El primer laboratorio científico de la historia

Las luces de la ciudad



“Oye tú, Pimpis, que dizque la Ciudad Luz. ¿Dónde, digo yo? Ya quisieran tener la iluminación de Insurgentes para un día de fiesta”. Así se expresa Junior, uno de los personajes de la novela “La región más transparente”, cuando se refiere a la iluminación de París en la década de los años cincuenta y la compara con la iluminación de la Ciudad de México en esa misma época.

Cuando Carlos Fuentes publicó en 1958 “La región más transparente” habían pasado apenas unas ocho décadas desde que Edison y otros empresarios iniciaron la comercialización de las lámparas incandescentes. Como consecuencia de esta comercialización, la luz eléctrica rápidamente se expandió, en espacios tanto privados como públicos, a ciudades a lo largo de todo el mundo –incluyendo a Paris y a la Ciudad de México.

En la actualidad, las lámparas incandescentes, que tanto cambiaron al mundo y que sobrevivieron por más de un siglo, están en vías de desaparición. Esto, por haber sido superadas por otros tipos de fuentes de luz, fundamentalmente por la lámpara LED – acrónimo del la expresión en inglés “Light Emitting Diode” –, que en comparación es considerablemente más durable y eficiente.

De manera más precisa, mientras que el tiempo de vida de una lámpara incandescente ronda a las 1,000 horas –un año, manteniendo la lámpara encendida un promedio de tres horas diarias–, el tiempo estimado de vida de una lámpara LED es de 10 a 50 veces más grande. Igualmente, mientras que menos de 5% de la energía eléctrica consumida en una lámpara incandescente se convierte en energía luminosa, en una lámpara LED la cifra correspondiente es 6- 8 veces más grande.

No tiene de este modo la lámpara incandescente manera de competir con las nuevas fuentes LED en el campo de la iluminación –por más de que el costo de estas últimas sea por el momento relativamente alto– y su destino es necesariamente el de la extinción. Hay que notar, además, que los usos de las lámparas LED no se limitan a la iluminación, sino que también incluyen aplicaciones tales como semáforos, lámparas para automóviles, pantallas de televisión, pantallas indicadoras y luces decorativas.

Por otro lado, la tecnología de las lámparas LED es completamente diferente de aquella de las lámparas incandescentes, tanto en materiales de construcción como en su principio de funcionamiento. El núcleo de un LED –en donde se genera la luz y cuya composición química determina el color emitido– contiene elementos químicos valiosos tales como el galio y el indio, que no forman parte de las lámparas incandescentes. En el caso de las lámparas LED blancas, además, dicho núcleo contiene elementos tales como el europio y el terbio. Dado el valor de todos estos materiales y el explosivo crecimiento que está experimentando la industria de las lámparas LED, los expertos se han dado a la tarea de buscar métodos novedosos para reciclar los materiales con los que están fabricadas.

En relación a este último punto, en un comunicado de prensa emitido esta semana por el Instituto Fraunhofer en Alemania, se anuncia que investigadores de dicho Instituto han desarrollado técnicas para separar los diferentes componentes de una lámpara LED –en particular su núcleo– sin destruirlas. Una vez separados, los componentes podrán ser procesados de manera individual. Esto, esperan los especialistas, hará económicamente factible el reciclado de los materiales de un LED.

Por el momento, según los expertos, cuando la industria de las lámparas LED está aun en su fase inicial de crecimiento, el volumen de material a reciclar es todavía insuficiente para hacer económicamente viable el proceso de reuso. En estas condiciones, las compañías recicladoras están solamente almacenando los desechos. En el futuro, sin embargo, en la medida en que la industria crezca y se sustituya una cada vez mayor proporción de lámparas incandescentes por lámparas LED, el proceso de reciclado será factible.

Posiblemente no pasará mucho tiempo antes de que esto suceda. La velocidad con que está cambiando la luz artificial en nuestro planeta es incluso visible desde el espacio. A manera de ejemplo, en dos fotografías tomadas desde la Estación Espacial Internacional –que pueden ser consultadas en Internet– se muestra a la ciudad de Milán, Italia, en dos momentos recientes: en el año 2012, cuando el centro de la ciudad estaba iluminado con lámparas incandescentes, y en 2015, después de que se sustituyeron dichas lámparas por lámparas LED.

Las imágenes que podemos ver son contrastantes: mientras que en 2012 el centro de Milán estaba iluminado con la luz rojiza característica de las lámparas incandescentes, en 2015 dicho color había cambiado al azulado propio de las lámparas LED. Además, en 2015 algunas áreas de la ciudad se muestran considerablemente más iluminadas que en 2012.

Las luces nocturnas de las ciudades del mundo han cambiado drásticamente a lo largo del último siglo y tal parece que lo seguirán haciendo. Si bien no es claro si el cambio será para bien o para mal, los niveles de luz que tendremos en el futuro con seguridad irán a la alza. Y serán incluso más grandes que los de la Ciudad de México en la década de los años cincuenta.

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