El primer laboratorio científico de la historia

Un aspecto a considerar en el debate



A finales del año 2012, los estados de Colorado y Washington en los Estados Unidos legalizaron el uso de la marihuana con fines recreativos, abriendo la posibilidad de que dicha legalización se extendiera a otros estados de ese país, si bien no a nivel federal. En la actualidad, aparte de Colorado y Washington, la marihuana es legal en Alaska, Oregón y el Distrito de Columbia, y se espera que pronto lo sea en 11 estados más, incluyendo California y Nueva York. A nivel país, Uruguay se convirtió en 2013 en el primero en legalizar la producción y venta de marihuana.

En este contexto, como sabemos, a principios de este mes la Suprema Corte de Justicia de nuestro país autorizó a cuatro personas, integrantes de la organización SMART, el uso de la marihuana con fines recreativos; esto, en medio de un debate en torno a la conveniencia de que dicha droga sea legalizada en México, asunto que resulta altamente controvertido.

Entre otras facetas que le son inherentes, el consumo adictivo y extendido de la marihuana es un asunto de salud pública con un costo social. En este sentido, un artículo aparecido esta semana en la revista “Psychological Medicine”, publicado por investigadores de centros de investigación en Italia e Inglaterra, encabezados por Silvia Rigucci de la Universidad La Sapienza en Roma, sugiere que el consumo de la variedad, altamente potente, de marihuana conocida en inglés como “skunk”, provoca cambios estructurales en el cerebro de los consumidores. Se sabe que el consumo de esta droga potente está asociado a la ocurrencia episodios de psicosis.

De manera específica, los investigadores encuentran evidencia que la marihuana “skunk” provoca cambios micro-estructurales en la materia blanca del cuerpo calloso, que se sabe es particularmente afectada por la sustancia activa de la droga. Es importante señalar que la materia blanca contiene fibras nerviosas que tienen la función de enviar señales entre los dos hemisferios cerebrales y cuyo daño pudiera afectar la comunicación entre los mismos.

Rigucci y colaboradores llegaron a sus conclusiones después de estudiar, por técnicas de resonancia magnética, el cerebro de 56 pacientes que habían sufrido episodios de psicosis y de 43 voluntarios sanos. En ambos grupos había tanto consumidores como no consumidores de marihuana. De manera precisa, de los 56 pacientes y 43 voluntarios, 37 y 22 eran consumidores de marihuana, en forma respectiva.

Los investigadores afirman en su artículo que: “el uso frecuente de marihuana de alta potencia está asociado de manera significativa a una alteración de la integridad micro-estructural de cuerpo calloso”; esto, en comparación con aquellos que, o bien no consumen marihuana, o bien consumen la versión menos potente. Encuentran, además, que estas alteraciones fueron similares en todos los usuarios de “skulk”, hayan o no hayan sufridos episodios psicóticos. No encuentran, por otro lado, diferencia entre aquellos que empezaron a usar la marihuana de alta potencia antes de los 15 años con aquellos que iniciaron su consumo posteriormente.

En declaraciones al periódico británico “The Guardian”, Paola Dazzan del Instituto de Psiquiatría del King´s College de Londres y uno de los autores del artículo de referencia, menciona que a partir de sus resultados no se puede afirmar con certeza que el consumir marihuana de alta potencia lleva a un daño cerebral. Por el contrario, bien pudiera ser que aquellos adictos al “skunk” en realidad lo sean porque sufren de este daño por alguna otra razón. Habría de este modo una incertidumbre entre causa y efecto.

Sin embargo, según Dazzan y al margen de la incertidumbre, lo que sí se puede afirmar es que aquellos que consumen regularmente mariguana de alta potencia –cuyo uso se estaría incrementando– “tienen un cerebro diferente de aquellos que no la emplean o que consumen una variedad menos potente”.

Ciertamente, el trabajo de Rigucii y colaboradores sobre el efecto de- “skulk” en el cerebro tendrá que ser confirmado, y en su caso validado, por investigaciones independientes. De una u otra manera, sin embargo, pone en relieve una de los aspectos del complejo problema que enfrentamos por el consumo extendido de la marihuana –y de las drogas, en general–. Problema que resulta abrumador por sus múltiples facetas y, ni quien lo dude, de difícil arreglo. Y con propuestas de solución controvertidas, por supuesto.

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