El primer laboratorio científico de la historia

¿Problema en ruta de solución?



Ayer sábado por la mañana, y después de algunos retrasos, se dio a conocer el borrador del acuerdo que suscribirían los países participantes en la cumbre climática de París. A bote pronto se dieron reacciones encontradas. Hubo quien consideró que el acuerdo implicaba el fin de la era de los combustibles fósiles. Más comúnmente, las opiniones fueron en el sentido de que se trataba de un documento sin dientes que poco obliga a los países que más gases de invernadero generan.

En particular, se comenta que el compromiso según el cual los países desarrollados aportarán 100,000 millones de dólares anuales a los países no desarrollados para combatir al problema ambiental, se menciona solamente en el preámbulo del documento y no resulta de este modo vinculante y sólo voluntario.

Una razón para esto último es la posición adversa del Senado de los Estados Unidos a suscribir un compromiso formal en este sentido. De hecho, hay senadores norteamericanos que niegan que exista el calentamiento global y en estas circunstancias un acuerdo vinculante tendría una muy baja probabilidad de ser aprobado por el Senado norteamericano.

Paul Krugman, premio Nobel de Economía, en un artículo publicado en el diario New York Times el pasado 4 de diciembre, arremete en contra de los republicanos en el Senado estadounidense y los acusa de asumir actitudes anticientíficas en torno al cambio climático que podrían llevar a un fracaso de la cumbre de París. Escribe Krugman: “Y la ortodoxia de negar el cambio climático no dice solamente que el consenso científico está equivocado. Hay miembros distinguidos del Congreso que respaldan teorías de conspiración alegando que la evidencia a favor del cambio climático es el producto de un fraude gigantesco perpetrado por miles de científicos alrededor del mundo. Que hacen todo lo que pueden para amenazar e intimidar a científicos individuales”.

El consenso sobre el calentamiento global se ha generado a través de estudios científicos llevados a cabo a lo largo de varias décadas. En un artículo publicado por Thomas Peterson y colaboradores en el “Bulletin of the American Meterological Society” en septiembre de 2008 se da un recuento de la literatura científica al respecto. Un punto interesante es que en la década de los años sesenta no era claro si el planeta se estaba calentando o bien se estaba enfriando, y este contexto se publicaron artículos de investigación que defendían tanto un punto de vista como el otro. No obstante, según Peterson y colaboradores, el punto de vista dominante era que el planeta se estaba calentando; y esto, posiblemente, como consecuencia de la emisión de gases de invernadero a la atmósfera.

Al mismo tiempo, mediciones precisas de la concentración de dióxido de carbono –el principal gas de invernadero– en la atmósfera, llevadas a cabo a lo largo de varios años, demostraron que dicha concentración se estaba incrementando de manera paulatina. Se estableció así una conexión entre el calentamiento global y la emisión de dióxido de carbono a la atmósfera, hecho que es hoy en día aceptado de manera amplia por la comunidad científica –si bien no de manera unánime.

La superficie de la Tierra, incluyendo su atmósfera es un sistema muy complicado cuyo comportamiento no es fácil de entender, aun con los métodos científicos más sofisticados. El cambio climático ha estado así expuesto a interpretaciones y explicaciones anticientíficas y/o interesadas. En este sentido, el diario “The Guardian”, en un artículo publicado esta semana dio a conocer una operación encubierta llevada a cabo por la organización “Greenpeace” que expuso a dos académicos dispuestos a escribir artículos supuestamente científicos bajo comisión.

En un primer caso “Greenpeace”, simulando ser un representante de una compañía de gas y petróleo del Medio Oriente, contactó a William Happer, quien es profesor de física en “Princeton University” y un escéptico del cambio climático, con el objeto de que escribiera un artículo en el que expusiera los beneficios de incrementar la concentración de dióxido de carbono en la atmósfera. Happer se mostró dispuesto a hacerlo mediante el pago de 8,000 dólares.

En un segundo caso, “Greenpeace”, aparentando ser un empleado de una compañía consultora de Indonesia, contactó a Frank Clemente, quien es profesor jubilado de “Pennsylvania State University”, con el objeto de que escribiera un artículo en el que tratara sobre los beneficios del uso del carbón como combustible. Al igual que Happer, Clemente aceptó escribir un artículo de 10 páginas mediante el pago de 15,000 dólares.

Dados estos dos casos, puede uno preguntarse sobre la frecuencia con las que se han dado otros similares en los que se busca desestimar el problema del cambio climático en respuesta a intereses económicos que saldrían afectados por una reducción en el consumo de combustibles fósiles.

Volviendo a la cumbre climática de París, en la reunión plenaria llevada a cabo el sábado por la tarde fue aprobado por todos los delegados el texto del acuerdo dado a conocer horas antes. Esto provocó gran optimismo y la esperanza de que el cambio climático haya entrado en una vía de solución. Esto, a pesar de que algunos consideran que al acuerdo le faltan dientes. Como quiera que sea, un punto sin duda positivo es que se haya reconocido, de manera unánime, que el cambio climático es un problema real, en contra de opiniones anticientíficas e interesadas.

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