El primer laboratorio científico de la historia

¿Quién fue el de la idea?



Como sabemos, el pasado domingo entró en vigor el horario de invierno y hubimos de atrasar nuestros relojes una hora. Contamos así con más tiempo de sueño, que, sin embargo, no todos aprovechamos, pues a algunos el cambio de horario nos provocó un cierto descontrol a lo largo del día que nos pareció más largo que de costumbre. Por lo demás, el cambio del horario de verano al de invierno provoca siempre menos molestias que el cambio en sentido inverso que se da en la primavera, cuando adelantamos una hora los relojes y tenemos que levantarnos más temprano.

Si bien uno de los propósitos principales del horario de verano es el de ahorrar energía al contar con una hora más de luz natural hacia el final del día, hay quien opina que esto no sucede y que, por el contrario, el cambiar la hora tiene efectos negativos sobre nuestra salud. Se ha observado, por ejemplo, que en los días posteriores a la entrada del horario de verano se incrementa la tasa de mortalidad por problemas cardíacos, lo mismo que por accidentes de tráfico.

El estar cambiando nuestro ritmo circadiano de manera abrupta dos veces por año no parece ser entonces lo mejor para la salud y cabe preguntarse sobre la identidad del culpable de haber ideado esta práctica. Una búsqueda en Internet nos da la respuesta: el primero en proponer dicha práctica de manera formal fue un entomólogo neozelandés llamado George Hudson; lo hizo durante una presentación que realizó en una sesión de la Sociedad Filosófica de Wellington en 1895.

¿Por qué un entomólogo pudo tener interés en hacer una propuesta para establecer un horario de verano? Al parecer Hudson, siguiendo su vocación de entomólogo, se dedicaba a cazar insectos al caer la tarde después de su jornada de trabajo. La falta de luz solar, sin embargo, le dificultaba la tarea y razonó que el problema podía solucionarse empezando el día oficialmente más temprano, por lo que propuso que los relojes se adelantaran dos horas durante el verano. Este adelanto, por otro lado, tendría beneficios no solamente para él, sino para todos aquellos interesados en realizar actividades al aire libre en horas cercanas a la puesta del sol.

La propuesta de Hudson no fue bien recibida y fue motivo de numerosas críticas y hasta burlas de los presentes en la sesión de la sociedad, uno de los cuales sugirió que “los relojes podrían ser manejados teniendo diferentes manos”. Con el tiempo, no obstante, dicha propuesta fue vista con mejores ojos, al grado que Alemania la implantó en el año 1916, durante la Primera Guerra Mundial, con el objeto de ahorrar combustible. La medida fue posteriormente seguida por otros países, incluyendo a los Estados Unidos.

La práctica de cambiar la hora dos veces por año cuenta con numerosos críticos y existen hoy en día propuestas para eliminarla. Rusia, por ejemplo, implantó en el año 2011 el horario de verano en forma permanente. Para justificar la medida, según el periódico “The Guardian”, el entonces presidente ruso argumentó: “Es irritante, las personas se levantan más temprano y no saben qué hacer con la hora extra. Por no mencionar a las infelices vacas y a otros animales que no saben que los relojes han cambiado y no entienden por qué vienen a ordeñarlas en diferentes tiempos”. El horario de verano no fue bien recibido por los rusos y a partir del pasado año fue cambiado por el horario de invierno; también permanente, sin embargo.

Existen en los Estados Unidos propuestas para eliminar los cambios de hora dos veces por año e implantar el horario de verano en forma permanente. Una de las múltiples razones que se esgrimen para sustentar esta propuesta es que el horario de verano reduce la incidencia de robos y asaltos, particularmente durante el atardecer, cuando las personas regresan a sus casas desde sus centros de trabajo.

Este punto de vista está apoyado por un artículo por aparecer en la revista “The Review of Economics and Statistics”, publicado por Jennifer Doleac y Nicholas Sanders, de la University of Virginia y del “College of William and Mary”, en forma respectiva. En dicho artículo se presenta un estudio realizado con estadísticas criminales en los Estados Unidos, llevado a cabo con el propósito de determinar cómo el cambio de horario afecta a la actividad criminal. Encuentran que a partir del cambio al horario de verano la actividad de robos a lo largo del día se reduce en un 7%, mientras que en horas de la tarde, cuando hay más luz, este porcentaje es del 27%.

La razón para lo anterior es que con mayores niveles de luz los malhechores se refrenan de cometer sus crímenes por el riesgo de ser identificados. Además, éstos no transfieren su actividad criminal a horas de la mañana cuando hay menos luz. Tal pareciera que prefieren seguir dormidos, aun a costa de sus utilidades.

La anterior es pues un argumento adicional en contra de los cambios horarios, por si alguno faltara, y habría la posibilidad de que fuésemos testigos de su desaparición en un futuro no muy lejano. Esperemos que si así sucede, no se implante en nuestro país –por imitación– el horario de verano, que no pareciera ser el adecuado para la latitud en la que nos encontramos.

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