El primer laboratorio científico de la historia

El mil usos



La red Internet –sin duda, unos de los elementos más distintivos del siglo XXI– ha transformado en no poca medida nuestro estilo de vida. Por medio de la Internet, por ejemplo, podemos mantenernos en contacto permanente –y a un costo accesible– con un grupo de personas de nuestra elección. Podemos igualmente consultar documentos en línea –muchas veces sin costo– de una manera tal que en pocos años hará que las bibliotecas tal como las conocemos pasen a la historia –como, de hecho, lo están ya haciendo las librerías tradicionales en los Estados Unidos– y cambien su rol al de almacenes de documentos impresos. Ciertamente, la red Internet ha impactado muchos aspectos de nuestra vida; y lo que es más asombroso: todo esto ha ocurrido en el espacio de poco más de dos décadas.

El teléfono inteligente, que apareció en escena de manera masiva apenas despuntaba el siglo XXI, se ha convertido en uno de los protagonistas de la revolución impulsada por la Internet. Si bien, atendiendo a su propósito original –en la versión de Alejandro Graham Bell–, los teléfonos inteligentes tendrían la función primordial de posibilitarnos la comunicación verbal a distancia, el uso que les damos en la práctica es muy variado, al grado de que su función como trasmisores de sonidos por lo general no es la más frecuente.

Así, usamos los teléfonos inteligentes para leer en línea las últimas noticias o para consultar la predicción del clima; lo mismo que para enviar mensajes de texto, oír música o ver videos. También como agenda telefónica, como cámara fotográfica, como calculadora o como reloj despertador. Incluso los llegamos a usar como lámparas de emergencia si la situación lo amerita. Por la manera como los utilizamos, los teléfonos inteligentes hoy en día se acercan más a las navajas suizas que a los aparatos telefónicos tal como eran concebidos en la era previa a la Internet.

En estas circunstancias, no es sorprendente que el crecimiento en el número de teléfonos inteligentes en el mundo haya sido extremadamente rápido, al grado tal que en la actualidad existen más de dos mil millones de estos aparatos en el mundo –un tercio del número de habitantes del planeta.

Igualmente, dado que los teléfonos inteligentes son en realidad computadoras en miniatura, tampoco es sorprendente que sea frecuente la aparición de nuevas aplicaciones para los mismos. Una de éstases tema de un artículo publicado esta semana en la revista “Science Advances”. En el mismo se propone la creación de una red de teléfonos inteligentes para detectar la ocurrencia de un terremoto y alertar a la población sobre el evento con el tiempo de antelación suficiente para que pueda ponerse a salvo. El artículo fue publicado por un grupo de investigadores encabezado por Quingai Kong de la “University of California, Berkeley”.

Para detectar la ocurrencia de un terremoto, Kong y colaboradores proponen hacer uso del acelerómetro con el que están equipados los teléfonos inteligentes. Al generarse un terremoto, el acelerómetro detectará las sacudidas producidas por el mismo y enviará una alerta a una estación central que recibirá reportes similares de otros teléfonos participantes en la red. Dicha estación hará un análisis de todos los reportes recibidos y sobre la base de los mismos determinará en tiempo real la magnitud del sismo y el lugar del epicentro. Esta información será inmediatamente enviada a la población a través de la red de teléfonos inteligentes con el fin de que tome las providencias del caso.

Lo anterior, por supuesto, presupone que los teléfonos inteligentes serán capaces de distinguir entre las sacudidas debidas a un terremoto y aquellas que son propias de su uso normal. Esto lo hará mediante un programa, desarrollado por Kong y colaboradores, el cual se carga en el teléfono. Dicho programa es supuestamente capaz de detectar un sismo de magnitud 5 a una distancia de 10 kilómetros. Su operación, además, no impacta mayormente en la duración de la carga de la batería del teléfono.

La red sísmica propuesta por Kong y colaboradores se basa en el gran número de teléfonos inteligentes actualmente en operación y por tanto hace uso de una infraestructura física ya existente. Para participar en la red, un teléfono requierá solamente de la instalación del programa de detección. Los investigadores señalan que una red de este tipo tendría beneficios evidentes en zonas sísmicas localizadas en países no desarrollados que no cuentan con redes de alerta temprana. Adicionalmente, Kong y colaboradores hacen notar la información que proporcionarán los numerosos telefónos inteligentes participantes en la red tendrá utilidad desde un punto de vista científico para un mejor entendimiento de los fenómenos sísmicos.

En el futuro, en la medida en que se desarrollen nuevas aplicaciones para los teléfonos inteligentes, el nombre con que conocemos a estos dispositivos será cada vez más y más inapropiado y es previsible que eventualmente sea sustituido por otro más representativo de sus funciones. Entre tanto esto sucede, habría que reconocer que su identidad original como trasmisores de voz no se ha desvanecido del todo y quehabemos todavía algunos que los usamos, hasta para hablar por teléfono.

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