo de Pozzuoli.

De acuerdo con Vanorio, el concreto así generado de manera natural, es similar al que fabricaban los romanos hace dos mil años empleando las mismas cenizas volcánicas de Pozzuoli –Puteoli para los romanos– aunque con una diferente fuente de calcio. Los romanos emplearon su concreto en construcciones tales como el Panteón romano y el Coliseo romano. La pozolana se usó, igualmente, en la construcción de puertos en las costas del Mar Mediterráneo, incluyendo a Alejandría y Cesarea.

Fue en Puteoli, según afirma Vanorio, en donde los romanos llevaron a cabo el descubrimiento del procedimiento para fabricar el concreto empleando las cenizas volcánicas de la localidad, y sugiere que la inspiración para lograr esto les llegó a través de la observación del endurecimiento que la pozolana experimenta al contacto con el agua. Ya en el año 25 antes de nuestra era, el arquitecto romano Vitruvius recomienda pozolana para la preparación del mortero estructural.

El descubrimiento del concreto romano se habría dado entonces por la observación accidental de lo que ocurre a la pozolana al reaccionar con el agua y con otras sustancias. De acuerdo con esto, de no haber existido Pozzuoli lo romanos no habrían construido el Panteón romano, con su cúpula de más de cuarenta metros de diámetro que ha resistido por 19 siglos las inclemencias del tiempo, lo mismo que otras notables obras arquitectónicas.

La tecnología romana del concreto es así fundamentalmente empírica, resultado de un descubrimiento accidental –y, por supuesto, de una gran capacidad de observación–, en contraste con las tecnologías actuales de base científica basadas en una búsqueda sistemática con la guía del conocimiento científico de los fenómenos naturales; sin dejar de depender, no obstante y en cierto grado, del descubrimiento accidental.

De manera interesante, el artículo de Vanorio y Kanitpanyacharoen de alguna manera nos coloca en un mismo lugar de nuestro planeta, Pozzuoli, en dos épocas separadas por 20 siglos. En lo que respecta a la época actual, a través de complejas y profundas exploraciones subterráneas y complicadas elucubraciones químicas, el artículo nos enseña cuál es la composición del subsuelo de Pozzuoli y cuáles son las posibles causas –la formación natural de una capa subterránea de concreto– por las que los fenómenos amenazadores que ocurren bajo tierra no hayan sido lo mortíferos que podríamos suponer. Por otro lado, nos recuerda que Pozzuoli habría sido el origen de la tecnología romana del concreto, desarrollada de manera sorprendente hace 20 siglos, y la cual produjo obras que aun hoy llaman la atención.

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