Hogar, dulce hogar

Dos mil cuatrocientos años después



En un congreso internacional llevado a cabo esta semana en Salónica, Grecia, para conmemorar los 2,400 años del nacimiento del Aristóteles, el arqueólogo griego KonstantinosSismanidisafirmó creer haber descubierto la tumba del filósofo griego en Estagira, su lugar de nacimiento en el norte de Grecia. Esto, después de una búsqueda que se extendió a lo largo de dos décadas.

El que alguien dedique veinte años de su vida a buscar la tumba de Aristóteles,a mas de dos mil años de su muerte, es una muestra de la enorme y duradera influencia intelectual queeste filósofo ha tenido en la civilización occidental a lo largo de más de dos milenios. Como lo es igualmente el que esta semana se haya celebrado un congreso internacional en su honor.

Ciertamente, Aristóteles es una de las personas más influyentes de la historia y como tal no es sorprendente que su nombre nos sea familiar –y que incluso esté aun activo como nombre propio–. Y todo esto a pesar del tiempo que ha transcurrido desde su muerte y de no haber jugado un papel político o militar, papeles que más fácilmente hacen trascender a las personas.

La influencia de las ideas aristotélicas, por otro lado, ha sido variable a lo largo de la historia. Con la caída del imperio romano de occidente,Aristóteles tuvo poca influencia en la Europa del inicio de la Edad Media. La situación cambióen la baja Edad Media cuando Aristóteles fue redescubierto al ser traducidas algunas de sus obras del griego antiguo al latín o del árabe al latín. En el siglo XIII, algunas ideas aristotélicas fueron conciliadas con la doctrina de la iglesia e incorporadas a la misma por Tomás de Aquino.

A pesar de la persistencia de Aristóteles lo largo de la historia, sin embargo, no todo mundo tiene una opinión positiva sobre su legado intelectual. El matemático británico Bertrand Russell, por ejemplo, era muy crítico del papel negativo que en su opinión han jugado –a través de la iglesia–las ideas aristotélicasen el desarrollo de la ciencia ocurrido en Europa en los siglos XVI y XVII.

Entre otros aspectos, Bertrand Russell reprobaba la poca importancia que Aristóteles daba a la observación, que sabemos es un elemento fundamental del método científico. En su libro “El impacto de la ciencia en la sociedad”, Russell escribe: “Observación versus autoridad: Para la personas modernas y educadas parece obvio que las cuestiones de hecho deban ver verificadaspor la observación y no mediante la consulta de autoridades del pasado lejano. Pero ésta es una concepción enteramente moderna que difícilmente existía antes del siglo XVII. Aristóteles afirmaba que los hombres tenían más dientes que las mujeres; aunque estuvo casado dos veces, nunca se le ocurrió verificar esta afirmación examinándole la boca sus esposas.”

Como lo apunta Russell, en su obra “Historia de los animales” Aristóteles también afirma que la mordedura de la musaraña es peligrosa para los caballos, especialmente si la musaraña está preñada y que el insomnio de un elefante puede curarse frotando los hombros del animal con sal, aceite de oliva y agua caliente.

En el campo de la física y a astronomía son igualmente conocidas algunas ideas que sostenía Aristóteles y que la observación y la experimentación propias de la ciencia demostró que eran erróneas. Aristóteles afirmaba, por ejemplo, que en ausencia de un impulso un objeto en movimiento perdería su velocidad. Hoy sabemos que esto es incorrecto, gracias a Galileo Galilei.

Aristóteles identificaba cuatro causas para explicar los cambios que observamos en el mundo. Dos de estas causas son la causa eficiente yla causa final. La ciencia reconoce sólo la primera de éstas. La segunda, que debería haber desaparecido de nuestravista hace ya un buen tiempo, sigue, no obstante,aun vigente. La causa final es empleada por aquellos que defienden que el mundo y su evolución son producto de un diseño inteligente que busca un fin determinado y al margen de las leyes físicas.Tenemos así ideas aristotélicas aun viviendo entre nosotros. Más de dos mil años después de que fueron enunciadas y a pesar de las múltiples evidencias incontrovertibles de que lo que verdaderamente nos funciona es el método científico.

Para convencernos de esto último basta pensar en las múltiples aplicaciones tecnológicas de la ciencia, entre la que se incluyen a la medicina moderna, la red Internet y las exploraciones interplanetarias, por poner sólo tres ejemplos. Así, empleando el método científico ahora sabemos, por ejemplo, que la locura no es producto de una posesión demoniaca y que para curarla no hay que someter al enfermo a un maltrato físico tal que incomode al demonio adentro y lo haga salir a toda prisa. Sabemos también que los cuerpos celestes se mueven siguiendo las leyes de la física –las mismas que siguen los objetos en nuestro planeta– y no impulsados por dioses como sostenía Aristóteles.

Ciertamente, empleando el método científico ahora entendemos que muchas cosas que antes creíamos ciertas son en realdad falsas. Lo que es más difícil de entender es que haya todavía quienes no estén convencidos.

Al margen del lo anterior, lo que sí resulta notable es que, a 2,400 años de distancia, de un modo u otro sigamos hablando de Aristóteles.

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