Hogar, dulce hogar

Craso error



Como sabemos, la esperanza de vida a nivel global ha crecido de manera sostenida en los últimos ciento cincuenta años, hasta superar los 80 años en el caso de los países que tienen la cifras mas elevadas en esta materia. Según la Organización Mundial de la Salud, el país con la población más longeva es el Japón, en donde las esperanzas de vida al nacer para mujeres y hombres son de 87 y 80 años, en forma respectiva –las cifras respectivas para México son 73 y 79 años–. Esto contrasta con el promedio de vida anterior a la Revolución Industrial que rondaba a los 40 años.

El incremento en la esperanza de vida es resultado no solamente de avances médicos enla prevención y tratamiento de enfermedades infecciosas,sino también de una mejora en las condiciones de higiene de la población. Esto último incluyeel desarrollo de sistemas de distribución de aguay de disposición de desechos humanos en las ciudades,así como la mejora de los hábitos de higiene personal.

Podríamos esperar que la pobre infraestructura de la ciudades de Europa en cuanto a cañerías y sistemas de disposición de desechos humanos en los siglos anteriores a la Revolución Industrial no fueron lo mejor para prevenir las epidemias que asolaron a Europa; particularmente las epidemias de peste bubónica, entre las que destaca la Muerte Negra que diezmó a la población europea en el siglo XIV.

Resulta interesante, por otro lado, saber que dichas condiciones de higiene constituyeron un retroceso con respecto a aquellas existentes en el Imperio Romano al inicio de nuestra era. En efecto, es sabido que Roma contaba en esa época con un sistema de cañerías y de distribución de agua corriente, lo mismo que de baños y letrinas públicas, y que esto –lo mismo que la ingeniería involucrada– se perdió en Europa en los siglos que siguieron a la caída del Imperio Romano de Occidente.

Se podía esperar que las condiciones sanitarias benignas del Imperio Romano habrían llevado a una disminución de enfermedades infecciosas entre la población. Para averiguar si esto fue realmente lo que ocurrió,PiersMitchell, de la Universidad de Cambridge en el Reino Unido, realizó un recopilación de la evidencia que ha sido descubierta en diversos sitios arqueológicos –fosas sépticas, letrinas públicas y entierros humanos– sobre la presencia parásitos humanos en la Roma Imperial; esto, con el objeto de hacer una comparación con los parásitos que han sido encontrados en los mismos lugares pero en diferentes épocas.Mitchell publicó sus resultados esta semana en la revista “Parasitology”.

El análisis llevado a cabo por Mitchell incluyó estudios llevados cabo en sitios arqueológicos que en la actualidad están localizados en Italia, Austria, Alemania, Francia, Egipto e Israel, entre otros países. Para su sorpresa, encontró que no solamente los romanos sufrían de parásitos intestinales, sino que en algunos casos la incidencia de las infecciones era incluso mayor que la de otras épocas, en principio sanitariamente menos avanzadas.Entre los parásitos más comunes que sufrían los romanos se encontraban las lombrices intestinales, los tricocéfalos, las amibas y las tenias,trasmitidasestas últimas por el consumo de pescado sin la suficiente cocción.

Con relación a la infección por tenia, Mitchell hace notar que la evidencia encontrada indica que la incidencia de la misma durante el Imperio Romano era probablemente mayor que la correspondiente incidencia, en los mismos sitios, durante las edades del bronce y de hierro.

Para explicar sus descubrimientos, Mitchell aventura varias hipótesis. En una de estas considera la posibilidad de que la costumbre de los romanos de tomar baños en instalaciones públicas hubiera provocado la trasmisión de parásitos intestinales. Lo anterior debido a que el agua de los baños no se renovaba frecuentemente y mantenía una capa flotante de suciedad, producto de los bañistas anteriores.Mitchell hace notar también que la transmisión de parásitos podía haberse dado por la fertilización de los campos agrícolas empleando aguas negras, que habría sido una costumbre romana.

Una hipótesis adicional, ésta, para explicar la infección con tenias, se refiere a la afición romana por una salsa fermentada conocida como “garum”, elaborada a base de pescado crudo, sal y hierbas. Mitchell aventura que el comercio de esta salsahabría provocado la diseminación de la infección por tenia, a lo largo de todo el imperio.

Examinando peines y textiles de la época, no encuentra Mitchell tampoco que la higiene de los romanos los hubiera librado de parásitos externos, como son los piojos y las pulgas. Estospudieran haber sido la vía para trasmitir enfermedades,en particular la peste bubónica, que se sabe asoló al imperio en tiempos del emperador Justiniano.

Aparte de la higiene, habría sido entonces necesario algo más para que dicha práctica hubiera sido efectiva en la prevención de enfermedades. Tomando en cuenta lo sucedido en los últimos ciento cincuenta años, no es difícil entenderlo que les faltó a los romanos: un entendimiento del origen de las enfermedades. Para los médicos romanos las enfermedades eran el resultando de un desequilibrio entre nuestros cuatro humores: la bilis negra, la bilis amarilla, la flema y la sangre, y para combatirlas habría que restaurar este equilibrio. Además, para ellos los parásitos se generaban de manera espontánea. Y en todo esto, hoy lo sabemos, estaban rotundamente equivocados. La higiene es necesaria pero no suficiente.

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