Hogar, dulce hogar

Ecos de un pasado remoto



Hace quizá algunos millones de años –una fecha más precisa está todavía por definirse–, los cuerpos de un grupo de homininos –nuestros ancestros inmediatos y sus parientes cercanos– fueron depositados o arrojados al fondo de una caverna situada cerca de Johanesburgo, Sudáfrica, en una oquedad conocida como cámara Dinaledi. Dicha cámara está situada a una profundidad de unos treinta metros y a una distancia de ochenta metros en línea recta desde la entrada actual a la cueva.

La cámara Dinaledi es de difícil acceso. Se accede a la misma en completa oscuridad, desde una antecámara situada a unos 21 metros de profundidad. Una vez en la antecámara, hay que subir 15 metros hasta lo alto de un escarpado bloque de piedra, y de ahí bajar hasta el fondo de la cámara Dinaledi, pasando por una abertura vertical de apenas 20 centímetros de ancho.

No es claro cual fue la intención de aquellos que llevaron los cuerpos de los homininos hasta un el lugar oculto en el que fueron descubiertos. Lo que sí se sabe es que los restos encontrados pertenecen a una especie del género Homo hasta ahora desconocida. Esto al menos es lo que sostiene un grupo internacional de investigadores encabezado por Lee Berger de la “University of the Witwatersrand” en Sudáfrica en dos artículos publicados esta semana en la revista “eLife”.

Berger y colaboradores fueron los descubridores de los restos fósiles de la cámara Dinaledi. El descubrimiento se llevó a cabo durante dos expediciones llevadas a cabo en noviembre de 2013 y en marzo de 2104, mismas que produjeron 1,550 huesos fósiles que corresponden a cuando menos 15 individuos de todas las edades, desde neonatos hasta individuos de edad avanzada.

El esqueleto reconstruido a partir de los fósiles encontrados muestra una rara mezcla de características modernas y primitivas. Indica, por ejemplo, que un macho adulto tenía una estatura de 1.50 metros y un cerebro del tamaño del de un gorila. Muestra, igualmente, que tenía manos adaptadas para el manejo de herramientas, al mismo tiempo que dedos curvos apropiados para trepar a los árboles. Esto indicaría que si bien los homininos encontrados en la cámara Dinaledi hacían uso de herramientas, también vivían parte de su tiempo en los árboles. Dadas estas características, Berger y colaboradores consideran que han descubierto una nueva especie de Homo al que han bautizado como “Homo naledi”.

¿Cómo fue que los restos fósiles de los homininos fueron a parar al fondo de la cámara Dinaledi? Por el momento esto constituye un misterio. Así, si bien en el pasado pudieron existir otras entradas a la cámara de Dinaledi diferentes a la actual, de acuerdo con Berger y colaboradores es improbable que éstas no presentaran dificultades similares a las actuales para acceder a la misma. Descartan, por ejemplo, que pudiera haber existido una entrada vertical –por la que los homininos pudieran haber caído accidentalmente.

Si las dificultades para acceder a dicha cámara hubiesen siempre existido, incluyendo la de tener que recorrer un largo y angosto pasadizo en completa oscuridad, es difícil encontrar motivaciones por las que voluntariamente los homininos hubieran penetrado hasta la cámara de Dinaledi y ahí encontrado la muerte.

Así, los investigadores descartan que la cámara Dinaledi haya sido usada como vivienda por los homininos, quienes tendrían que haber penetrado a la misma empleando luz artificial –además de que no existen signos de ocupación de la cámara. –. Descartan, igualmente, que éstos hubieran sido llevados hasta ahí por animales depredadores, pues es también difícil entender lo que habría motivado al depredador a penetrar a una cueva en completa oscuridad y con muchos obstáculos, cargando además una presa de dimensiones apreciables.

Como la explicación más probable, Berger y colaboradores considera que los homininos cuyos restos fueron encontrados en la cámara Dinaledi entraron para morir ahí o bien fueron llevados muertos a propósito como parte de un cierto ritual. De ser esto cierto, homininos tan primitivos como los Homo naledi habrían tenido patrones de comportamiento complejo que normalmente se asocian a individuos más evolucionados.

Como es usual, no todos los especialistas están de acuerdo con las conclusiones de Berger y colaboradores y hay quien pone en duda que hayan descubierto una nueva especie del género Homo. Ponen en duda, igualmente, la hipótesis según la cual la nueva especie era capaz de comportamientos con un cierto grado de complejidad. Algunos incluso afirman que el “Homo naledi” y sus prácticas mortuorias están más dirigidas a los medios masivos de comunicación que a la comunidad científica.

Y, como siempre, solo estudios y descubrimientos adicionales podrán arrojar luz sobre el asunto y eventualmente resolver la controversia. En particular, los fósiles de la cámara Dinaledi no han sido fechados y no sabemos si tienen una antigüedad de cientos de miles o de millones de años. Tendremos así que esperar por estos estudios adicionales para averiguar más acerca de los homininos enterrados en la cámara Dinaledi. Aunque es posible que nunca lleguemos a desvelar sus secretos.

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