Hogar, dulce hogar

Problemas en busca de soluciones



En la cumbre climática que se está llevando a cabo en París desde el 30 de noviembre pasado y hasta el próximo 11 de diciembre, representantes de más de 190 países buscan llegar a un acuerdo sobre la emisión de gases de invernadero a la atmósfera que limite el calentamiento de nuestro planeta. Ayer sábado, según informes periodísticos, los delegados en París habían logrado finalizar un borrador de poco más de 40 páginas con el que, sin embargo, no todos los países están de acuerdo. Aún así, según un observador, esto representa un avance con respecto a la cumbre de Copenhague en 2009 –conocida por sus pobres resultados– en la que a estas alturas el borrador respectivo tenía 300 páginas y reinaba un ambiente de desesperanza en la reunión.

Los problemas climáticos por los que atraviesa nuestro planeta son resultado del incremento acelerado del consumo de energía del mundo desde hace dos siglos, particularmente en el periodo desde el final de la Segunda Guerra Mundial hasta la década de los años setenta. A lo largo de los últimos doscientos años el consumo de energía a nivel global se ha multiplicado por casi un factor de 25, lo que, ahora sabemos, ha sido demasiado para el planeta.

Si tomamos en cuenta que la población del mundo ha crecido unas siete veces en los dos últimos siglos, resulta claro que el consumo per cápita de energía ha crecido también. Este consumo está ligado a la calidad de vida y de esto nos convencemos si echamos un vistazo a la energía que los habitantes de países desarrollados consumen en comparación con aquellos en desarrollo.

Las estadísticas de la ”Energy Information Administration” de los Estados Unidos, por ejemplo, nos indican que en 2011 un estadounidense consumía en promedio más de cuatro veces la energía que usaba un habitante de nuestro país. De la misma manera, un europeo consumía en 2011 menos de la mitad de la energía empleada por un estadounidense. En el otro extremo, un haitiano y un habitante de Chad hacían uso en ese año, en forma respectiva, apenas un centésimo y un milésimo de la energía consumida per cápita en los Estados Unidos.

Los números anteriores nos indican que, si bien el desarrollo tecnológico que ha experimentado el mundo en los últimos dos siglos ha llevado a un incremento promedio en nuestro nivel de vida, dicho incremento no ha sido de modo alguno parejo. Por el contrario, dado que todos viajamos en el mismo barco –aunque con boletos de variadas categorías–, las consecuencias del uso –y en ocasiones abuso– de la energía se reparten globalmente.

En este contexto, según el periódico británico “The Guardian”, uno de los motivos de discrepancia en la cumbre de París gira en torno a la definición de quien deberá pagar los costos de la remediación ambiental. Ciertamente, no han de ser los países más pobres, que poco han contribuido al problema climático. La controversia en realidad surge en relación con países, China, de manera particular, que hasta hace poco eran clasificados como subdesarrollados pero que ahora algunos consideran que ya no lo son tanto. En el caso de China, sobre todo porque es ahora el máximo generador de gases de invernadero, por arriba de los Estados Unidos que ocupa el segundo lugar, si bien con un generación per cápita sustancialmente menor.

Por otro lado, el calentamiento global no es el único problema que ha resultado del crecimiento de la población del mundo y de la elevación de su nivel de vida. Otro de estos problemas es el de desertificación del suelo agrícola. Con relación a esto, en la cumbre climática de París, expertos de la “University of Sheffield” en el Reino Unido dieron conocer el pasado miércoles que el 33% de la tierra cultivable se ha perdido por contaminación o erosión en los últimos 40 años. Los investigadores encuentran que la fertilidad del suelo agrícola se está perdiendo a una velocidad 10-100 veces mayor que la velocidad con la que se repone por métodos naturales, y que este problema tiene el potencial de producir una catástrofe alimentaria.

En entrevista a “The Guardian”, Duncan Cameron de la “University of Sheffield” afirma que se necesita una solución radical para revertir la tendencia, la cual apunta hacia una re-ingeniería de nuestro sistema de producción agrícola. De acuerdo con Cameron, “Necesitamos sacar de producción algunas tierras por un largo tiempo para permitir que el carbón del suelo se reconstruya y se estabilice. Tenemos grandes extensiones de tierras que son usadas para pastoreo por las industrias de la carne y los productos lácteos. En lugar de mantenerlas separadas, necesitamos ponerlas en rotación de modo que haya más tierras en el sistema agrícola y que no se usen éstas de manera permanente“.

Al problema del cambio climático podría añadirse entonces el de un potencial desastre alimentario por la degradación del suelo fértil. Con seguridad ambos problemas podrían ser abordados empleando recursos tecnológicos existentes, o bien recursos a ser desarrollados en el futuro. Lo que no resulta claro es la celeridad con la que se hará, dados los intereses económicos y políticos involucrados. Esperemos que la conclusión de la cumbre climática en una semana más nos dé una respuesta.

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