El primer laboratorio científico de la historia

Sobre gatos y garabatos



No es difícil convencernosde que nuestros ancestros, hace cientos de miles o millones de años, estuvieron sujetos a todo tipo de amenazas que ponían en riesgo su supervivencia, incluyendo la posibilidad de ser devorados por un animal depredador, lo que no fue,seguramente,la menor de sus preocupaciones. Estabande este modo obligados a tener un ojo en el gato y otro en el garabato a riesgo terminar en las fauces de un tigre dientes de sable o algún otro depredador.

Aparentemente, el dicho “echar un ojo al gato y otro al garabato” tuvo su origen en la necesidad, en tiempos pasados, de proteger a la carne colgada en el garabato –instrumento de hierro con punta en forma de semicírculo, que sirve para tener colgado algo, según el diccionario de la Real Academia Española– en contra de los embates del gato de la casa. Como quiera que haya sido, y ya sea que lo apliquemos a la protección de alimentos o a la preservación de la vida, el dicho apunta a una misma necesidad: que nuestro cerebro se ocupe de dos cosas a la vez, so pena de encontrarnos con sorpresas desagradables.

Por supuesto, las consecuencias de descuidar el garabato y perder la reserva de comida no son comparables con aquellas que nos pudieran sobrevenirde un encuentro inesperado con un leopardo o un oso hambriento. Después de todo, si bien sin comida inevitablementepasaríamos hambre,si nos devorara un león no podríamos disfrutar de la comida aunque la tuviéramos. Un estado de vigilia permanente en previsión del ataque deun depredadorfue así útil para la supervivencia de nuestros ancestros. Y esto, sabemos, no fue exclusivo de nuestra especie y esigualmente importante para otros animales.

Así, tenemos que la evolución tuvo que ingeniárselas para desarrollar mecanismos para mantener una vigilia aun durante el sueño cuando la percepción de los alrededores está muy disminuida. ¿Cómo fue resuelto este problema?Según los especialistas, desarrollando dos formas de dormir. Una primera forma con los dos hemisferios cerebrales en sueño profundo, y una segunda con uno de dichos hemisferios en sueño profundo y otro en un estado intermedio de vigilia, lo que se conoce como sueño unihemisférico. Así, se sabe que los cocodrilos pueden dormir, si perciben un peligro, con un ojo abierto y el hemisferio cerebral opuestoa dicho ojo en estado de vigilia. El ojo abierto, además, apunta en la dirección en la que el animal percibe la amenaza.

En un artículo publicado en 1999 en la revista “Nature”, se reportan los resultados de un experimento llevado a cabo con un grupo de patos de collar que muestran que estos animales duermen en un estado de semivigilia, con un ojo abierto, en respuesta a la percepción de una situación peligrosa. En el experimento se formaron cuatro grupos de cuatro patos cada uno y se colocaron en línea. Los patos colocados en los extremos de cada línea estaban en una posición más expuesta en comparación con aquellos colocados en el interior de la misma. Como resultado, los investigadores encontraron que los patos de los extremos durmieron con un ojo abierto casi tres veces más frecuentemente que los patos del centro. Una medición de la actividad cerebral mostró, además, que el dormir con un ojo abierto está acompañado con una reducción de la actividad de sueño profundo en el hemisferio cerebral conectado al ojo abierto.

Los cocodrilos y los patos, entre otros animales, pueden dormir en un estados de semivigilia. ¿Pasa los mismo con nuestra especie?Si bien sabemos que nosotros no practicamos el sueño unihemisférico,segúnMasakoTamaki –Brown University– y colaboradores, el llamado “efecto de la primera noche”, por el cual muchas personas duermen intranquilas la primera noche que duermen en un lugar desconocido es una manifestación de que uno de los hemisferios cerebrales está más vigilante que el otro durante el sueño, como resultado de la falta de familiaridad con la habitación.

Tamaki y colaboradores llegan a esta conclusión en un artículo publicado esta semana en la revista “CellBiology”, en el que reportan los resultados de un estudio de sueño en un ambiente desconocido llevado a cabo con 35 voluntarios. Los investigadores encontraron que había una asimetría en la actividad de cierta región de los hemisferios cerebrales durante la primera noche del experimento y que esta asimetría se correlaciona con la dificultad para conciliar el sueño. Encontraron también que el hemisferio cerebral que mostraba menos actividad de sueño profundo respondía más a ciertos estímulos externos y provocaba una mayor respuesta física por parte del voluntario. Por otro lado, las asimetrías observadas la primera noche desaparecieron en las noches subsecuentes.

Basados en sus resultados, Tamaki y colaboradores concluyen que el sueño inquieto que algunos experimentan la primera vez que duermen en un lugar desconocido constituye “un acto de sobrevivencia en un medio ambiente desconocido y potencialmente peligroso, que mantiene un hemisferio parcialmente más vigilante que el otro y que despierta al durmiente cuando se detectan señales externas desconocidas”.

O dicho en otras palabras, un acto en el que mantenemos un ojo en el gato, puesto que necesitamos dormir, y otro en el garabato, en previsión de alguna eventualidad. Aunque, por supuesto, esto sólo de manera figurada, pues al contrario de los cocodrilos y los patos, nosotros dormimos con ambos ojos cerrados.

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